“El entusiasmo inicial por San Martín y su nuevo gobierno republicano pronto se vio opacado por la creciente parálisis económica. La confiscación de haciendas y el reclutamiento de esclavos dislocó la producción de alimentos en la costa y produjo severas carestías y el incremento en el precio de los alimentos en la capital. La producción de plata se detuvo causando una severa escasez de barras de metal para comprar mercaderías extranjeras. A medida que la economía se deterioraba, los ingresos fiscales desaparecieron y el gobierno recurrió a contribuciones forzosas y a la impresión de dinero a mayor escala. Estas condiciones de deterioro avivaron los fuegos del descontento público” (Posguerra de la independencia peruana, 1821).
“Al finalizar la guerra, la economía peruana estaba en ruinas. Las bajas y la destrucción eran sustanciales por donde quiera que las fuerzas chilenas hubiesen pasado. La producción y los ingresos cayeron en todo el espectro económico. Las rentas del Estado cayeron 35 millones de soles en 1879 a 1 millón en 1883. Las rentas de nitrato y el guano desaparecieron. Ingresos del azúcar, algodón, plata y otras exportaciones se redujeron la cuarta parte; mientras que las exportaciones e importaciones cayeron a niveles de 1840. De los veinte bancos, solo quedaron el Callao, Londres, México y Sudamérica” (Posguerra del Pacífico, 1880).
“El flujo migratorio de las provincias a la capital siguió su curso, estimulado por la reforma agraria y la búsqueda de oportunidades económicas. Una manifestación visible en este aumento eran los inmensos pueblos jóvenes que rodeaban Lima en tres de sus lados, pasando de un 47% en 1961 a 65% en 1985. Los esfuerzos reformistas militares por armonizar las relaciones entre trabajadores y las empresas fracasaron en su mayoría, abriendo paso al sindicalismo. Si Belaúnde no lograba revertir el nivel de vida, podía esperar el descontento laboral. Una parte aún mayor de la población seguía hundida en la pobreza, pero sus expectativas crecían por la retórica y promesas del gobierno revolucionario” (Pos-velasquismo, 1983).
“Al asumir la presidencia en julio de 1990, Fujimori declaró haber heredado un desastre económico. Hernando De Soto, su cercano asesor, enfatizó: Esta sociedad está colapsando. No se respeta al Estado, el Congreso, las leyes, el sistema judicial, ni siquiera los semáforos. Nada funciona aquí (Current History, 1992). Aunque esto podría atribuirse al gobierno de García, en verdad se trataba también del resultado de una crisis de más larga data. Los ingresos sufrieron concomitantemente, estando los salarios de 1990 a la mitad de los de 1980, que a su vez eran la mitad de lo que habían sido a mediados de la década de 1970” (Pos-socialismo, 1990).
Como se observa, el Perú viene sufriendo por varios períodos severas crisis económicas en línea con lo descrito por Peter Klarén (2004). Según Bruno Seminario (2015), el PBI peruano se muestra de la siguiente manera: en 1821 cae 27%, el doble que en el 2020; 1880 cae 31%, casi el triple respecto al 2020; mientras que en 1983 cae 13% y en 1989 cae 12%, ambos estando en el mismo rango que el año 2020. Sin embargo, dichos gobiernos muestran una mejor visión convocando a los mejores técnicos, y pasado un quinquenio de estos eventos, la economía peruana se recupera como cualquier otro ciclo económico generando riqueza y prosperidad.
Pero, ¿por qué surgen las crisis? Es una pregunta que muchos economistas siempre tratan de resolver. En los últimos años se ven principalmente crisis financieras, debido a economías más abiertas al mercado de capitales. Estos eventos están asociados a fenómenos reculares como cambios sustanciales en el crédito y los precios de los activos; disrupción severa de la intermediación financiera; problemas de gran escala en las hojas de balance; corridas repentinas en los bancos; efectos contagio de mercados financieros con posterior colapso crediticio, por mencionar las principales.
Entonces, malos manejos de las políticas económicas causan incalculables daños en el corto plazo, mejorando tras aplicar una correcta conducción de esta en el mediano plazo. En ese sentido, el nuevo presidente (a) está obligado (a) a llamar a sus mejores técnicos. No los espante, escúchelos y déjelos trabajar porque aún podemos recuperar la economía y reducir la desigualdad que tanto se propugna por muchos años.
Estimado Renzo, muy alentador tu articulo, en tiempos tan difíciles para nuestro país.
El análisis de la economía desde el tiempo de la posguerra hasta la actualidad es muy interesante.
Siempre tenemos que dar una mirada integrar para entender los momentos actuales, buen llamado a la cordura Dr Vidal.