No es usual que un escritor dedicado a la pura ficción, más aún si ella trata sobre historias inventadas de espionaje y suspenso, nos cuente acerca de su vida. Pues bien, eso hace el renombrado John le Carré en este libro, “Volar en círculos”.
Transitar de “El espía que surgió del frío” o “El topo”, que además de magníficos relatos se convirtieron en notables películas, a escribir “Volar en círculos”, no debe ser tarea fácil, pero David John Moore Cornwell –el verdadero nombre de John le Carré- lo hace con mucha soltura y algo de picardía.
No se trata, sin embargo, de una autobiografía típica, aquella que empieza con los detalles de su nacimiento, su entorno familiar y cómo fue su desarrollo cronológico, sino de los momentos relevantes de su vida que el escritor considera que debe compartir con sus lectores. Allí está uno de los principales atractivos de este singular libro: en la atipicidad comparada con la literatura con la que se le identifica a John le Carré, a la cual se dedicó con incuestionable éxito. Pero hay algo más, igualmente destacable: el libro es distendido, divertido y diverso, y como cereza del pastel, está muy bien escrito.
Cómo se involucró David Cornwell en el mundo del espionaje, antes de convertirse en John le Carré, resulta curioso porque, según confiesa el escritor, fueron sus jefes del servicio secreto de Su Majestad quienes, con sus exigencias ortográficas, sus requerimientos gramaticales y sus órdenes para escribir siempre bien, le despertaron el interés por la literatura. Y después de cumplir algunas funciones que le sirvieron como insumos para estimular su creatividad, fue que John le Carré empezó a inventar historias de suspenso y a escribir libros sobre espionaje.
Pero, a la par que escribir, John le Carré también vivió y tuvo variadas experiencias, todas las cuales nos las relata con franqueza y buen humor. Porque son divertidas.
Siendo un joven funcionario de la embajada inglesa en Alemania, tuvo el encargo de acompañar a una delegación de parlamentarios alemanes a Londres. Después de cumplir el programa de actividades oficiales, los visitantes quisieron conocer hasta dónde llegaba la alegría liberada de la noche británica, y entonces hubo que coordinar citas nocturnas libidinosas.
Un diplomático ruso, en plena Guerra Fría, se le acercó a David para trabar amistad. Eran los tiempos en los que prestaba servicios de espionaje a la Corona británica. Ese tipo de contacto debía ser reportado inmediatamente a sus superiores, cuestión que efectivamente hizo. El acercamiento del ruso fue tal que David y su esposa organizaron una cena amistosa en su casa. Grande sería la sorpresa cuando el ruso asistió a dicha reunión íntima, no acompañado de su esposa, quien era la invitada, sino de Dimitri, el secretario de la embajada soviética. La tensión con la que se describe ese recuerdo lejano, por la versatilidad de la prosa del autor, llega a ser desconcertante y simpático al mismo tiempo.
Los encuentros personales que John le Carré sostuvo con distintas personalidades del mundo entero, a partir de su creciente fama y reconocimiento como escritor, constituyen relatos de cautivante atracción. Siempre hay un detalle singular. Tales son los casos de su cena con la Dama de Hierro británica, Margaret Thatcher; de la invitación que recibió del presidente de Italia, Francesco Cossiga, así como de las entrevistas, siempre rodeadas de sigilo y extremos cuidados, que sostuvo con Yasser Arafat y algunos líderes judíos.
La noche en la que John le Carré está cenando con el famoso poeta ruso, Joseph Brodsky, es de antología: en plena comida, entre un plato y otro, entra al comedor, pálida, la asistente de Brodsky para anunciarle que le acababan de conceder el Premio Nobel de Literatura. Era el año 1987.
El libro es, pues, un compendio de anécdotas de una descollante figura de la literatura como John le Carré, mostrándonos su lado humano, personal e íntimo; pero no para auto alabarse sino para mostrarnos el perfil de los sucesos que le tocó vivir. Por eso es que “Volar en círculos” se lee con placer, paladeando cada frase, saboreando el ritmo y la originalidad de cada experiencia.