El último viernes se hizo pública la aparición de una variante nueva del virus SARSCov2, que ha sido denominada Ómicron por la Organización Mundial de la Salud; como pueden imaginar -y leer-, con ella ha vuelto el pánico, el caos, la exageración y el infinito placer por mantener a una población al borde del abismo.
Llevamos dos años de pandemia: en esta etapa ya tenemos vacunas que funcionan muy bien, y pruebas de que otras intervenciones como el uso de mascarilla solo representan un beneficio marginal para la población vacunada. Deberíamos estar pensando más en completar el esquema de vacunación para toda la población objetivo, que en administrar terceras dosis a personas que no están inmunocomprometidas o son mayores de edad, porque en realidad no existen pruebas bien interpretadas que digan que la inmunidad decae a los seis meses; estos datos fueron malinterpretadas por muchos científicos y han sido desmentidos por muchos otros.
Las infecciones se quieren evitar, pero no porque esto vaya a producir enfermedad severa y los hospitales vayan a coparse como en el periodo pre vacuna; lo que se desea es disminuir el impacto económico de tener gente enferma o en cuarentena, y sobre todo el impacto en el sistema de salud, y en las actividades esenciales si la población económicamente activa está constantemente entrando y saliendo de cuarentenas, lo que me parece completamente absurdo, pues jamás las hemos implementado para una gripe o una influenza, que a veces causan mucho más estragos.
Por otro lado, lo he dicho antes y lo repito ahora: la estrategia Cero Covid es inalcanzable e ingenua, además de desgastante no solo económica sino mentalmente.
El mismo objetivo de evitar la infección podríamos lograrlo ampliando y promoviendo la vacunación, poniendo todo el esfuerzo logístico en las campañas de vacunación del MINSA. No puedo decir que lo estemos haciendo mal -todo lo contrario- pero pienso que podríamos hacerlo mejor. La ultima campaña de comunicación de MINSA indicando que los vacunados con dos dosis son población en riesgo es sinceramente vergonzosa: así no se promueve un booster, así lo único que se logra es aumentar la incertidumbre en la población.
No podemos ceder ante presiones mediáticas, o las de usar como arma de lucha partidaria un esquema de vacunación. Por otro lado, no existen pruebas de que la inmunidad humoral decaiga, lo que tenemos son pruebas de que los anticuerpos neutralizantes bajan, pero eso es lo que se supone que haga el sistema inmune, bajar y subir, prender y apagar, mientras se construye defensas robustas y vigorosas por debajo.
Cerramos con el escándalo de Ómicron, que en lugar de provocar declaraciones serias y prudentes, ha mostrado un concierto de cacatúas gritonas que al unísono parecieran decir “vamos a morir todos”, o “el apocalipsis ya está aquí”; es algo francamente vergonzoso, pues se trata de gente que lucra con la desgracia y el alarmismo: titulares periodísticos hablan de una “súper variante” cuando lo único que existe es una variación secuencial de genomas, que ha sido prontamente informada, tal como debe ser; sin embargo, en lugar de provocar la felicitación de la comunidad mundial al equipo de expertos que la descubrieron, lo único que se ha logrado es un actuar xenófobo, cerrando las fronteras para los viajes provenientes solo de Sudáfrica y otros países de esa región, aunque la variante también haya sido identificada en Bélgica y el Reino Unido.
Si el compartir información y data científicas va a provocar una acción punitiva desde la comunidad política, y a su vez su uso escandaloso por parte de la prensa y de algunos influencers, ¿cuál es el sentido de los datos abiertos y de la colaboración entre pares?
Una vez que entendemos la información que existe sobre Ómicron, podemos decir, para la calma general: la variante ha sido identificada tempranamente por el gran trabajo de los científicos sudafricanos; esta, como ellos mismos dicen, no ha sido estudiada en el contexto epidemiológico: los estudios aparecerán en las próximas semanas seguramente. Para terminar, hasta este momento -e incluyendo a Ómicron- no hay ninguna variante que escape a las vacunas, y aun con su supuesta “alta transmisibilidad” no se sabe si esta causara enfermedad más grave. A este momento todos los casos son muy suaves.
Para resumir: actuemos con prudencia; las agencias estatales son las que tienen la responsabilidad de informar a la población y ellos deben ver todos los contextos, y tratar de mejorarlos.
A esta altura de la pandemia, deberíamos saber que el alarmismo no sirve en absoluto.