Hace un mes, el ministro de Cultura Ciro Gálvez anunció que “habría cambios” en la lista de los escritores de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), la más importante de América Latina, con miras a una mayor y mejor representación de escritores regionales. Hasta allí, el anuncio parecía apuntar a una ampliación necesaria de una lista que, en efecto, podía tener más representantes de las letras que provinieran fuera de Lima. Pero el anuncio implicó el desembarco de nueve escritores, ocho de ellas mujeres, sin que hubiera un comunicado del Ministerio que justificara la razón. Entre las destacadas personalidades que fueron excluidas, están Gabriela Wiener, Katya Adaui y Karina Pacheco, escritoras que por derecho propio han ganado un lugar importante en nuestra literatura contemporánea. Y sumaría a las notables exclusiones a la historiadora Carmen McEvoy, una de nuestras intelectuales más importantes. Un papelón en un sector que parece ir a la deriva y que ha merecido ya varias renuncias a la delegación de la que debió ser una participación cultural importante.
El fantasmal alcalde de la ciudad, Jorge Muñoz, se ha pasado la semana exigiendo al presidente de la República la apertura de la Plaza Mayor de Lima para la mejora de las condiciones de los comercios que se encuentran en las cuadras cercanas a un espacio público vital de la ciudad. Hasta allí, el pedido parece ser encomiable. Pero uno se pregunta si es que una similar exigencia no se debería hacer a la señora presidenta del Congreso de la República que, al igual que el señor Castillo, mantiene cerrada la Plaza Bolívar. Asimismo, también el alcalde debería interrogarse sobre si las obras que viene haciendo en la ciudad son las necesarias para la integración de esta, comenzando por el atentado que viene ejecutando en el Ovalo Monitor.
Esta semana, los representantes del partido español de ultraderecha Vox se pasean por las oficinas de tres grupos parlamentarios – Fuerza Popular, Avanza País y Renovación Popular – firmando una Carta de Madrid que es una asustada respuesta al sobrevalorado Foro de Sao Paulo al que se ha convertido en el fetiche preferido de nuestros conservadores. A ellos se sumó la señora Keiko Fujimori, quien parece haber sincerado que el legado de su padre está más cerca del integrismo que este grupo representa antes que de un partido democrático. Y si bien no sorprende que el franquismo se de la mano con el fujimorismo, ¿no correspondería el mismo tono de protesta mediático que se tiene cuando, con legitimidad, se reclama al gobierno sus ambivalencias frente al gobierno venezolano?
El gobierno parece desperdigado, antes que en gobernar, en preocuparse por lo que dice la prensa sobre ellos. La bancada oficialista presenta un proyecto mamarrachento sobre medios que, felizmente, no tiene los votos necesarios para ser aprobado. Muchas de las discusiones en el Consejo de Ministros, como se reveló el fin de semana pasado en Punto Final, se concentran en cómo responder a las criticas mediáticas. Y ahora se revela que empresarios ligados al gobierno están buscando en crear nuevos medios que “defiendan” una gestión que hasta el momento se revela como mediocre. Antes que pensar en el titular, la mejora de las políticas públicas es lo que debería preocupar más en Palacio.
Finalmente, Manuel Merino, quien salió con dos muertos en su haber como único y triste legado de su efímero paso por el puesto más alto del país, busca que le paguen una pensión como mandatario. Las palabras de indignación sobran. Le corresponde a usted, amigo lector, completarlas.