Con información de El País
A Avelino Guillén se le hacían largas las horas de espera frente a la puerta del despacho de Pedro Castillo.
“Ahorita le atiende el presidente”, le calmaban los asesores. A esas alturas Guillén, ministro de Interior, ya había denunciado que dentro de la policía peruana operaba una mafia que vendía ascensos y traslados por 20.000 dólares. A la cabeza, según su versión, estaba el general Gallardo, el jefe de todo el aparato policial.
Sin saberlo, el ministro había tocado un nervio sensible del sistema instalado en las estructuras del Estado desde tiempo inmemorial. Notó de inmediato un distanciamiento insalvable con Castillo, al que había apoyado en la campaña electoral y había ofrecido su prestigio como el fiscal que encarceló a Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Ahora se sentía solo, algo que se acrecentó aún más cuando descubrió que el jefe de policía se había reunido más veces con el presidente que él, seguramente sin que le hicieran esperar.
Guillén dimitió y provocó la tercera crisis del Gobierno de Perú en apenas seis meses. Su historia, en resumen, es la de un abogado de 67 años que al llegar al punto más alto de su carrera encontró que todo estaba podrido. Alto, de cejas pobladas y con raya del pelo en medio, Guillén nos recibe en su apartamento cuando ya se ha hecho de noche ahí fuera, en pleno verano limeño.
Pregunta. ¿Sale muy decepcionado de este trayecto político?
Respuesta. Sí. Uno nunca piensa que una participación en una función pública puede terminar de esa manera. Es una decepción. Aunque era previsible porque había algunos indicios que hacían vislumbrar un escenario como el que se ha dado.
¿Cómo cuáles?
Es un Gobierno que se está manejando de manera errática, sin tener un objetivo definido. No existe una cohesión en el equipo ministerial. La estrategia del presidente Castillo siempre ha sido la de elegir a los integrantes del consejo de ministros como un archipiélago, como islas.
¿En algún momento vio alguna escena que le ilustrase esa manera errática del presidente?
El presidente está como desconectado de la realidad. Déjeme explicarle: él no se informa, y no es solo leer determinado periódicos o ver los medios, sino revisar algunas revistas especializadas, tener un diagnóstico de la realidad y de los problemas que está padeciendo el país de manera directa. Y luego esa lista de problemas -y retos que tiene que afrontar el Estado peruano- discutirla con los ministros, analizar y encontrar salidas.
Eso no se notaba. El presidente dependía única y exclusivamente de la información que proporcionaban los asesores, y eso es bien delicado, porque los asesores le podían brindar una información sesgada o limitada. En los ambientes de Palacio que ocupaba el señor presidente nunca he visto medios ni periódicos o televisión encendida con algún informativo.
¿Esa influencia de los asesores cobró mayor peso a medida que pasaba el tiempo?
Yo inicié el 4 de noviembre y no eran visibles. Desde diciembre aparecían con mayor presencia, en las afueras del despacho del presidente siempre estaban allí. Uno entraba a conversar con él salía, y ellos de inmediato entraban a enterarse.
Usted alertó al presidente de graves problemas de corrupción en la policía causados por el comandante general. ¿El presidente comprendió la importancia de lo que planteó?
Cuando le explico la problemática policial, como que no calibró, no sopesó la magnitud del problema que se avecinaba. Dijo: les voy a dar tiempo para que se arreglen, como que fuera una discrepancia de ideas entre compañeros de trabajo, cuando era un tema muy delicado y que se venía arrastrando desde diciembre. El problema surge por la decisión del alto mando policial de pretender pasar al retiro a los mejores oficiales, y hubiera sido una gran pérdida para la Policía Nacional.
¿Le mencionó el riesgo de desmontar la unidad de la policía que apoya las diligencias fiscales que investigan la corrupción de políticos?
Le dije que para que realmente la policía pudiera enfrentar adecuadamente la delincuencia era necesario contar con los mejores policías.
¿El cambio de esos policías era para perpetuar cierta corrupción?
El objetivo de mi gestión era hacer una reforma integral. O se hacía una reorganización o se hacía una labor quirúrgica para sacar los malos elementos en los altos mandos. Y queríamos hacer lo segundo porque este Gobierno no tiene la fortaleza para llevar adelante una reforma policial. Ese era el objetivo, pero nos chocamos con una pared inmensa. Yo nunca imaginé que el presidente no me iba a respaldar.
¿El presidente hablaba directamente con el jefe de la policía?
Muy frecuentemente, incluso tiene una mayor cantidad de ingresos a Palacio de Gobierno que yo. No es normal que el comandante general de la policía despache con el presidente en ausencia del ministro. El ministro tiene que despachar con el presidente y punto. El comandante general, espera.
¿Y cómo le vuelve a insistir, le escribía por WhatsApp al presidente?
Sí. Siempre mi comunicación ha sido por WhatsApp.
¿Y él contestaba?
Claro. Cuando le pedía una cita inmediatamente accedía, pero eso fue hasta que surge el problema. Allí se produce un vacío.
