No se llamen a engaño: todos los Balcanes, excepto Grecia, pasarán a ser bolcheviques, y no puedo hacer nada para evitarlo. Tampoco puedo hacer nada por Polonia.
Winston Churchill, enero 1945.
El título de este artículo lo tomo de una película soviética, ganadora del premio Óscar en 1980 como mejor película extranjera, del director soviético Vladmir Menshov. Soy de la opinión, que para aquellos que no conocen la cultura rusa, y lo que fue la URSS (CCCP en ruso por sus siglas), sería interesante que pudieran ver este filme.
Para entender la cultura soviética y la actual rusa, hay que tener claro que más que otros países de Europa y América Latina, el pueblo ruso, según algunos estudiosos, es un pueblo con un fuerte contenido nacionalista y campesino. En la referida película, no solamente se aborda con profundidad las relaciones interpersonales de tres amigas que vienen del interior de la Rusia Soviética, veremos, además, cómo en la primera sociedad socialista (socialismo real, como ellos le llamaban) la lucha de la mujer es fuerte, buscando imponerse en esa sociedad que planteaba igualdad solo en la propaganda hacia Occidente. Era una sociedad totalmente “machista”, a pesar de las imágenes que el Partido Comunista Soviético “vendía” al exterior, ejemplo claro fue que tuvo la primera mujer cosmonauta- Valentina Tereshkova-. Se destaca en el laureado filme el nivel de alcoholismo de su población. No era de extrañar en invierno que la milicia -policía- soviética recoja personas de la tercera edad, muertos por congelamiento en los parques de las grandes ciudades. Personas mayores con un gran nivel de frustración, para los que el vodka se volvía su compañero de ruta.
Otra cuestión importante, era la discriminación étnica, en especial en ciudades y en los barrios de Moscú. Esto era un serio problema. Hay que tener presente que, en el año1980, cuando se dio a conocer la película, esta fue el preludio de lo que vendría después con la “perestroika” y el “glasnost” (reformar el socialismo desde adentro y la transparencia).
Dentro de la cultura rusa y siguiendo, el hilo conductor de este filme, se retrata la problemática que a veces la izquierda pro soviética en algunos países trataban de ignorar. La película se inicia con la destalinización emprendida por Nikita S. Kruschev el cual nació en la frontera con la Ucrania actual, y que fue de los imperios zaristas y soviético. Termina este largometraje en los años 70, bajo el mandato del ucraniano Leonid Brezhnev, autonombrado Mariscal de la Unión Soviética y dos veces héroe de la URSS. Casualidades de la vida. El hombre fuerte, el gobernante de hierro, siempre ha sido venerado en Rusia. El zar más admirado hasta nuestros días, es Pedro el Grande, creador y fundador de San Petersburgo, mirando al mar Báltico y a Europa; buscaba hacer de Rusia un país más europeo y una aristocracia refinada. Por eso no es de extrañar, que nadie mueve a Lenin de su mausoleo, y que Stalin a pesar de sus crímenes, aún tiene seguidores. Personas mayores de 40 años, anhela los tiempos de la Unión Soviética. Los hombres “duros” son los que gustan en Rusia. Como anécdota, tenemos que, de los líderes extranjeros, el más aplaudido en los Congresos del PCUS, era Fidel Castro. Es la imagen que vende Vladimir Putin: “el macho man”. La población rusa nunca ha vivido en democracia, los años de Putin, han sido las de un autócrata, aunque celebren “elecciones”.
¿Y Putin? En el 2005 en un discurso, Vladimir Putin expreso con dolor que las dos desgracias geopolíticas de Rusia fueron la venta de Alaska a los Estados Unidos y la desaparición de la URSS. El orgullo ruso está muy arraigado, no importa el régimen político. Cambiaron la letra del himno, pero no su música que inspiraba la gloria rusa-soviética. Putin es un convencido de la grandeza rusa, incluyendo su Iglesia ortodoxa. Es un revés a la idea del académico polaco norteamericano Brzezinski, que planteó que, con la caída de la Unión Soviética, ésta sería un agujero negro y que su mejor postura era de una potencia mediana. Pero no contó con el fuerte nacionalismo ruso, ni con la Doctrina Breznhev, (Soberanía Limitada, invasión a la ex Checoslovaquia)), que, aunque fue hecha bajo la égida soviética, vendría otro ruso a ejercitarla con la invasión a Ucrania.
Cuando analizamos que sucedió con la nación rusa, después de Lenin (leninismo, interpretación del marxismo para un pueblo semi feudal) tendremos una geopolítica para los pueblos circundantes de Rusia, vista desde un ángulo clasista; y posteriormente, observaremos además como su sucesor, Stalin fue cruel, sometiendo al pueblo ruso, sino especialmente a los ucranianos con la colectivización forzosa, para hacer más productivo, según él, el rico suelo ucraniano y la masa laboral campesina. Ucrania, el granero de la URSS, pasó a ser una nación cautiva y esclavizada. Pero las posteriores administraciones soviéticas no cambiaron en mucho la férrea represión y las libertades civiles, desde Kruschev, después la posterior llamada “Troika” integrada por Podgorni, Kosygin y Brezhnev, hasta que gobernó este último gobernó como máximo líder. Con una gran desvinculación de las masas por parte de la llamada “nomenclatura” (algo que fue criticado por el Che Guevara, y le trajo problemas con el sector pro soviético del PC cubano).
