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miércoles, noviembre 13, 2024

(IN)DECISIONES ELECTORALES

Por Gerardo Távara

Como en casi todo debate electoral, el del domingo 25 entre los candidatos y candidatas a la alcaldía metropolitana de Lima tuvo un ganador y algunos perdedores. Hay quienes llegan ya sin opción de triunfo.

Un debate se puede ganar por la contundencia de las propuestas, por la solvencia al presentarlas, por la claridad expositiva, por los gestos y el lenguaje corporal, por la estrategia trazada para esa actividad por cada participante o por la combinación de algunos o todos estos y otros elementos.

La contrastación de propuestas debería ser lo más importante, pero –lamentablemente- hace tiempo que esa práctica quedó al margen de la mayoría de campañas electorales y la actual no es una excepción. No basta con que uno u otro candidato se esfuerce por transmitir lo que piensa hacer desde el gobierno local, se requiere que esa estrategia “arrastre” a los competidores a hacer lo mismo. A eso me refiero cuando hablo de contrastación de propuestas, de la oportunidad de comparar, del debate propiamente dicho.

Pero la comunicación política – disciplina todavía escasamente desarrollada en nuestro país- no asigna el peso que le corresponde a los programas y planes. A la vez, muchos de los competidores muestran deficiencias en el manejo técnico y en el conocimiento de las funciones que corresponden, en este caso, a las municipalidades y a la metropolitana de Lima en particular, que tiene además funciones de gobierno regional. Así, el reto es más difícil para el estratega político una de cuyas tareas es sacar lo mejor del candidato o candidata y potenciarlo, además de ocultar o disimular sus carencias.

Las entrevistas periodísticas y los debates organizados con anticipación por algunos medios de comunicación ayudan, pero es claro que en materia de debates se presta mayor atención e interés a los convocados por instancias oficiales; en el Perú ese rol lo cumple el Jurado Nacional de Elecciones en coordinación con instituciones de sociedad civil.

Obviamente, los debates electorales no lo resuelven ni deciden todo y los formatos pueden siempre mejorar, como puede también revisarse el momento en que éstos se realizan.

Por otro lado, de las encuestas divulgadas durante la última semana me preocupa de forma especial el alto porcentaje de personas que aún no han decidido su voto: 57%, según el estudio de IPSOS publicado el 25 de setiembre. No sorprende, pero no debería dejar de preocuparnos este rasgo de nuestra debilitada cultura política.

A pocos días de las elecciones, el desafío para las organizaciones políticas es poner en práctica estrategias de campaña que les permitan no sólo mantener la intención de voto que han alcanzado sino y sobre todo ganar porciones importantes de ese amplísimo sector de indecisos.

No hay más tiempo para la difusión de encuestas –según una disposición legal que requiere ser modificada- pero sí para intensificar las campañas e incluso para nuevos debates entre todos o entre algunos de los candidatos y candidatas.

Lo deseable es que ese 57% de indecisos se reduzca significativamente sin esperar a la víspera o al día de la elección y ¡ojalá! eso sea producto de una mayor atención a las propuestas y programas, sin desmerecer el conjunto de estrategias de campaña.

 

 

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