Haruki Murakami escribiendo sobre música, béisbol, literatura, sexo y chicas, no debiera resultar extraño. Y si a esos temas se le agregan algo fantasioso y una distopía, el acierto es completo: eso es “Primera persona del singular”, su reciente libro. No se trata de una obra de gran aliento, como a las que Murakami nos tiene acostumbrados; ahora son ocho relatos cortos, cada uno con su propia historia, sin más vasos comunicantes que la fértil imaginación y la riqueza literaria del autor.
Dos jóvenes, un chico y una chica, se encuentran casualmente. No se conocen, pero la lluvia que se desata en el lugar en el que están, feroz e incontenible, hace que ella le proponga a él pasar la noche juntos. La casa de la muchacha quedaba más lejos –lo confirma subiendo al metro- y lo aconsejable era entonces que ella se ahorrase el largo camino de regreso en una noche tan inhóspita. Compartiendo la cama –Murakami sigue haciendo verosímil la historia-, la chica confiesa que es poetisa y le enseña a él la edición de su poemario, en presentación rústica preparada por ella misma. El día siguiente es otro día para ambos.
Otra historia. Él es un ferviente aficionado de la música. Le gusta Charlie Parker y Ludwig van Beethoven. El primero es un eximio saxofonista e ícono del jazz. Nadie que sepa de jazz puede ignorar quién es Charlie Parker, al que se le conoce con el apelativo de Bird. Beethoven no requiere presentación: es un clásico universal. Él escribe un artículo para una revista en el que comenta un disco de Charlie Parker y el Bossa Nova. Incluye la relación de las canciones del LP. Es pura invención, una fantasía: Bird murió siete años antes que apareciera el género musical brasileño. Aun así, hay quienes buscan el disco y otros que sostienen haberlo visto.
En otro relato, Murakami habla de sí mismo. Declara ser aficionado al béisbol desde muy chico. Se detiene a especificar el significado de aficionado (o fanático): alguien que disfruta de un ritual. En su caso, desde ir al estadio hasta estar allí. Son dos momentos de gozo supremo. Ir y estar. No importa si gana o pierde el equipo de tu preferencia. Pero también le gusta escribir. Y escribe, siendo muy joven, una Antología Poética. Murakami dice que solo vendió 300 libros. Sostiene que hoy en día cada uno de dichos ejemplares tiene un valor incalculable. Son de colección. Paradojas de la vida, termina diciendo Murakami.
La música sigue estando presente en algunos de los otros relatos. Siempre acompañado de la seductora prosa de Murakami, es un deleite descubrir el fenómeno de Los Beatles que, en su momento, marcó un antes y un después en varios niveles: el cambio radical en la música moderna; la inauguración de una nueva moda juvenil (el modo de vestir, el pelo largo); la catarsis de una generación; el anticipo del hipismo.
No falta un relato fantasioso. Es la característica de la siempre original literatura de Murakami. Esta vez es un mono que habla. Algún viajero se hospeda en un viejo y deteriorado hotel, ubicado en las afueras de un pueblo cualquiera. Alojado en su habitación, pide un servicio y se le presenta un simio parlante, quien trabaja en el establecimiento. Bebiendo juntos algunas cervezas, transcurre esa noche insólita en la que el mono confiesa que se siente menos que un humano, pero más que un animal. Su desconcierto es que no puede ser amado.
Haruki Murakami en “Primera persona del singular”, sin tratarse de una obra mayor, como lo fueron “La muerte del comendador” y “1Q84”, confirma la singularidad de su literatura y su siempre inagotable creatividad. Hay algo de magia, un poco de nostalgia y mucho de ironía.