La literatura es poesía y prosa. La combinación de ambas es lo que hace Alejandro Zambra en su reciente obra, “Poeta chileno”. La idea del libro es hacer un viaje, rodeado de poesía, entre dos de sus personajes centrales: Gonzalo, el padrastro, y Vicente, el hijastro. La incorporación de Chile en el título es una alegoría a su doble campeonato poético: dos Premios Nobel de Literatura: Gabriela Mistral (en 1945) y Pablo Neruda (en 1971).
Alejandro Zambra, un reconocido escritor chileno radicado en México, con “Poeta chileno” demuestra, con su prosa limpia, que es también un narrador antes que un poeta, pero como su esencia es poética no puede desprenderse de ella.
La historia empieza cuando Carla y Gonzalo se conocen y enamoran siendo muchachos. Así como sucede con el transcurso de los años, dicha relación termina y cada quien toma su camino. Gonzalo ya había empezado su preferencia por la literatura escribiendo algunos poemas. Carla había optado por cultivar sus atributos femeninos. Un encuentro fortuito hace que ambos reinicien su relación, con más años y otras experiencias. Aquí vale la pena una pausa: Alejandro Zambra tiene una prosa rítmica y sugerente: el reencuentro de Carla y Gonzalo tiene una apasionada relación carnal e íntima en la que él advierte que el cuerpo de ella, si bien sigue manteniendo su belleza, ya no es tan terso, tiene estrías. Carla tiene un hijo, concluye Gonzalo; y entonces aparece Vicente en el relato.
Gonzalo se dedica a la cátedra universitaria y a descubrir la poesía, a ser padrastro de Vicente y a escribir poemas. Nace entre ellos una cercanía entrañable que Zambra, con maestría literaria, va perfilando con discreción. Gonzalo se ocupa de Vicente como si fuera su propio hijo, antes que su amigo, que también le declara que lo es, por eso es que lo considera su hijastro, aunque la palabra suene tosca y poco entrañable.
La relación entre Carla y Gonzalo, sin embargo, termina inesperadamente. Aquí, nuevamente, la sensibilidad literaria de Alejandro Zambra vuelve a manifestarse para conmover: Vicente había sido ignorado en las implicancias de la ruptura. Repentinamente, de un momento a otro, Gonzalo dejó de ser padrastro y Vicente no pudo seguir sintiéndose hijastro. Hay varios sentimientos heridos, palabras no expresadas, huellas emocionales, en suma, dolor escondido, que esa separación produjo en Vicente, quien descubrió su gusto por la literatura y en especial por la poesía.
El relato sigue su curso, y de Gonzalo y sus inquietudes pasa a Vicente y su crecimiento, quien empieza a leer muchos poetas, sobre todo chilenos, a visitarlos y participar en sus tertulias, así como a escribir sus primeros poemas. Aparece una turista americana, quien lo inicia en los placeres del sexo y en las pulsiones del amor: serán el sedimento de sus nuevos poemas.
El círculo se cierra, el viaje poético termina, al ritmo de la cautivante escritura de Alejandro Zambra, cuando Gonzalo y Vicente vuelven a encontrarse al cabo de los años. Gonzalo había regresado a Chile de una estadía en Nueva York, y Vicente ya era un joven literariamente inquieto, poeta inicial, aunque todavía inseguro.
Otra vez, una pausa: Zambra reconstruye ese encuentro con una delicadeza que eriza la piel. Y es que hay poesía entre Gonzalo y Vicente. Tienen una larga conversación que cubre lo que se extrañaron, lo que no se dijeron en su momento, lo que olvidaron y ahora recuerdan, en fin, todo aquello que cada uno tenía guardado en el espacio de sus afectos.
“Poeta chileno” es una historia de la vida que Alejandro Zambra, con su arte y ternuras literarias, en prosa amigable, arropa de poesía, de creación poética, de poetas.
Alejandro Zambra, autor de «Poeta Chileno»