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viernes, diciembre 13, 2024

Guerra de extremos

El discurso moderado, con algunas excepciones, del presidente Pedro Castillo, en el Congreso de la República, se vino abajo con la estrategia de cooptación del Ejecutivo que lleva adelante Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre. Las reacciones no se dejaron esperar, incluidas las de la Defensoría del Pueblo, pero con mayor entusiasmo de los sectores más conservadores de la derecha que, desde antes de la investidura, tienen en su agenda la vacancia. La guerra está declarada.

La inclusión en el gabinete ministerial de Pedro Francke y Aníbal Torres no garantiza un gobierno de consenso porque la percepción de Cerrón es clara. “Para los grupos de poder es muy arriesgado tener organizaciones sindicales y populares fortaleciéndose alrededor de Perú Libre”, escribe en su Facebook. Es decir, la construcción y el poder del partido único, bajo la repartija de cargos, prima más que la visión de un país democrático, inclusivo y moderno, que coadyuva a dejar sin piso a los aludidos ministros.
Perú Libre, como partido de gobierno, está en su legítimo derecho de asumir cargos de confianza a través de sus militantes, pero sin transgredir el Estado de derecho constitucional. Sin embargo, es necesario recordar que Pedro Castillo no ganó solo con los votos de la militancia de su partido, que no pasa del 20%, sino, fundamentalmente, con la votación de los independientes, así como del centro izquierda cuya expresión en las ánforas, en esencia, ha sido el rechazo contundente a la candidatura de Keiko Fujimori. Por eso, el reclamo de un gobierno de centro que refleje esta realidad política del país.
El radicalismo de Perú Libre también se sostiene en la facción del ex Conare, ahora reconocido como Federación Nacional de Trabajadores en la Educación del Perú, al cual representa y obedece el actual mandatario, que no solo pide su cuota de poder, sino llevar adelante políticas populistas desfasadas. De hecho, estas posturas alimentan la reacción soberbia de Renovación Popular y Fuerza Popular, con aliados en Avanza País, APP y un sector de AP, derivándose en una guerra política de extremos con consecuencias funestas para el país y la democracia. El desaire sufrido por el expresidente Francisco Sagasti, el día de la juramentación del nuevo presidente, por parte de la presidenta del Congreso María del Carmen Alva, era el inicio de una postura, no solo de indecencia política, sino de una clara confrontación antes de iniciada la gestión del nuevo gobierno del bicentenario. En este escenario, muy caldeado desde el partidor, la designación de Bellido como premier, no solo constituye una provocación al otro extremo, sino una afrenta a la democracia.
Perú Libre, con una minoría en el Congreso, ¿cómo pretende concretar los grandes cambios y convocar a una asamblea constituyente? El hecho de desacreditar la designación de Harold Forsyth, como representante ante la OEA, ratifica su sesgo político antidemocrático y fundamentalista, incapaz de generar consensos en un Congreso muy fragmentado. Entonces, proyectos como la creación de las rondas urbanas, huele más a la emulación de brigadistas o milicias orientadas al control, persecución y fuerza de choque. En otros términos, la perspectiva partidaria va por otro sentido que el que ha ofrecido el actual presidente, tanto en la campaña como en su mensaje presidencial. En verdad, esto era un riesgo que se venía venir, así como el plan de vacar al presidente, tras la fallida narrativa del fraude.
El profesor Castillo, con la firmeza del caso, tiene que asimilar que es el presidente de todos los peruanos, donde Perú Libre es solo una parte del proceso y no el fin. Por el radicalismo de Cerrón y compañía, con una izquierda anquilosada, no puede facilitar su caída a favor de la corrupción política organizada, lo que tampoco significa repetir la historia de Ollanta Humala. Ante esta guerra de extremos, que sigue manteniendo al país en vilo, en el Congreso, es totalmente factible la conformación de una coalición democrática mayoritaria de centro, dejando de lado los extremos, a fin de garantizar la gobernabilidad, la democracia y el desarrollo social del país. Finalmente, la campaña contra la vacuna de Sinopharm, desde el extremo derecho, no es más que el desprecio por la salud de la población, plenamente condenable, como lo es la repartija de cargos sin méritos profesionales o personales.

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