“El hombre es esclavo de sus palabras y dueño de su silencio” – Aristóteles
Llegamos a los primeros 100 días de gobierno y la comunicación ha sido la gran ausente en la gestión del presidente Pedro Castillo.
¿Será que nunca nos enteramos que el primer mandatario padece de pánico escénico? ¿O se trata, simplemente, de una estrategia bien pensada cuyo propósito es demostrarnos, por el contrario, que puede gobernar en silencio? ¿O quizás es desconocimiento puro y duro de lo que pueden aportar las herramientas de comunicación política a su gestión? O peor aún, y para finalizar: ¿no será sencillamente que su silencio nos quiere gritar que subestima la comunicación y hasta desprecia a sus principales mensajeros, que son los medios de comunicación?
Imposible saber qué piensa el silente presidente sobre la comunicación porque no logra tender puentes comunicativos. Por ejemplo, han transcurrido dos meses desde la reunión que tuvo con los representantes de IPYS y del Consejo de la Prensa Peruana y hasta el momento no suscribe las declaraciones de Chapultepec y de Salta, que garantizan la libertad de expresión.
Es cierto que, en política, el silencio puede reflejar prudencia y reflexión y hasta puede ser usado para generar expectativas respecto a ciertas proyectos o iniciativas gubernamentales. Pero luego de 100 días ejerciendo el poder, esa expectativa comienza a transformarse en cansancio, frustración, angustia, chilla y pérdida de confianza, como lo demuestran las recientes cifras de desaprobación a su gestión y los conflictos sociales de los últimos días.
Por ello, resulta indispensable que el jefe de Estado nos diga, de una vez por todas, cuál es su visión de país para los próximos cinco años; que nos explique, en detalle, cuáles son las principales políticas públicas y cómo las piensa aplicar. Que trace la ruta de gobierno.
Claro, tenemos documentos que podrían ayudar a entender su estrategia: el plan inicial de Perú libre, el Plan Bicentenario, su discurso del 28 de julio y, más recientemente, el plan expuesto por la presidente del Consejo de Ministros. Pero ninguno de ellos será suficiente para entender el propósito de su gobierno. Nos falta conocer la narrativa expuesta por él mismo y de manera distinta a como lo viene haciendo. Salvo que piense que el éxito en su gobierno no pasa por la comunicación.
Ahora bien, si el silencio ha sido asumido como estrategia política, el riesgo que corre el Presidente es que el vacío comunicacional siga siendo llenado por los líderes cercanos a él que no necesariamente expresan sus objetivos: Vladimir Cerrón -que tiene una comunicación no oficial y mas bien disruptiva-, o los congresistas del partido Perú Libre que no siempre tienen mensajes oficiales coherentes. Al querer liderar la iniciativa comunicacional del gobierno lo que producen, por el contrario, es una comunicación política informal y un entorno ruidoso lleno de mensajes contradictorios.
Sería terrible que así lo asuma el Presidente porque lo colocaría como un simple espectador de la política peruana, dejando que otros hablen por él. Como aquel emperador romano que, sentado en la grada especial del coliseo romano, aprecia la batalla sangrienta entre gladiadores y apenas participa con su dedo pulgar hacia arriba o al revés para perdonar u ordenar la muerte de los luchadores… Es posible que hoy Castillo utilice ese mismo gesto pero solo para aprobar o desaprobar el mensaje de 280 caracteres que le permite un apretado Twitter.
¿Cuál es el peligro de que se prolongue esta estrategia? Pues que el gobierno continúe con su desgaste acelerado, que sigamos sin tener una agenda pública conocida y validada alrededor de la cual, inclusive, se podrían generar consensos; en definitiva, que se deslegitime entre los ciudadanos.
Tenemos 100 días de gobierno sin conocer cuáles son las intenciones reales de Pedro Castillo y de sus proyectos. Si el pánico escénico se produce por enfrentar una conferencia de prensa masiva, siempre le queda la alternativa de reunirse individualmente con los periodistas. O quizás acudir a las diversas plataformas novedosas que nos ofrece hoy la tecnología para comunicarse con los ciudadanos. Twitter, por supuesto, no es una buena elección porque es usado por un reducido número de peruanos.
Lo concreto es que no encontramos las pistas para entender qué sentido político quiere darle Pedro Castillo a su imperturbable silencio. Si decide mantener esta práctica conviene recordarle que la transparencia y la rendición de cuentas son partes fundamentales de la función pública y de la democracia. También es conveniente recordarle, por si no lo sabe, que siempre podrá mejorar su gestión y legitimarse en el poder a través de una adecuada política de comunicación. Lo que estamos exigiendo, en definitiva, es liderazgo en la comunicación y voluntad de querer hacerlo.
La política se complementa con la comunicación, se nutre de los mensajes y, sobre todo, de la palabra. Sí, de la palabra del maestro que aún no conocemos a cabalidad.