Por Eloy Espinosa
Tuvimos las elecciones municipales y regiones en todo el país, y confieso que los resultados no me sorprenden en lo más mínimo. La fórmula “Partido Nacional “ está quebrada, y los partidos con dueño no están pasando su mejor momento, por decir lo menos. A nivel regional y municipal, organizaciones del lugar se han vuelto a imponer, con equipos de gestión inexistentes o poco calificados, a los cuales les va a ser muy difícil aprovechar el golpe de inversiones que intenta promover el ministro de Economía. Y allí comenzarán los riesgos de devolución de dinero, falta de priorización de proyectos, programas y actividades; y, porque no decirlo, de corrupción.
Pero lo que se vive en Lima puede ser igual o peor. Y es que las cosas no se dicen con completa honestidad. ATU se crea básicamente por la incompetencia de la administración limeña para controlar el kafkiano sistema que teníamos (y todavía tenemos) en el transporte, donde muchos (incluso alcaldes) siempre apostaron en favor de la informalidad del Callao o de Huarochirí. Ese es el contexto en que desenvuelve ATU (no desactivada por la valentía de su presidencia, y por haber sido creada por ley), y por ende, no cuenta con las condiciones necesarias ni el apoyo político para darle -siquiera en un mediano plazo- condiciones que otorguen racionalidad a un irracional ciudad pulpo de once millones de personas, y donde las más de las veces se han propiciado sistemas de transporte individual o informal que verdaderas iniciativas para contar con un sistema de transporte individual o informal que verdaderas iniciativas para contar con un sistema de transporte colectivo y seguro.
De otro lado, lo de la seguridad ciudadana recostada en una iniciativa municipal es de los cuentos más duros que le ha podido dar a los y las limeñas. Esa es una competencia del Ministerio del Interior, y en el cual solamente los municipios con altas rentas pueden contar con un equipo de serenazgo lo suficientemente numeroso y bien preparado. La iniciativa de cámaras vecinales y hasta municipales es buena, pero si no hay una articulación de los servicios con que ahora se cuenta, así como con una unificación de la calidad de los mismos, van a ser esfuerzos aislados e insuficientes. Aquí no solamente importa el qué, sino también el cómo y el cuánto.
Con ello no quiero decir que todo lo propuesto es malo e inalcanzable. Hay cosas que se pueden hacer, y habría asistencia técnica y hasta económica para ello. Los módulos básicos de justicia, con jueces y fiscales asumiendo la sanción de faltas o delitos menores con penas ya utilizadas en otros países es algo que se puede realizar, y durante años ha habido cooperantes dispuestos a apoyar en su funcionamiento y gestión. De otro lado, la mejora de la salud en sus niveles primarios es una necesidad ineludible, y el complemento entre mejoras de pistas y fortalecimiento de hospitales de la solidaridad son servicios que se pueden sostener, a pesar del desencuentro existente a nivel nacional sobre quién coordina qué (Minsa, EsSalud, Sanidad de FFAA o de FFPP)
Como podemos ver, el florero no está para tener orquídeas. Las falencias para realizar gestiones aceptables son muy grandes, y probablemente pronto nos encontremos con mayores niveles de insatisfacción ciudadana frente a las autoridades que les son más próximas. Y en Lima el asunto puede ir para peor si el nuevo alcalde se empecina en consolidarse como un líder alternativo y confrontacional con la Presidencia de la República.
Digo esto no porque tenga simpatía por el Presidente Castillo, sino porque, objetivamente, la configuración de los recursos de esta Lima de once millones de habitantes es muy dependiente del Gobierno Central, y sobre todo en el otorgamiento a tiempo de las partidas presupuestarias o la búsqueda de créditos suplementarios. Y los recursos para satisfacer las necesidades básicas de la ciudadanía no se inventan: se gestionan, y las más de las veces esta gestión requiere de un aval, difícil en este momento de ser asumido por fondos extranjeros o por fondos privados nacionales.
Ojalá me equivoque, pero creo que eso es lo que se nos viene. Habrá si que estar atentos a la incidencia de fenómenos como el del avance de las investigaciones sobre el Presidente Castillo (y su eventual conversión en una acusación constitucional por juicio político ante una infracción a la Constitución, el camino más seguro si realmente el Congreso quiere cambiar al Presidente) o la indisimulable campaña política en la cual ya se encuentra Antauro Humala. Estos temas políticos, junto a la impericia con que se está manejando la crisis alimentaria o la continuación de Chavimochic, o el tema minero, si nos pueden llevar por caminos absolutamente insospechados.