La imagen desolada del presidente, Pedro Castillo, caminando por las calles -resguardado por cientos de policías- rumbo a la Fiscalía de la Nación para ser interrogado por actos de corrupción, es el comienzo del fin del inquilino precario de Palacio de Gobierno y del pasaje Sarratea.
Así como van las cosas, si ningún juez detiene las investigaciones iniciadas por el Fiscal de la Nación, y, si el Congreso, que ya tiene a Dina Boluarte con un pie afuera, logra el objetivo de vacarlo e instalarse en Palacio para convocar solo elecciones presidenciales, lo más probable es que las investigaciones a Castillo continúen con prisión preventiva.
Nadie saldrá a las calles para defender a Castillo, pero sí, y es lo más probable, que produzca una convulsión social si el Congreso mafioso pretende quedarse hasta el 2026 y no convocar elecciones generales, que es el sentimiento ciudadano mayoritario como salida a la crisis política y al entrampamiento actual.
Las elecciones del 11 de abril de 2021 lejos de resolver la crisis política abierta el 2016 la terminó agravando, ese día fueron derrotadas las fuerzas de izquierda progresista y de centro derecha, la derecha liberal no estuvo representada. Ese día pasaron a la segunda vuelta con ínfimos porcentajes los dos extremos, el populismo confuso y dogmático de Castillo-Cerrón y la ultraderecha representada por la procesada Keiko Fujimori, en esa segunda vuelta se impuso el antifujimorismo y ganó Castillo por un ajustado resultado.
Pero, mientras la extrema derecha no cesaba en su discurso anticomunista, gritando fraude y pidiendo desconocer los resultados electorales, el populista Castillo comenzó haciendo de las suyas y desde antes de llegar a Palacio de Gobierno, al que dijo que lo convertiría en museo, instaló en el pasaje Sarratea un bunker paralelo para el acceso del paisanaje, de familiares y de lobistas expertos en el arte de la corrupción que lo rodearon.
Este profesor de origen rural, de antigua militancia peruposibilista, machista, de fuertes raíces evangélicas y conservadoras, y sobre todo pragmático, que se hizo famoso por la huelga magisterial de 2017 en la que fue aliado del MOVADEF y del fujimorismo al mismo tiempo, comprendió rápido, que el elegido fue él, percibió el inmenso poder del cargo presidencial, no para transformar o hacer reformas que ilusionaron al electorado, sino, para dar cabida a una banda de pájaros fruteros.
La irrupción de Castillo frustró los planes de la extrema derecha, por eso inventaron el peligro comunista y el fraude electoral, sabían que nada de eso había, pero esta vez ya no quería intermediarios, a la DBA ya no le interesa copar, arrinconar y domesticar a nuevo inquilino de palacio como lo hicieron con Toledo o Humala, quieren el poder a la mala y sin intermediarios.
La crisis es grave, y las opciones llamadas a ocupar el escenario político, canalizar el descontento y dar de baja a los ocupantes precarios del Gobierno y del Congreso no aparecen. Las fuerzas de izquierda progresistas están desorientadas y sin rumbo, el apoyo incondicional y poco reflexivo a Castillo les está pasando factura, pero, tampoco tienen claridad sobre el horizonte. En el llamado centro democrático o centro derecha la factura por su incondicionalidad o falta de independencia frente a la extrema derecha también les pasa la factura y la llamada derecha liberal sigue ausente en el escenario.
Mientras Castillo se derrumba y es abandonado por su socio Cerrón que se une al Congreso mafioso, la demanda nacional y mayoritaria que se vayan todos no termina de tomar cuerpo, existe demasiada confusión entre los llamados a convertirse en actores y gestores políticos, la crisis de representación política, social, gremial e institucional es general, no existe un modelo ideal de donde partir, parecemos atrapados sin salida, todavía no aparece el grito disruptivo que nos conduzca a poner fin a este entrampamiento.
PD Renace la esperanza en Colombia con el triunfo de Gustavo Petro, hombre de izquierda, de la nueva izquierda progresista que recorre Latinoamérica, es una victoria histórica en un país atravesado por la violencia en la que los líderes progresistas era asesinados a tiros. Ayer la nueva izquierda de la mano de Gustavo Petro y Francia Márquez han tomado por asalto el cielo colombiano en forma pacífica, han derrotado la estrategia del miedo, ahora toca cumplir con el cambio.