Una mirada más integral al problema de la calidad educativa tendría que tratar un campo mucho más amplio de variables que el caso particular de un Presidente que plagió en su tesis de maestría. En verdad son dos problemas diferentes: uno tiene que ver con la moral del Presidente, el otro con la educación peruana. El problema político que debería estar acaparando nuestras discusiones debiera ser este segundo. El primer problema, el del presidente que salva una tesis con mentira, es resultado del anterior. No obstante, nuestros políticos están más empeñados en sus juegos de poder que fácilmente olvidan lo importante al centrase solo en lo conveniente.
¿Qué es lo importante? La situación caótica de la educación (y quisiera centrarme especialmente) en el posgrado en nuestro país. Los estudios de posgrado surgen con un fin reflexivo en una disciplina. Se trata del carácter reflexivo que se espera de un Maestro que enseñará dicha disciplina a los iniciados. En el caso del Doctorado, ese carácter se espera sea aún más profundo, de manera tal que el Doctor logre una reflexión filosófica de su propia especialidad; es decir, que sea capaz de discutir sus métodos, los contornos de su disciplina, su vocabulario, etc. Si bien así nacieron los estudios de posgrado, la realidad ha variado un poco en la actualidad. Dos circunstancias la han hecho variar: por un lado, las distintas especialidades han desarrollado un mayor número de teorías y técnicas que hace imposible que estas pudieran verse concentradas en los 5 años que dura la licenciatura. Como resultado, los estudios de posgrado significan ahora el momento de la especialización. Es decir, ya no se estudia un posgrado para entrar al espacio reflexivo de la especialidad, sino principalmente para completar lo que los años de licenciatura no pudieron lograr. Por otro lado, la competencia entre profesionales por cada puesto de trabajo ha hecho del posgrado el elemento diferenciador con el cual conseguir el puesto que se anhela. Así pues, en las últimas décadas, los estudios de posgrado han mutado de filosóficos a prácticos. Por supuesto, mi interés no es renegar de dicha transformación, sino solo describirlo para entenderlo.
En verdad, la debacle del posgrado no la encontramos en dicha transformación. La solución a tal situación era simplemente diferenciar tipos de posgrado, unos más filosóficos (para la enseñanza y la investigación) y otros más prácticos (para la especialización). Si bien esta situación era un desafío, en sí misma no era causal de una debacle. Las causas de esta debemos buscarla en la mercantilización de los programas del posgrado, en esa cultura del todo vale que se manifiesta tanto entre los que ofertan sus programas de posgrado y también entre los que desean obtener dicho cartón a como dé lugar. En aquellos, se trata de ofrecer un servicio superando cualquier estándar de calidad, en estos, el objetivo es conseguir el cartón a como dé lugar no importando si esto incluye la mentira, el facilismo o el plagio.
Por supuesto, la objeción a mi descripción es afirmar que “ellos son diferentes a nosotros”; ellos son inmorales, mientras que nosotros somos personas de principios. Si el problema se redujera a las personas sin escrúpulos (como algunos quieren pensarlo) no tendría el alcance social que logra. Para entender la magnitud del problema debemos entrecruzar mis dos descripciones: por un lado, la conversión del posgrado en algo más práctico; y, por otro lado, la mercantilización de dichos programas. Como resultado, una precarización viral de los estudios de posgrado en nuestro país. Por el lado de los que ofertan: locales sobre chifas, sin biblioteca, sin política de investigación, sin plana docente especializada, con horarios al gusto del cliente. Por el lado de los que demandan: inversión de valores, facilismo, plagio.
Los estudios del posgrado son difíciles. Escribir una tesis supone dedicación y disciplina. Supone horas de revisión bibliográfica, paciencia para la recolección de datos, intuición para el procesamiento de estos y creatividad para plantear conclusiones. En un país en que el promedio de lectura es menos de un libro al año por persona (Consejo Nacional de Educación, 2019), en el que muchos deben desarrollar sus tesis compartiendo su tiempo con el trabajo y los deberes familiares, los cartones de posgrado debieran ser escasos. No obstante, la situación se nos muestra asombrosamente contraria. Los cartones se multiplican y no falta aquellos que pueden ostentar 7 u 8 grados de Doctor, o aquellos otros que se presentan con abultadas hojas de vida y que ponen en desventaja a aquellos que se quemaron las pestañas para obtener su posgrado con rigurosidad. Se agranda un círculo vicioso que va exigiendo entrar a la acumulación de cartones para no perder competitividad. Dicho círculo construye así un mundo artificial que no es sino un ‘el fetichismo del cartón’ como si este, por sí solo, imprimiera alguna cualidad especial a nuestro nivel educativo. Por supuesto, las instituciones sociales no son ajenas a dicho debacle. Ellas, con su burocracia administrativa, alimentan y alientan el artificial mundo de los CV abultados de cartones.