De cierta manera, mi experiencia al conocer a los rusos-soviéticos, tener conocidos y amigos, a todo el que haya estado allí, estudiando, vacacionando o viviendo, les ha producido la sensación cultural y política, (quizás no sea la expresada por Guevara),de una sociedad que a pesar de las limitaciones económicas y de libertades civiles que vivió la población, existe un gran ego al sentirse soviéticos-rusos, y esto es igual tanto en hombres y mujeres. Les inspira un gran orgullo y satisfacción. No hay que olvidar que los rusos a la Segunda Guerra Mundial (perdieron más de 25 millones de vidas soviéticas) le llaman la Gran Guerra Patria. El valor demostrado por los soviéticos en el acceso y cerco a Stalingrado (hoy Volgogrado), el rechazo a las tropas nazis en las inmediaciones de Moscú y la resistencia sin paragón de Leningrado (hoy San Petersburgo) fue de un heroísmo tremendo. Destacando al gran estratega militar el Mariscal Gueorgui Zhúkov (la envidia de Stalin), el artífice de la derrota hitleriana. Si los aliados no hubieran desembarcado en Normandía y creado el segundo frente, las tropas del Ejército Rojo no hubieran parado hasta el Atlántico portugués.
De ahí es que, después de las muertes seguidas de dos líderes ancianos, Andrópov (ex jefe del KGB, las siglas del Comité Estatal para la Seguridad) y Chernenko, la nomenclatura del Partido Comunista, se percató de que había que buscar sangre nueva. Vino Gorbachov, creyendo que una sociedad como la soviética, que añoraba la vida occidental, respetándolo como rusos, y que además están compuestas por varias nacionalidades, podía ser transparentada desde adentro. Un imposible, un sueño.
Vino, el que fue expulsado en cierto momento del partido, Boris Yeltsin, el hombre que “desintegro” a la Unión Soviética, que quiso hacer de este país una democracia occidental, pero sus ambiciones personales y el alcoholismo lo llevaron al desastre a él y al pueblo ruso. Tuvo que venir un hombre con ese orgullo ruso, un ex KGB, adiestrado en ese servicio de inteligencia (en donde la mayor confianza es la desconfianza) educado en la filosofía rusa de la grandeza y del enemigo occidental, pero sobre todo el nacionalismo ruso. Rusia, una tumba de imperios. Napoleón y Hitler los sufrieron con el “Mariscal Invierno”, lo sufrieron otros pueblos bárbaros que anteriormente quisieron conquistarlos.
La conquista del espacio por los rusos es parte del orgullo de su nacionalidad, desde la famosa perrita “Laika” hasta las estaciones espaciales “MIR”. El ir a la Luna, no fue algo que le entusiasmara, ningunearon a los norteamericanos, ahí no había nada, sólo fue un golpe propagandístico yanqui. A los rusos, siempre les interesó y les interesa más la exploración de Marte.
Para Vladimir Putin, Ucrania, no solo es un cordón de seguridad, sino que en la mente de él aún está los imperios zaristas y soviéticos, y todo su entorno. La idea de Putin es la siguiente, según expresó en una entrevista: “Tengo la convicción de que sólo es posible garantizar la seguridad mundial con el concurso de Rusia, y no tratando de marginarla y de debilitar sus posiciones y su capacidad de defensa”, así Putin aboga por una Rusia fuerte: “A Rusia sólo se le respeta y se le toma en serio cuando es fuerte…”. Moskovskia Novosti (www.viejotopo.com)
En eso se enmarcan dos estrategias: en lo militar, la doctrina de la “tierra arrasada”, (Pedro el Grande, Stalin y ahora Putin), invadir y dejar carente de recursos al enemigo y en lo diplomático la teoría del “agotamiento”, es decir, en las negociaciones agotar el ego de tu oponente, hasta que físicamente estés cansado. Además, Putin, que es un aficionado de la historia, aprendió de la debilidad de Kruschev frente a los EEUU con la crisis de los misiles cubanos y de los vietnamitas frente a los norteamericanos en la década de los 70’en las conversaciones de Paris, cuando agotaron a Kissinger hablándole de la teoría marxista en la mesa de negociaciones, mientras avanzaban en la famosa “ofensiva del tet”.
Si alguien retrata con fidelidad ese orgullo ruso, post soviético, el de una generación de rusos de distintas clases sociales, es el político y académico británico Peter Turcott, en un magnífico libro sobre Vladimir Putin. Cito:
“Putin no es un individuo único. Como él mismo dijo, es un típico producto de la educación patriótica soviética, Es también el típico exponente de una generación de oficiales intermedios y cultos de la KGB. Putin y sus contemporáneos no son cerrados en su cosmovisión como eran los veteranos de la era de Brezhnev, pero, después de todo, siguen siendo hasta la médula hombres de la policía secreta: inteligentes, leales, disciplinados y patriotas. Estas fueron las cualidades que la “familia” de Yeltsin vio en él en aquellos primeros días, y las que lo marcaron para ocupar el más alto cargo”.
(Vladimir Putin, Líder de la nueva Rusia, Editorial El Ateneo, Buenos Aires,2005)
Cierro este artículo con lo siguiente: a los rusos y su líder. Una vez más condenamos la invasión rusa a Ucrania. Espero que las mentes racionales triunfen, y darle “un adiós a las armas”. Los ucranianos son sus hermanos. Crear una Ucrania independiente y neutral es lo mejor para ambas naciones, para Europa y nuestro pequeño planeta.