Luego de una pausa obligada por la pandemia, parte del mundo se encuentra creando nuevamente un impulso colectivo hacia noviembre, donde líderes de todos los países se reunirán, esta vez en Glasgow, Escocia, para discutir sobre el cambio climático.
Las conferencias climáticas —conocidas como COP, por sus siglas en inglés— se llevan a cabo desde 1995. La COP es el órgano supremo de toma de decisiones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Todos los Estados que son Partes de la Convención están representados en la COP, que sirve para revisar la implementación de la convención y de cualquier otro instrumento legal que la COP adopte —incluyendo el Acuerdo de París.
En 2014, Barack Obama y Xi Jinping publicaron un acuerdo conjunto en el que anunciaban medidas para combatir el cambio climático, que fue fundamental para empujar al resto del mundo hacia la suscripción del Acuerdo de París al año siguiente.
Hace unos días, 101 premios Nobel de la paz, literatura, medicina, física, química y economía, liderados por el Dalai Lama, publicaron una declaración llamando a que los lideres mundiales “dejen los combustibles fósiles en la tierra”.
En la declaración se reconoce papel que cumplen los combustibles fósiles en la crisis climática y en la contaminación medioambiental. También mencionan el costo asumido por Pueblos Indígenas y comunidades marginadas, además de los impactos de la industria en la violación de derechos humanos.
La declaración está sustentada en el Informe sobre la Brecha de Emisiones de la ONU, que mide la brecha existente entre los objetivos del Acuerdo de París (evitar que el calentamiento global supere los 2º C, respecto a niveles preindustriales y de ser posible, no supere los 1.5º C) y la proyección en la producción de combustibles fósiles. El último informe encuentra que la brecha de producción sigue siendo grande: los países planean producir más del doble de la cantidad de combustibles fósiles en 2030 de lo que sería consistente para evitar que la temperatura no supere los 1.5° C.
Lo más interesante de esta declaración, sin embargo, es la promoción de un tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles (FF-NPT, por sus siglas en inglés), que impulsan entre otros, autores como Andrew Simms, quien concibió el concepto de Overshoot Day, una fecha que cada año marca cuándo la demanda de recursos y servicios ecológicos de la humanidad ha excedido lo que la Tierra puede regenerar ese año. Algo así como “el día del año en el que los humanos nos excedimos en el uso de los recursos” (el año pasado, esa fecha fue el 22 de agosto).
La propuesta del FF-NPT se basa en la idea de que la principal causa de la emergencia climática son los combustibles fósiles y que su oferta debería ocupar un lugar central en los esfuerzos colectivos para abordar el cambio climático. También señala que las estrategias para promover este tratado deberán reconocer la explotación actual e histórica de las reservas de combustibles fósiles, proporcionar formas alternativas de satisfacer las necesidades de desarrollo de los países más pobres e incluir sistemas creíbles de seguimiento y cumplimiento para inducir la confianza y la cooperación.
No hay duda de que se requieren esfuerzos sin precedentes para hacer frente al cambio climático; y es claro que los combustibles fósiles tienen un papel relevante dentro de estos. Sin embargo, también se debe reconocer que en muchos países aún parece ser lejana la idea de dejar los recursos en la tierra, sobre todo si gran parte de la economía depende de estos.
La pandemia ha dejado en evidencia los defectos para hacer frente a problemas colectivos, y, en consecuencia, aparecen actores enfocados en encaminar esfuerzos para encontrar soluciones efectivas a los retos que se vienen. Estos esfuerzos van a demandar una cooperación razonable entre los países. En el Perú, gran parte de las medidas relacionadas a la lucha contra el cambio climático se realiza a través de proyectos dirigidos por las agencias de cooperación de otros países, y los resultados —tomando en cuenta, por ejemplo, el alto grado de vulnerabilidad ante desastres— tienen bastante potencial para ser mejores. Es por eso que en el Perú conviene una mayor inversión de recursos en ciencia, tecnología, pero también en capacidades para resolver los retos de la compleja política climática de manera efectiva.