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lunes, diciembre 2, 2024

Truenos y relámpagos en el Gran Sur desde T’oqroyoq

La nueva campaña de la Guerra de los Comuneros o la Guerra de los Ayllus, recorrió todas las regiones del Cusco, Puno, Arequipa y Ayacucho; en el caso de Espinar, Canas, Canchis y Chumbivilcas los naturales aprendieron y sacaron las lecciones durante una década de la primera insurrección derrotada en 1,914 en Hanp’atura y la de 1,915 en Huancané departamento de Puno, así como de Rumi Taqe en julio de 1921.

 

Comprendieron cabalmente que era posible levantarse, enfrentar y derrotar a las fuerzas del poder terrateniente, pero para ello necesitaban desplegar una mayor conciencia y organización política, social y militar. Los escenarios económicos y el conflicto social no estaban resueltos desde la década civilista iniciada en 1,899 hasta 1,919, precisamente ese último año emergió el discurso de la Patria Nueva que enarbolaba Don Augusto B. Leguía.

 

Desde los inicios del Siglo XX, con la construcción de las carreteras y el ferrocarril a punta del trabajo obligatorio de la llamada Conscripción Vial, que obligaba al trabajo gratuito, fue utilizado por la Juntas Vecinales Provinciales, para la construcción de carreteras privadas hacia sus haciendas y fundos; ese nuevo trabajo gratuito era otra forma del mit’ayo por el que cada comunero entregaba su fuerza laboral a los patrones sin nada a cambio.

 

La economía permitió el incremento de las exportaciones de lana, originando una nueva oleada de ampliación de la propiedad de las haciendas hacia las tierras de pastoreo y bofedales de las comunidades y ayllus, a fin de aumentar sus productos y rentabilizar más su comercio. El copamiento de las tierras se hacía por la vía de la invasión violenta o por un sistema sofisticado de compra y venta fraudulenta, o también la usura impagable.

 

El ingreso y desarrollo del capitalismo mercantil, la red de intercambios comerciales de la producción de lana, apenas integró a una pequeña parte de los productores del campo, en cambio la concentración de la tierra en manos de los terratenientes fue mayor y agudizó las contradicciones con la población comunera nuevamente.

 

Los distintos ayllus y comunidades emprendieron acciones solicitando la desaparición del trabajo gratuito y el despojo de sus tierras a través de memoriales, cartas, viajes a la capital donde las autoridades departamentales y nacionales; denuncias en notas periodísticas que eran recogidas por los profesionales y la prensa indigenista y universitaria a partir de la Reforma Universitaria de 1,909 en la Universidad San Antonio Abad del Cusco.

 

Domingo Huarca Cruz, fue uno de los principales líderes de este periodo de cambio y crisis, tempranamente en 1,913 enfrentó la construcción gratuita de la carretera de Ayaviri a Yawri en beneficio de una empresa minera alemana, que empezaba a proyectar sus actividades en Tintaya.

 

Junto a otros comuneros participó de las actividades en 1,919, en reuniones clandestinas en los diversos distritos, como parte del Comité de Defensa Pro Indígena Tawantinsuyo, originando una retahíla de denuncias de las autoridades locales; acusado de agitación comunista y sublevación en toda la zona, en otros casos señalado de bandolerismo y abigeato junto a sus dirigentes.

 

Entendiendo que era necesario incorporar al sistema mercantil y comercial de la lana a una mayor población de comuneros y pobladores, frente al monopolio de intermediarios manejados por algunas familias desde los distritos de Coporaque, Ocoruro y Pichigua; solicito la creación de una feria y un mercado en T’oqroyoq, pero la Municipalidad lejos de resolver y ampliar el mercado, prohibió y amenazó con denuncias y detenciones.

 

Ese era el clima de las contradicciones que empezó a nublar el clima de Espinar, no obstante ello Domingo Huarca junto a otros comuneros participó en los Congresos Nacionales del Comité Pro Derecho Indígena Tawantinsuyo en los años 1,920 y 1,921; en esta última visita fue recibido en audiencia por el Presidente de la República Don Augusto B. Leguía, actividades que permitieron la promulgación de una ley protectora de los comuneros y la anulación del trabajo gratuito; todas esas actividades sellaron la pena de muerte que empezó a ser agitado desde el rancio latifundismo provincial.

 

El huracán recorría toda la región; junto a la reivindicación frente al trabajo gratuito, el despojo de sus tierras, acompañó sus acciones con las ideas de la Restitución del Tawantinsuyo, que se arengaban en reuniones o en volantes impresos; reivindicaban la recuperación del bien común que fue arrebatada por la colonia española y continuada en su usurpación por los mistis y terratenientes a extremos mayores.

 

El grito rebelde ¡¡Viva el Tawantinsuyo y Abajo el Gamonalismo!! Recorría pampas, valles y quebradas, con energía en las luchas y enfrentamientos en todos los corredores de Espinar, Chumbivilcas, Canas, Canchis, Paucartambo, Quispicanchi, Paruro, Acomayo, Anta, Grau, Cotabamba, Cailloma, Huancane, Ayaviri, Azángaro y Ayacucho, Cerro de Pasco entre otras regiones.

 

Mientras se desarrollaban las batallas en las pampas bajas de Canas de un ejército de más de 2,500 comuneros armados contra el ejército de los terratenientes; los grupos de poder consideraron que era el momento de silenciar a Domingo Huarca antes que se extienda la guerra hacia sus tierras en Espinar.

 

El miércoles 29 de junio de 1,921, un pelotón de gendarmes, mitayos, autoridades, atacaron Huancané Bajo buscando a Domingo Huarca y sus familiares, luego llegaron a Huarcapata y quemaron las chozas, deteniendo a una docena de prisioneros entre ellos a Mariano Huarca su padre, Venancio Samata, Juan de Dios Huarca, Nazario Saico y otros comuneros, los cuales fueron torturados y maniatados para ser trasladados triunfalmente a Yawri como botín de guerra.

 

Frente a una repentina reacción del comunero Evaristo Cuti, que a viva voz convocó a liberar a su dirigente, el rebelde fue atravesado por una bala y apagada su vida; con el pretexto de prevenir un supuesto levantamiento, en las cercanías a la ribera de un río en la zona de Huinuma fue fusilado Domingo Huarca Cruz, para acabar con los reclamos y derechos de los comuneros y comerciantes a los que dedicó toda su vida sacrificada.

 

Festiva y con repique de campanas de la Iglesia Mayor, fueron recibidos los presos y el cadáver del mártir, expuestos al insulto de los principales en la Plaza de Armas y con el silencio del pueblo, inmovilizado por la vía de las armas; su cuerpo como lección a otra rebeldía fue tirado en el torreón, hasta un día después en que fue recuperado para su sepultura por su familia.

 

Insatisfechos la gendarmería y los mentores del asesinato, volvieron el 30 de junio a Huarcapata a seguir reprimiendo y detuvieron a comuneros de Phausiri y Huisa. Desplegando una nueva ofensiva de ocupaciones de tierras comunales. Pero el mercado imparable como es, con los años abrió curso a la feria y consolidación de Toqroyoq, el sacrificio de los comuneros y el desarrollo comercial propuesto por Domingo Huarca Cruz no fue en vano; demostrando que las fuerzas del cambio venían del lado de los comuneros y productores de lana de oveja e hilo de alpaca; los grandes terratenientes no entendía el progreso que abría el mercado y se resistían a su ampliación y desarrollo.

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