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viernes, marzo 29, 2024

El acontecimiento, aborto y clandestinidad: una mirada desde la soledad

Por Derik Latorre Boza

En el taller de lectura que dirige Iván Thays, la primera lectura asignad fue de El acontecimiento,  la breve novela de autoficción de Annie Ernaux, la escritora recientemente galardonada con el Premio Nobel. La protagonista es ella misma, una mujer nacida en un hogar de pequeños comerciantes, aunque en un barrio obrero, consciente de que sus aptitudes académicas e intelectuales le permitirían concluir exitosamente sus estudios universitarios y quebrar así “la fatalidad de una pobreza heredada”. Mujer de origen humilde que aspira a dar vuelco a su tradición familiar a través de los estudios universitarios.

El acontecimiento, escrita en singular y en primera persona, sin mayores pretensiones formales e incluso estéticas, es un grito de rebeldía a partir de la memoria, de la reconstrucción de lo vivido en la materialidad de la escritura, en una lucha férrea contra los rigores del tiempo, del olvido, de la fragilidad de los recuerdos, de su volatilidad. Esta nouvelle quiebra radicalmente ese dogma de la maternidad como bendición absoluta para las mujeres y nos enfrenta con un escenario diametralmente opuesto, el de un embarazo no deseado y, a partir de este, la percepción de que “lo que estaba creciendo dentro de mí era, en cierto sentido, el fracaso social”.

La narración es descarnada, cruenta con ella misma; Ernaux pone de manifiesto que la capacidad de engendrar vida dentro del propio vientre puede ser al mismo tiempo una cruel condena de la que intenta salvarse. Apostasía respecto al rol pasivo y silente de la mujer reducida a costilla. Por ello no expresa ni un mínimo de afecto hacia esa “cosa” y más bien ratifica su deseo de que “se vaya” e incluso se exige al extremo físicamente, en un campo de esquí, “para matarlo en mi interior”. Escalofriante, desde donde se lo mire.

Cuando el aborto se ha consumado, en llanto compartido con su compañera de estudios al estar viviendo ese perverso momento en el que tienen al feto en sus manos, afirma que se trata de una escena “de sacrificio”, en la que la vida y la muerte se dan la mano. ¿Habrá sentido en ese momento un atisbo de arrepentimiento por lo menos?, ¿habrá sido remecida por los latidos del instinto materno? No lo sé y no encuentro alguna línea que me permita entenderlo. Tengo la sensación de que ella recuperó la libertad que había perdido. Lo cierto es que ella fue madre con posterioridad, quizá cuando lo quiso o se sintió preparada.

Un aborto clandestino, además de los riesgos legales que implica, constituye un riesgo mayúsculo para la salud de quien se somete a este. La protagonista sufre de una infección posterior a la intervención y su compañera la lleva al hospital, en el que le salvan la vida. No obstante, incluso esa situación grave no tiene la misma significación o consecuencias para todos; a partir de la experiencia que vive, se percata de que la indulgencia con que la trataron (por ser estudiante universitaria) es  “una aceptación por parte de la ‘gente humilde’ del derecho de ‘los de arriba’ a situarse por encima de las leyes”. Ni siquiera la gravedad de su situación impide que se de cuenta del nivel de injusticia, que se agrava por cuestiones como género y clase social. Las leyes se aplican solo para aquellos que no se encuentran por encima de ellas.

Ernaux reconstruye la realidad de los hechos desde un presente en el que, al menos en las sociedades modernas, la planificación familiar permite vislumbrar la maternidad como un derecho y no como una obligación fatídica. Pero en ese pasado vívido que nos muestra, ella vivió la “imposibilidad absoluta de imaginar que un día las mujeres pudieran decidir abortar libremente”. La falta de libertad como acicate para escribir, para lograr la libertad en la escritura, como la cara opuesta a aquello que Cioran afirmaba: “La libertad sin límites es un atentado contra el espíritu”.

En el libro, Ernaux plantea algunas reflexiones en torno a la ilegalidad del aborto, pues afirma que “era imposible determinar si el aborto estaba prohibido porque estaba mal, o si estaba mal porque estaba prohibido”. Sin embargo, al margen de esta disquisición su práctica estaba penada en el Código Penal francés, razón por la que no había otro camino, para las mujeres que decidieran terminar un embarazo no deseado, que recurrir a su práctica clandestina. Recuerda entonces cuando intentó persuadir a un médico de que la ayude a abortar, quizá torpemente. El profesional la echó de su consultorio. Ante ello, concluye que “No había sabido jugar a fondo el juego que exigía el hecho de burlar la ley”. ¿Cómo se juega ese juego?,

Si bien El acontecimiento narra la biografía de un aborto, el tema de fondo que trasunta es de mayor amplitud: la dominación social a partir de la determinación por ciertos grupos sociales de lo que es legal o ilegal, lícito o ilícito. Por ello, compara la práctica del aborto en la Francia de los sesentas del siglo pasado con el tráfico de migrantes en la Europa del siglo XXI. ¿Quién decide qué está prohibido y qué permitido?, ¿Quiénes padecen esas prohibiciones? Muchas veces, en países como el Perú, por ejemplo, las prohibiciones legales, como la del aborto, tienen como víctimas fundamentalmente a mujeres pobres, pues las mujeres de los grupos más privilegiados pueden someterse a abortos clandestinos pero en condiciones óptimas, como las que podría prestar un centro de salud público. El sistema se ceba contra las mujeres pobres y las condena a una maternidad forzada y esto lo refuerza la religión, de manera cruel.

Cuando la protagonista recuerda su situación luego de haber logrado abortar, manifiesta, casi como un grito de victoria en esa lucha de la que sobrevive, que “No sabía si había estado en el límite del horror o de la belleza. Sentía orgullo. Probablemente el mismo que sienten los navegantes solitarios, los drogadictos y los ladrones, el de haber llegado a donde a los demás nunca se les pasará por la cabeza ir. Quizás haya sido este orgullo lo que me ha llevado a escribir este relato”. Una mujer que se somete a un aborto clandestino, entonces, tiene esa condición marginal en una sociedad que la juzga y, con más precisión, que la condena. De alguna manera, la trágica decisión que tomó la protagonista fue la condición que tuvo que superar para lograr reabrir la libertad de un futuro que hoy, por fin, parece sonreírle.

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