Hay varios factores que coadyuvaron a evitar la vacancia presidencial. Entre ellas – la más importante-, la cohesión del bloque de centro, forzada también por la coyuntura como la caída del audio bomba de Cuarto Poder, la presencia en el país del secretario de la OEA y el envalentonamiento de los promotores de la vacancia. Más allá, a todas luces, de la fallida intentona golpista, el gobierno de turno tiene que darle una cabal lectura a la realidad.
La vacancia va a ser una constante en los planes de la oposición conservadora e intolerante, incluso posibilitada por el propio presidente Pedro Castillo. La tabla salvadora tampoco puede ser un instrumento de gestión del gobierno. El actual contexto nacional e internacional, generado por la pandemia con saldos sociales desfavorables, amerita explorar otras perspectivas que priorizar los intereses de quienes buscan la impunidad.
En estos primeros cinco meses de gestión, el gobierno no ha logrado consolidar una hoja de ruta clara, no solo porque está acorralado por la oposición, sino también por sus propias debilidades. El giro dado hacia el centro izquierda implicó más una salida a la crisis inaugural que garantizar el nuevo espectro político que demanda la población que, por supuesto, no se trata de una nueva Constitución.
El proceso político de los 90 no ha terminado. Las bases establecidas por Valentín Paniagua para recuperar la democracia y la institucionalidad quedaron inconclusas como tantas obras públicas. Alan García, que prácticamente inventó el fujimorismo, lo reinventó a inicios de este nuevo siglo cuando pretendió traerse abajo al gobierno de Toledo, que, por lo demás, no hizo nada extraordinario para consolidar nuestra débil democracia. Los sucesivos gobiernos siguieron la ruta con piloto automático, con el Lava Jato, el Club de la Construcción, los petroaudios, los Cuellos Blancos, a cuestas. Es decir, fue la construcción del segundo nivel de los 90 con las excepciones del caso.
Bajo esta mirada, la unidad del centro político en el Congreso, que posibilitó archivar el primer intento de vacancia, tiene la enorme responsabilidad de construir una coalición por la gobernabilidad, la democracia y el desarrollo. No se trata de salvar y salvar al actual mandatario, sino de construir un nuevo ciclo político. Hay muchas experiencias al respecto. Lo más cercano es lo que hizo la Concertación en Chile, después de la caída del dictador Pinochet o lo que acaba de suceder en Alemania con la conformación de la coalición denominada “semáforo”.
Si el gobierno de Castillo no apuesta por construir una gobernabilidad de consenso, con una coalición de centro, que aglutine incluso a todo Perú Libre, así como a sectores independientes y con una clara visión de país de corto, mediano y largo plazo, no va a durar mucho en el cargo. La idea tampoco es generar repartijas ni alejarse del pensamiento social. Todo lo contrario. Se trata de emular exitosas experiencias concertadas que lograron el desarrollo de muchos países a lo largo de la historia. Todo en democracia.