¿Y cómo es ese vacío?
Ya no hay convocatoria. La última vez que conversé en persona con él fue el viernes 14 de enero. Ahí quedamos en que yo le planteé que el general Gallardo tenía que pasar al retiro. Él dijo: lunes o martes conversamos porque esto se tiene que solucionar ya. Le llevé el proyecto de resolución de pase al retiro (de Gallardo), y de ahí ya no volví a conversar más hasta el día que aceptó mi carta de renuncia.
¿Y entre medias qué pasa?
Le he escrito en una oportunidad haciéndole recordar que teníamos que atender asuntos urgentes del sector Interior y no me respondió.
¿Le dejaba en visto?
Sí lo leía, claro que sí. Pero no contestaba.
¿Cuándo decide que esto se acabó?
Cuando se produce la entrevista con el periodista César Hildebrandt. Él demuestra que está perfectamente enterado del problema y no quiere asumirlo.
¿Cómo es una conversación con Castillo?
Tranquila, así como estamos conversando, sin levantar la voz.
Para media humanidad Castillo es un misterio, usted lo ha tratado de cerca, ¿Cómo explicaría quién es realmente?
El presidente Castillo es un enigma. No profundiza su línea de pensamiento, no expresa ni explica cosas en las que debería ser muy claro. Es un misterio. Es muy difícil conocer cuál es la linea de pensamiento del presidente Castillo. Ninguna persona está en capacidad para explicar cómo piensa.
A menudo cambia de ideas, una constante desde que está al mando de Perú.
Es lo que ocurre porque no se sincera.
¿Y cuál es la consecuencia?
La principal debilidad del régimen del presidente Castillo es la permanente indefinición de lo que piensa hacer con el país. ¿Cómo quiere que lo recuerden a él? ¿Qué es lo que está haciendo por el país? ¿Hacia dónde va? Estoy seguro de que ningún ministro tiene respuesta para eso.
¿Qué nivel de candidez hay en Castillo?
Creo que es un tipo sagaz pero que tiene un concepto equivocado de cómo se maneja el país. Piensa que a través de la confrontación permanente se puede avanzar y eso no es lo correcto. Tiene suerte de que tiene al frente a un Congreso muy débil, que reacciona con el hígado, y le permiten presentar este tipo de gabinetes.
Con algunos ministros muy cuestionados en lugares claves, como en Sanidad.
Persiste en el error, no hay plan. Es alguien que se ufana de ser un Gobierno del pueblo, pero el pueblo lo que más exige es salud y justicia. Y son los puntos más débiles de este Gobierno. Se llena la boca invocando al pueblo, al pueblo, al pueblo, pero es una palabra al vacío porque no tienen el más mínimo respeto por el pueblo.
Le hemos oído decir que no se trabaja con seriedad en Palacio. Es algo muy grave.
Es una extrema informalidad. Un ejemplo de informalidad es que la Contraloría advirtió que las reuniones del señor presidente tienen que ser en su despacho, en Palacio, y eso fue en los primeros días (del Gobierno). Y a pesar de eso, persistió en la conducta de las reuniones en Sarratea (la casa privada de un paisano de los Andes). ¿Por qué? Eso es desobedecer la norma.
¿Pero eso es porque hay detrás un plan corrupto o porque el presidente no atiende las normas?
Esa es la gran duda. El presidente creo que no percibe bien que es un servidor público, que es una persona que ha sido elegida para cumplir determinadas tareas. Piensa que puede hacer lo que le da la gana. Por eso presenta al ministro de Salud[muy cuestionado por los colegios de médicos] y punto, y se acabó: porque es parte de una cuota partidaria. Y seguramente ni sabe quién es.
Parece enfadado.
Lo que hay es una frustración. Nosotros respaldamos a Castillo porque pensábamos que un representante del pueblo podía hacer un buen Gobierno. Pensábamos que después de 200 años por fin vamos a tener un manejo directo del destino del país, para demostrar que nosotros también lo podemos hacer bien… y nos encontramos con esta situación.
El establishment ha ayudado poco.
La extrema derecha, desde que ganó Castillo, ha empezado una feroz campaña de un boicot para perturbar e impedir que este Gobierno pudiera asentarse. Pero eso no es justificación para un cúmulo de errores imperdonables.
¿A quién se refiere cuando dice que también nosotros pudiéramos hacerlo bien?; ¿la izquierda?
No, a los que no somos de la clase política. Yo me siento una persona alejada de la izquierda. Me refiero a las personas comunes y corrientes que no tenemos vinculación con la política y que podemos aportar. En las tareas que yo he asumido en el Estado he tratado de servir lo mejor posible, tratando de que la gente entienda que se puede trabajar con integridad y honestidad: que un servidor público puede ser honesto.
Castillo ha criticado que sus exministros den entrevistas.
Uno tiene el deber de explicar a la población las razones por las cuales uno se está alejando de un Gobierno. No tiene por qué haber un pacto de silencio y de ocultamiento de hechos. La función pública es eso, es pública. Y no tiene por qué ser oculto.
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