Mas la sociedad no solo alienta la debacle con su burocracia administrativa, sino que también lo alienta cuando es capaz de normalizar el plagio. Me atrevo a narrar una experiencia como profesor universitario. Una alumna mía que había presentado un trabajo que había sido copiado de una página en internet y que no había sido descubierta en una primera revisión que había hecho el Jefe de Práctica, se atrevió sin el mayor escrúpulo a presentar un reclamo, porque no estaba conforme con el 17 que había obtenido. Cuando el reclamo llegó a mí, y descubrí el plagio que había en el trabajo, cambié el 17 por un 00; pero no podía dejar de preguntarme ¿por qué razón reclamó si su trabajo era producto de una mentira y corría el peligro de ser descubierta? Cuando conversé con ella, la asombrosa respuesta que me dio fue que ella no era consciente de que copiar textos de internet era plagio. Si es normal, ya no hay escrúpulos. ¿De qué formas esta señorita habrá sido alentada a normalizar el plagio? ¿Cuántas veces los profesores y padres de familia hemos alentado la idea de que copiar y pegar es investigar?
La calidad educativa del posgrado es mi preocupación. Por esa razón, creo que la respuesta de la Universidad César Vallejo ante la acusación de plagio en la tesis del Presidente Castillo es una manipulación lingüística que agranda aún más el problema, porque se pretende restar significado al plagio. El plagio es una mentira en la que se intenta pasar como propias las ideas ajenas. Pero, así como preocupa esa situación, me alarma de sobremanera la contrarreforma educativa que se organiza en contubernio entre los poderes económicos y el Congreso de la República. La única forma de que nos salvemos de la debacle del posgrado (y de los estudios universitarios en general) es que mantengamos una reforma que sostenga la exigencia de niveles mínimos de estándares de calidad y que dicha supervisión no esté a cargo de los mismos supervisados. La calidad educativa debe ser una prioridad si queremos un país con un futuro sostenible.
Muy de acuerdo!
Felicitaciones por el profundo análisis vertido, el posgrado se ha prostituido con el perdón de la palabra, este tenía que darse de luego de haber puesto en práctica la Licenciatura y por la experiencia adquirida podías ir en busca del posgrado donde aportabas conocimiento producto de la experiencia adquirida más la investigación era el aporte innovador en la profesión elegida.
Ahora a los meses de obtener el título profesional ya están estudiando posgrado, esto debe corregirse estamos a tiempo. Bendiciones
Buen artículo de Richard Orozco, el título de este artículo señala la crítica situación de la educación universitaria y particularmente la educación universitaria privada. En nuestro país la mayor parte de los posgrados, son de pobre calidad y se aprecia en el deficiente ejercicio profesional de tantísimas personas que dicen tener estudios de maestría…
Interesante el artículo, efectivamente existe hoy en día una fabrica de títulos de licenciatura como el de posgrado, Perú, es el único país donde tenemos taxistas y comerciantes informales con los grados de maestría y el de doctor. Les cuento que llegué a una provincia del departamento de Ancash, había una filial de una universidad particular donde había posgrado en pedagógica. Como estaba estudiando la zona, me ví oblidago en visitar la biblioteca para revisar las tesis de los alumnos que al concluir sus estudios sustentaban los resultado de su investigación. Bueno, no solo se notaba el plagio, sino que no tenían Objetivos precisos, hipótesis, ninguna precisión sobre la cuestión conceptual, metodológica y el método y una ausencia total del estado del arte. Finalmente, los resultados con algunos gráficos sin los cuadros que lo sustente. El análisis era una simple descripción sin una reflexión teórica, metodológica y menos epistemológica. Al respecto conversando con la directora acerca del tema, la conclusión fue que no contaban con docentes preparados para ninguna de las asignaturas y menos para hacer un adecuado asesoramiento teórico y metodológico en la elaboración de la tesis.