Estamos ingresando al último tramo de la disputa electoral. Luego del 11 de abril las tendencias han ido variando y la dinámica de los actores también, beneficiándose en algunos momentos y perjudicándose en otros. Son las “caídas hondas” o los ascensos repentinos que no logran consolidarse e impiden adelantar resultados con absoluta seguridad, obligándonos a hurgar en las trayectorias de la evolución de las intenciones de voto, tratando de encontrar sentidos basados en las evidencias de las campañas anteriores, sin dejar de considerar que ésta tiene un alto grado de atipicidad, entre otras cosas por el efecto dramático generado por la pandemia.
Con esos márgenes, entonces, volveremos a ensayar algunas reflexiones, siempre atentos a que puedan ser objetadas para ayudar a comprender mejor la coyuntura.
I
Considero podríamos dividir la segunda vuelta en breves lapsos electorales, al estilo de los “microciclos políticos” referidos algunas veces por Juan De la Puente, aunque -en mi caso- se encuentran circunscritos a los asuntos relacionados estrictamente con la campaña en marcha.
Un primer breve lapso electoral es el que sobreviene inmediatamente después de la primera vuelta: Pedro Castillo superaba a su competidora en más de quince puntos como promedio, quizá porque venía todavía cosechando adhesiones anteriores, tenía velocidad, supo usar mejor sus primeras apariciones (recordemos la semana de su permanencia en Chota) y los reflectores que a veces se encargan de oscurecer, no le habían apuntado aún. Un segundo breve lapso electoral tomó a Keiko Fujimori mejor posicionada, puesta a la ofensiva, marcando la cancha en contra del comunismo, obligando a Castillo a debatir, mostrando sus falencias de manera constante (entre ellas las del equipo técnico), aprovechando el desorden y la falta de reflejos de un candidato que brillaba por su improvisación. Y, un tercer breve lapso electoral en el cual lo ganado por Fujimori se detiene -y en algunos casos, desciende- y Pedro Castillo logra mantenerse, no obstante, ambos, diríamos, comparando cifras del segundo breve lapso electoral, se mantienen dentro de los márgenes de error.
II
¿Qué pudo haber pasado en estas dos últimas semanas o más para que las encuestas revelen los números del tercer breve lapso electoral? En el caso Fujimori Higuchi creo que le pasa factura el mal manejo de un aspecto fundamental en estas competencias: el control de la estrategia. Sus flamantes seguidores, movidos por el entusiasmo, pero, además, por la falta de tino o comprensión de la situación, promovieron iniciativas que generaron la imagen de un cuerpo gigantesco dispuesto a aplastar a una figura diminuta. Es lo que llamé en mi última entrega una “batalla desigual” que ha terminado generando adhesiones con el menos poderoso.
Acciones como cambiar a la responsable de la dirección periodística del conglomerado más importante de la tele o la publicidad de centenas de avisos de neón en diferentes capitales departamentales, que no solo infunden miedo sino también la certeza de un millonario apoyo propagandístico, parecen haber alimentado las antipatías hacia FP. Mi impresión es que ha faltado control de estas “iniciativas” (y otras) como parte de la estrategia.
Tal vez un poco de modestia recibiendo el apoyo de los marketeros ecuatorianos que se dice ofrecieron sus servicios, pudo haberlos auxiliado.
Por su parte, Castillo Terrones con poco ha logrado mucho. Primero ordenó sus filas, convirtiéndose en el principal y casi único vocero, colocando un velo de silencio incluso sobre Vladimir Cerrón, a quien ha circunscrito a mensajes desde el Twitter que no dejan de tener potencia (sin embargo, “la procesión va por dentro” en PL). Luego movió determinados parámetros conceptuales presentando un Plan de Gobierno denominado “Perú al Bicentenario sin corrupción”, intentando suavizar algunas de las acusaciones más duras de sus opositores, sobre todo en materia económica. Y, finalmente, presentó un equipo técnico con profesionales no muy “reputados” que, precisamente, por eso fueron una caja de sorpresas en su mayoría, no ingratas. Esto último le permitió sumar portavoces cuando más lo necesitaba, rompiendo tímidamente el inmovilismo y la soledad política que ya le habían criticado. Mención especial merece aquí el apoyo animoso de un numeroso contingente de científicos, casi todos provenientes de universidades públicas que le ha dado un respaldo inusitado al candidato.
III
Todavía no se ha medido, empero, hechos suscitados la última semana que probablemente empujen la aguja de los sondeos de opinión. Uno de ellos lo ocurrido en San Miguel del Ene que ha mostrado un ministerio de Defensa lento e impreciso en su respuesta y un Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas confuso en el uso de denominaciones y, por supuesto, un dúo de voceros oficiales y oficiosos fujimoristas insensibles, más preocupados en capitalizaciones político-partidistas que, en entender el dolor causado por la muerte de dieciséis compatriotas, entre ellos dos niñas calcinadas por el fuego del narcoterrorismo.
Tampoco se ha evaluado las consecuencias del debate de equipos técnicos realizado el domingo pasado, una confrontación de ideas que, supuestamente, liquidaría las aspiraciones de PL, cosa que no ocurrió, por lo menos en la magnitud esperada.
A pesar de todo, pienso que podría existir algún tipo de impacto en contra de Pedro Castillo. De no ser intenso, se confirmaría el “efecto teflón” del cual hablábamos hace algunas semanas, esa aureola de protección que hace al candidato cajamarquino casi invulnerable a los ataques.
IV
A diez días de la jornada eleccionaria, diez días que seguramente conmoverán al país por las cosas que se dirán y harán o no se dirán y se dejarán de hacer, teniendo como hitos destacados la “marcha por la paz y la democracia”, el debate presidencial y los cierres de campaña, no ensayaremos pronósticos pues, así como hemos encontrado “caídas hondas” se pueden presentar “crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema”. Diez días de mucho movimiento.