Cuando se conmemoran este tipo de fechas, y a pesar de que pueda tener una carrera productiva -algunos podrían hasta decir “exitosa”-, recuerdo que ver pasar un hombre a lo lejos en un lugar oscuro, siempre me amedrenta; si alguien me grita cosas en la calle, me quedo muda y no sé qué responder. Recuerdo que aun con mis 45 años soy incapaz de encarar a algún asqueroso en el transporte público.
Si, es difícil para mí, que en esta etapa de mi vida tengo todo lo que necesito y he deseado, podríamos decir; mis hijos pueden decir que soy una mujer empoderada, que les he enseñado que las mujeres pueden ser y hacer lo que deseen. Sin embargo, mi temor por ser mujer siempre está presente, mi valía siempre está en entredicho, mi moralidad siempre está en la cuerda floja, y mi vida siempre estará por debajo de los estándares de muchos, solo por ser mujer.
Sólo por ser mujer.
Históricamente, las mujeres hemos sufrido doblemente el embate de la pobreza y del clasismo. Sin embargo, esto no fue siempre así: reconocidas historiadoras como Maritza Villavicencio o Rita Segato, están alzando la voz y dejando claro que existen pruebas arqueológicas e históricas de que las mujeres habrían tenido otro tipo de estatus en las sociedades antiguas, y que este es el momento preciso para sacar a relucir estos hallazgos.
Pese a esos antecedentes, en la actualidad aun sufrimos el embate de siglos de sociedades patriarcales alrededor del mundo; en Latinoamérica, 500 años después de la Conquista nuestros países son en su gran mayoría machistas, con promedios de violencia increíbles. En el Perú, por ejemplo, en lo que va del año más de 100 mil mujeres han sufrido violencia doméstica.
¡Cien mil mujeres!
Esta pandemia ha sido una clara demostración de cuanta discriminación y violencia enfrentan las mujeres en todos los ámbitos, clase sociales y círculos profesionales. En un reciente artículo acerca de la disminución de la producción en mujeres científicas y su relación directa con el aumento de las responsabilidades domesticas causadas por la pandemia y el confinamiento consecuente, los datos mostraron que hubo una disminución de cerca de 20% en los meses de marzo y abril del 2020; así mismo, el artículo muestra que en lo referido al estudio del COVID19 las mujeres tuvieron mucho menos participación, comparada con la de sus pares varones.
¿Podríamos llamar violencia a esto? Por supuesto; no es la violencia que mata, pero si la que invisibiliza, la que distrae, la que hace mella, la que nos condena a una vida de oscuridad en un mundo de hombres.
Y aunque estos ejemplos tal vez no tan trágicos como otros -como las niñas que son obligadas a casarse siendo adolescentes, o las que sufren ablaciones en África, o las violadas por sus parientes cercanos, o las mujeres asesinadas todos los días por su pareja romántica- podemos darnos cuenta de que la violencia contra la mujer está completamente arraigada desde los pequeños actos hasta los más profundos y dolorosos.
Por si fuera poco, nuestra vida como mujeres crece marcada por el peso de la culpa, la duda y la conmiseración; una se repite ciertas frases una y otra vez: ¿habrá sido mi culpa? ¿Mi pantalón estuvo muy ajustado? ¿Mi camisa está muy apretada? ¿Mis senos son muy grandes? ¿Soy suficiente? ¿Por qué me pega, tal vez yo tengo la culpa? Tal vez yo sea la mala…
Así, innumerables dudas e interrogantes nos hacen sentir inseguras, sucias, y muchas veces culpables, cuando definitivamente no lo somos; somos seres libres, llenos de amor y del poderoso don de dar vida, un don incomparable por el cual hemos sufrido miles de años de opresión.
Nosotras, con nuestro poder de dar vida, con nuestro don de socializar y lograr soluciones sin competir, con nuestro don eterno de la maternidad y del amor, somos más poderosas que nadie; no por manejar nuestras finanzas o tener autonomía, no: nuestro poder radica en nuestra manera de enfrentar la adversidad, de lograr dar de comer a nuestros hijos aún en las circunstancias más terribles, de luchar en contra de la opresión con todas nuestras fuerzas, y salir victoriosas.
Aunque hoy conmemoramos el día de la no violencia contra la mujer y hubiera sido posible mostrar lo mal que la pasamos, creo que es mejor mostrar lo bueno que podemos tener a pesar de todo: lo fuertes, lo maravillosamente resilientes que podemos ser, porque nosotras, las mujeres somos maravillosas.
¡Nos queremos vivas siempre!