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martes, enero 21, 2025

MARIA ELENA MOYANO, 30 AÑOS DE BATALLAS POR LA MEMORIA

Hoy se cumplen 30 años del asesinato de María Elena Moyano, dirigente de organizaciones de base, autoridad política, militante de izquierda y luchadora por los derechos de las mujeres. Tanto su protagonismo político y social como las terribles circunstancias de su muerte la han convertido en una de las memorias emblemáticas de la historia del Perú contemporáneo. Memoria que no ha estado exenta de complejidades y batallas por las apropiaciones del sentido de su legado.

Si bien la memoria de María Elena Moyano ha sido invocada recurrentemente para recordar a los peruanos la brutalidad de Sendero, es también su protagonismo una bandera de lucha levantada por el movimiento feminista y las organizaciones de izquierda. Estos espacios, han tratado de reivindicar su sueño por la organización de mujeres y descentrar su legado del símbolo de paz despolitizado que la derecha y los relatos mediáticos han impregnado alrededor de ella.

Moyano, fue una mujer afrodescendiente, dirigente social, autoridad política y militante de base. Ejerció liderazgos en espacios sumamente masculinizados y se enfrentó con vehemencia, tanto al terror instaurado por Sendero Luminoso como a las políticas neoliberales del fujimorismo que afectaban a los y las más humildes. En esa tarea María Elena puso el cuerpo y puso la vida.

Su propia voz fue recogida y organizada en el libro María Elena Moyano. Perú en busca de una esperanza[1] editado por la escritora feminista Diana Miloslavich. Los textos presentados en esa publicación, dan cuenta que fue una mujer de ideas de avanzada, que apostó por la participación política de las mujeres en un momento atravesado por la violencia y la desigualdad. Al respecto señala:

“Las mujeres han dado en estos últimos años una demostración efectiva de lo importante que es participar y hacer política en la propia práctica. Nosotras no nos hemos quedado en el solo hecho de hacer oposición, nosotras hemos combinado el reclamo, la denuncia y la lucha con la participación práctica.”

En sus textos también da cuenta de las dificultades y resistencias para las mujeres al interno de sus propias organizaciones políticas.

“Pensamos que podría postular para ser elegida candidata a la alcaldía de Villa El Salvador en las elecciones internas de Izquierda Unida, pero al final se decidió que, dada la escasa fuerza con la que cuenta la mujer en ese frente político, se nos otorgue el puesto de teniente de alcalde. Y este es el cargo que ahora estoy desempeñando, gracias al voto de adhesión de las mujeres y de mi comunidad.”

María Elena fue retratada a menudo como la madre coraje por su liderazgo en las organizaciones sociales de base dedicadas a la subsistencia, sin embargo, para ella la organización fue un camino de aprendizaje y autonomía, un espacio de consciencia sobre las desigualdades de género en el que lo personal se volvió político:

“Los comedores han permitido que la mujer salga de su espacio privado, de su hogar, a un espacio más público, un espacio comunal. En ellos no sólo se tratan cuestiones de alimentación y sobrevivencia, también se tratan problemas de carácter personal y de género: por ejemplo, cuando una mujer es golpeada y maltratada por su compañero.”

Como dirigente y autoridad, también encarnó las contradicciones y costos personales de trasgredir los roles tradicionales de género. En el documental Semilla de Paz, su madre confiesa haber percibido como un defecto el que le dedicara tanto tiempo a las mujeres y a la comunidad. Posteriormente entendió la lucha de María Elena al entrar ella misma a activar en la organización.

“Quiero brindar un reconocimiento a mi madre, por ella pude dedicarles tiempo a ustedes, porque ella se dedicó a cuidar a mis hijos.  El día de la política del fujishock ella entró a la FEPOMUVES y coincidentemente ingresa cuando yo dejo la presidencia, yo dejo a la presidencia pero dejo a mi madre en las bases.”[2]

Recordemos pues a María Elena por su propia voz, sus escritos dejan claro que para ella la mejor respuesta a la violencia subversiva y a la de las políticas estatales, debía surgir desde un proyecto político íntegro e igualitario que levantara banderas de justicia social y en el que las mujeres fueran la punta de lanza.

Hace 30 años dinamitaron su cuerpo, pero como una Inkarri hembra su corazón se multiplicó y empezó a latir en las miles de mujeres organizadas que persiguen el mismo sueño, un país de igualdades plenas para todas y todos.

[1] Diana Miloslavich Tupac (Coord.) María Elena Moyano. Perú, En busca de una esperanza, Madrid 1993

[2] Calandria, María Elena Moyano, Semilla de Paz, Lima 1992

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