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domingo, diciembre 3, 2023

Agenda postelectoral

La agenda que se abre a partir de las elecciones generales del 2021 es amplia y bastante profunda; abordarla va a requerir de mucha entereza y gran voluntad política.

Concentrados en la segunda vuelta presidencial, no hemos prestado suficiente atención a lo conformación del nuevo Congreso más allá de ubicar las diez organizaciones políticas que alcanzaron representación parlamentaria. Insisto en que necesitamos mapear cada una de las bancadas, sus facciones, solidez e intereses principales.

Si evitamos que el actual Congreso concrete la pretensión de la mayoría de bancadas de aprobar con inusitado apuro reformas constitucionales tan importantes como la bicameralidad, el voto de confianza o la censura de ministros y presidentes, ésta habría de ocupar un lugar importante en la agenda del nuevo Congreso. Lo mismo con relación a la selección de magistrados del Tribunal Constitucional: el proceso actual debe quedar sin efecto y dejar que lo asuma el Congreso que se instalará el 28 de julio; las irregularidades y vicios en los que la mayoría parlamentaria ha incurrido son razón suficiente para ello.

La agenda de integridad y lucha contra la corrupción compromete tanto al nuevo poder legislativo como al nuevo gobierno. De un lado, se trata de acabar con los “blindajes” y dar curso efectivo a las múltiples acusaciones constitucionales que a lo largo del quinquenio han quedado pendientes tras el manto de impunidad que la mayoría parlamentaria impuso. Por el lado del poder ejecutivo, será indispensable otorgar las máximas garantías y los recursos necesarios para que las fiscalías y juzgados especializados continúen las investigaciones y juicios en casos escandalosos de corrupción, entre los que destacan los conocidos como “lavajato”, “club de la construcción” y “los cuellos blancos”, entre otros.

Las tareas para el nuevo gobierno incluyen la prioridad a la lucha contra la pandemia del COVID-19. Vacunación, dotación de oxígeno, salud preventiva, atención a los deudos han sido promesas de campaña que ahora debemos exigir y vigilar para que sean materializadas de forma efectiva. Aunque no exento de errores, el gobierno del presidente Sagasti deja una varilla alta y una ruta trazada que quien resulte elegido o elegida habrá de continuar y mejorar.

Sea Pedro Castillo o Keiko Fujimori quien asuma la presidencia de la República, la demanda por cambios en la política económica, social y laboral ha quedado como ancla que no es posible soltar sin el riesgo de incrementar frustraciones y conflictos. La precariedad de nuestro sistema de salud es más que evidente, como lo es también el que la pandemia dejó sin ingresos a millones de compatriotas que trabajan en la informalidad carentes de los más elementales derechos laborales y llevó a la pobreza a niveles de diez años atrás. No cabe, pues, una postura de defensa cerrada del modelo económico, cambios –moderados o radicales- son indispensables y urgentes.

La campaña electoral nos deja la tarea de evaluar el impacto de las reformas políticas aprobadas en los últimos años, valorarlas, cuidarlas, continuarlas y corregirlas. La propaganda electoral, la labor de los medios de comunicación, la afectación al derecho de información que generan los fake news son, entre otros, aspectos sobre los cuales tenemos que dialogar y decidir.

Pero la campaña nos ha recordado también históricas taras que como sociedad y Estado no hemos resuelto: discriminación de diverso tipo, clasismo, intolerancia y el recurso fácil al estigma salen a flor de piel porque los llevamos dentro, aunque nos cueste reconocer. Construir comunidad a 200 años de la independencia exige, además, defender el enfoque de género, la diversidad cultural y avanzar hacia el derecho de las comunidades LGBT+. Esta parte de la agenda postelectoral pasa, sin duda, por el Congreso, aparentemente de mayoría conservadora, pero nos convoca a todas las personas desde el lugar en que nos encontremos.

Sanar heridas es –finalmente, pero no menos importante- tarea urgente. Demasiados afectos y vínculos personales se han visto golpeados por una campaña tan polarizada e incluso agresiva. Ojalá aprendamos a hacer política de otra manera. Ojalá nos apropiemos de la política, pero no permitamos que la política se apropie de nuestras vidas.

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