La semana pasada encontré un texto muy interesante acerca del ochenio de Odría (1948-1956) y lo que algunos estudiosos denominan populismo y la salud pública; populismo o no, me hizo recordar mucho la situación actual, en la que debemos tomar decisiones importantes en salud, educación y reactivación económica a favor de quienes realmente lo necesitan(1).
El gobierno de Odría, caracterizado por la represión política y social, marcó también grandes hitos en la salud pública, la educación y la reactivación económica para las grandes mayorías y las clases medias del momento. Ejecutó grandes programas de desarrollo urbano, en los que la prevención en salud y su planteamiento como pilar de transformación urbana y social fueron notorios; construyó complejos urbanos con diseños innovadores para el ejercicio del deporte al aire libre, con grandes espacios verdes y estructuras para la integración social, dándole a la vez énfasis al desarrollo de la educación dentro de estos complejos. Durante el ochenio se construyeron los colegios conocidos como Grandes Unidades Escolares, y grandes hospitales que hasta el día de hoy son el sostén de la salud publica en el país; esta infraestructura, y la instalación de las Juntas Nacionales de Asistencia Social, priorizaron la salud y la educación durante ese período.
Qué parecido el contexto de lo que se necesita ahora, ¿verdad? Si, Odría fue un dictador, pero un dictador que no hizo mal su trabajo como gobernante; si bien el populismo fue lo que marcó los hitos en paralelo, su gobierno tuvo un gran apoyo de los sectores populares, y definitivamente produjo un cambio histórico a partir de los procesos de migración, que modificaron el paisaje urbano: el gobierno proporcionó un mejor estilo de vida o wellbeing a una población altamente hacinada y olvidada.
Odría puso en marcha grandes programas de comunicación social a favor de la higiene, los beneficios del deporte en la infancia, la lucha contra las enfermedades comunicables y la salud materno infantil; su mayor aporte -creo yo- fue que durante su gobierno se aumentó el presupuesto de salud de un 7% hasta un 12 % del PBI nacional: nunca antes se había tenido una cantidad de dinero tan grande destinada a la salud. Las grandes obras sociales y arquitectónicas estaban bajo la potestad del ministerio de salud, recién creado. Ese ministerio operó bajo lo que considero el enfoque correcto: la prevención primaria antes que la cura secundaria del enfoque biomédico.
¿Por qué hago énfasis en esto? Porque es lo que se necesita exactamente en estos momentos de pandemia: una reconstrucción estructural arquitectónica de las ciudades y de todas sus componentes, dirigidos a mejorar el bienestar y el buen vivir de las poblaciones urbanas, en la que se priorice la prevención de salud, y que se base en los espacios verdes al aire libre, para la práctica del deporte, la recreación y la educación.
Odría consideró esto una inversión, en lugar de ver como un gasto un proceso de mejoramiento ciudadano: considero que entendió perfectamente la frase “Sin salud no hay progreso”. Como nos ha demostrado la pandemia actualmente, sin salud no existe ni resiste la economía. Pienso entonces que, con sus distancias y paralelos, este es el momento adecuado para repensar la salud y la reactivación económica, no desde un punto de vista populista, si no más bien desde uno pragmático: años de experiencias pasadas nos demuestran que hay que priorizar la salud sobre el interés económico, algo que además repercutirá en la popularidad de los gobernantes.
Ese es un plus inesperado que deberían tener en cuenta las clases gobernantes del momento, tanto el gobierno del presidente Castillo como el Congreso de la Republica. Si ambos aprendieran del pasado, comenzarían a entender que más se gana con obras que de verdad favorezcan a grandes sectores y que hagan un cambio real en la vida de las personas. Ojalá los poderes del Estado dejen esta lucha intestina, y comiencen a pensar en el futuro de un país que es de todos.