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jueves, marzo 28, 2024

LAS ELECCIONES Y EL FRACASO DE LA DESCENTRALIZACIÓN

Por Jaime Cruces

Lo que debió ser una mejor forma de organización democrática y política del Estado que supere el centralismo asfixiante, solo reprodujo la estructura anterior con otro nombre, la idea era que la descentralización contribuya al desarrollo del país y lo que se hizo fue convertir a los departamentos en regiones.

Las regiones se suponen deberían comprender a departamentos en función a sus afinidades culturales, productivas, geográficas y administrativas, pero se dejó intacto el viejo modelo sobrecargado de departamentos, provincias y distritos, solo se cambió de nombre y se les adjudicó algunas competencias.

A comienzos del 90 Fujimori sepultó un proceso de descentralización que recién se iniciaba, con el retorno de la democracia en el 2000 se reactivó, y con el argumento de que sería un proceso en marcha se dio curso a la elección de autoridades departamentales con el nombre presidentes y vicepresidentes de regiones, después se les cambiaría por gobernadores y vicegobernadores, pero todo siguió igual.

Paralelamente se dio todas las facilidades para que se constituyan supuestos partidos regionales, movimientos provinciales y hasta distritales, propiciando no la democracia e integración, sino una mayor atomización en un país dividido en 24 departamentos, 196 provincias y 1,896 distritos que constituyen un caos institucional.

Con la reciente elección de autoridades municipales y regionales podemos afirmar  que la crisis de representación política  está tocando fondo, siempre creíamos que lo peor ya había pasado, sin embargo, con cada nueva elección nacional, regional o local, la realidad nos vuelve a golpear en la cara.

Las elecciones presidenciales 2021 nos dejó en segunda vuelta la disyuntiva para escoger entre el tifus y el cólera, la polarización estremeció el país y vació de contenido político el debate, en la elección de congresistas se reflejó la descomposición en toda su dimensión, con honrosas excepciones claro está.

El mal llamado proceso de descentralización y regionalización iniciando a comienzos de siglo nos está conduciendo a ninguna parte, frente a la crisis de partidos políticos nacionales se alentó  la fragmentación política con el membrete de partidos regionales, movimientos provinciales y hasta distritales, la antipolítica  en su máxima expresión.

Según cifras del JNE el 2018 más del 60% de gobernadores y alcaldes elegidos pertenecían a movimientos “independientes” y menos del 40% a franquicias electorales de los partidos nacionales, en estas elecciones 2022 esa diferencia se ha incrementado, los resultados no dejan duda de la crisis de representación.

Diversos analistas han resaltado que en estas elecciones los “partidos” regionales se han vuelto a imponer, el problema es que no hay tales partidos regionales, son cualquier cosa menos partidos o movimientos serios, habrá algunas excepciones, pero la excepción no hace la regla, y en Lima no es que los partidos nacionales hayan ganado, los tres partidos finalistas Renovación Popular, Podemos Perú y Somos Perú son partidos limeños con filiales.

La inmensa mayoría de  candidatos no tienen fidelidad a ningún movimiento y no le rinden cuentas a nadie, condenan a los partidos, se presentan como independientes y apolíticos, pululan en el mercado de pases se ofrecen al mejor postor, cambian de camiseta e invierten fortunas en las campañas electorales.

Es tan sencillo formar un movimiento o un “partido regional” que al principio algunas mafias emergentes de la minería ilegal, de tala ilegal, del transporte y del narcotráfico financiaban candidaturas a cambio de favores, hoy fundan sus propios movimientos “independientes” y capturan “regiones” y alcaldías,  corrompen, blanquean dinero y cuando los descubren saben qué hacer en los pasillos judiciales.

Los resultados de estas elecciones regionales y municipales  2022 han servido para constatar el agotamiento o esterilidad (J de la Puente) de los llamados partidos nacionales, la crisis es total, los dos partidos que disputaron la presidencia de la República en la segunda vuelta de 2021 prácticamente desaparecen del mapa político.

Perú Libre (extrema izquierda) que surgió como un movimiento regional y se extendió desde Junín, se encontró con la virgen poniendo a Castillo de candidato presidencial, pero en estas elecciones se ha esfumado; mientras que Fuerza Popular (extrema derecha) que se dio el lujo de desconocer dos resultados electorales se fue de bruces.

Acción Popular queda reducido a la mínima expresión, Nuevo Perú y las izquierdas desaparecieron desde antes de las elecciones,  igual el Apra y el PPC, solo fueron espectadores. Las elecciones regionales y municipales son huérfanas de contenido político y programático, el manido recurso de decir que son elecciones de  carácter vecinal sirve para justificar todo, en realidad, la crisis de los partidos políticos ya ha tocado fondo.

Decir quien ganó y quién perdió en estas elecciones municipales y regionales resulta un ejercicio irreal, porque los partidos llamados nacionales ya no son tales, la mayoría son clubes o franquicias electorales sin mayor contenido, y los movimientos regionales y locales son combis que van a cualquier sitio, en todo caso es más realista decir que la antipolítica y la corrupción han triunfado.

El fracaso de la descentralización es el fracaso del país, es el fracaso de un modelo que nació herido de muerte, solo reprodujo lo que ya teníamos y terminó devorando a los partidos,  se impone una nueva estructura que comience con una verdadera reforma política, una nueva propuesta descentralista con regiones de verdad,  que integren a departamentos y provincias en función a sus necesidades y que se disminuya radicalmente el número de distritos.

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