Esta semana el nuevo presidente del consejo de ministros, Guido Bellido, anuncia que se crea una comisión especial para detener la subida del dólar americano. Tremenda noticia a sabiendas que este tipo de medidas crea un gran desasosiego en la población. Es el caso por ejemplo de lo acontecido en la década de los 70 y 80, que al utilizar el dólar MUC (mercado único de cambio) se crea una desazón e incertidumbre, lo que enfada a la opinión pública.
Pero, ¿cuáles son las consecuencias de un incremento del dólar americano? Ya es sabido que los precios internacionales de la soya y el maíz, insumos básicos para la elaboración de aceite y como alimento del pollo, respectivamente, se vienen incrementado de manera imprevista aproximadamente desde febrero del 2019. A julio del 2021, estos se incrementan en 118% y 83%, por lo que los importadores vienen pagando más por adquirirlos, demandando más dólares del mercado, y como consecuencia trasladando dicho costo al precio del consumidor.
Si se le suma decisiones políticas controversiales, que no aseguran un mejor clima de negocios, los inversionistas retiran sus portafolios a mercados más rentables y seguros, presionando aún más al dólar americano respecto al sol. Cabe señalar que el Perú no es un caso aislado, observándose depreciaciones en países de la Alianza del Pacífico: peso colombiano con 14.2%; el chileno 9% y el peruano 12.9% respecto a diciembre del 2020.
Pero, ¿alguien se percata también cómo afecta el incremento del precio del dólar americano en la economía? Acá un detalle preliminar:
“Eso no significa que atenderemos nuestras responsabilidades con nuestros acreedores externos … anuncio que dialogaremos con ellos sin usar de intermedio al Fondo Monetario Internacional, pero que en los próximos doce meses y mientras las situaciones no cambien, sólo destinaremos al servicio de la deuda externa no más del 10% del valor total de nuestras exportaciones y no el 60% como se nos ha exigido”.
Traigo a colación el mensaje inicial del presidente García (primer gobierno), y es que bajo una crisis fiscal arrastrada desde los 70 y agudizándose en los 80; con una deuda pública asfixiante; con poca capacidad de generar ingresos públicos tras la fallida reforma del sistema tributario para ampliar la base impositiva; y aplicando la “heterodoxia” pensando que generaría mayor inversión privada nacional de quienes debían reinvertir sus utilidades, detona en el mayor colapso económico conocido de las últimas décadas.
Es entonces que la deuda pública se convierte en aquel personaje funesto, invisible y capaz de doblegar hasta el más fuerte, pululando entre los rincones de un Estado endeble e incapaz de verlo en el tiempo.
¿Actualmente es un problema la deuda pública? Aquí algunas cifras.
En el 2020, la deuda pública de mediano y largo plazo alcanza el 35% del PBI. Dicha deuda se compone entre deuda interna y externa, siendo 52% y 48% respectivamente. Mientras que en el 2010 solo alcanza un 23% del PBI, donde la interna es 41% y la externa 59%.
Si se mira en detalle, en el 2020 la deuda externa tiene como fuente de financiamiento los bonos soberanos con un 72% de participación, siendo la principal moneda a saldar en dólares americanos con 85% del total; y negociados a tasas de interés fijas que representan el 81% del monto total. En comparación al 2010, dicha deuda tiene como fuente de financiamiento también los bonos con 47%, en dólares americanos 83% y negociados a tasas fijas 75%.
En el caso de la deuda interna, en el 2020 se tiene un 99% de financiamiento en bonos soberanos, cuyos desembolsos son en su totalidad en soles. Mientras que, en el 2010, la situación es parecida con un 92% y pagados en soles (99%).
En resumen, la deuda pública se viene incrementando, con una deuda externa aun ligeramente menor que la interna, pero que podría complicarse hacia adelante tras saldarla principalmente en dólares americanos. Ello podría tener consecuencias si el Estado no es capaz de generar los ingresos fiscales suficientes para honrarlas y si no maneja correctamente el gasto público. Siempre vivir en deuda es el talón de Aquiles de economías emergentes, más aún si existe una crisis de confianza.