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jueves, abril 24, 2025

Día 1, día 2, día 3

Por Paula Távara

Las tres fechas del debate presidencial organizado por el Jurado Nacional de Elecciones al inicio de esta semana dejaron cada día sensaciones diferentes en la ciudadanía, sirvieron para conocer un poco más de las propuestas y, especialmente, de las aptitudes de los candidatos y candidatas.

Alberto Beingolea y Verónika Mendoza (día 1), Ollanta Humala (día 2) y Julio Guzmán (día 3), lograron mostrar a la audiencia mayor solvencia en la presentación de sus propuestas y mayor preparación comunicativa, dejando mejor sabor de boca entre electores y electoras.

En la orilla contraria, George Forsyth (día 1), Hernando de Soto (día 2) y Rafael López Aliaga (día 3), parecieron haber perdido parte de su lograda imagen política. Esto es un importante golpe para sus candidaturas teniendo en cuenta que los tres están en carrera real (casi un empate técnico en las encuestas) a la segunda vuelta.

En el caso de Forsyth, el golpe vendría del efecto “búmeran” de sus ataques a las candidatas Mendoza y Fujimori. Siendo un candidato que comunica con cierta fluidez y locuacidad, no fue capaz de reaccionar a las críticas, acertadas e incisivas de sus contendientes.

Caso distinto es el de De Soto, que generó distancia con la población con una constante y cancina autorreferencia respecto de sus logros y sapiencia (algunos de los cuales no resisten el fact check). Este es un caso que parece responder con precisión a la autoconfianza masculina de la que hablábamos en nuestro artículo anterior, la semana pasada[1].

Finalmente, el candidato López Aliaga, que había generado expectativa respecto de si iba a participar en el debate, fue criticado debido a que durante las cerca de 2 horas del encuentro leyó cada cosa que tenía que decir, incluso unas disculpas hacia las mujeres que. -leídas más aún en un tono plano, con errores y sin mirar a la cámara- perdían cualquier poder de convencimiento y credibilidad. Esta actitud contrasta gravemente con la imagen de político duro y fuerte que ha intentado presentar durante toda la campaña electoral.

Acabado el debate, defensores de estos candidatos, principalmente de De Soto y López Aliaga, plagaban las redes justificando que los defectos comunicativos no tenían importancia, sino sus credenciales para gestionar o administrar el país.

Llegados a este punto, más que seguir desmenuzando el encuentro quisiera hacer un apunte, casi una defensa, de la importancia de la comunicación verbal (de fondo y forma) y no verbal (en imagen/estilismo y gestos) en la política, y más aún de su importancia en la tarea de gobernar, que es finalmente el objetivo de esta campaña y lo que realmente afectará nuestras vidas durante los próximos 5 años.

La política, y la política para la función pública, no tienen como único objetivo administrar bienes y lograr resultados, sino que para ello requieren autoridad (que en materia formal da el propio puesto) y legitimidad, es decir, que ciudadanas y ciudadanos confiemos de algún modo en que las decisiones tomadas tienen sentido. Sin esta legitimidad, el pacto tácito de cumplimiento de la ley y la confianza ciudadana en la utilidad de su sistema público y político, se debilita.

Y es allí donde se vuelve clave la comunicación. Para generar esta legitimidad es necesario, entre otras cosas, que la ciudadanía perciba credibilidad de sus políticos. ¿Cómo creeré que vas a gobernar bien si tienes que leer tus propuestas de un papel? ¿Por qué confiaría en que harás algo por la educación si cuando te preguntan tus planes hablas de satélites o de Uber? ¿Cómo voy a creer que gobernarás pensando en mí si solo hablas de ti?

Apunte aparte merece la comunicación no verbal, pues desde la irrupción de la televisión ya no es solo importante qué se dice, sino también cómo se dice”[2]. Los gestos importan, los que empleamos al hablar (que muestran agresividad, honestidad o desinterés) y los que empleamos con el solo uso del vestir pues “para gobernar es necesario transmitir una imagen adecuada al público, las circunstancias y los objetivos deseados”[3].

Más allá de la bien trabajada imagen de Verónika Mendoza, la foto general de este debate, con 13 hombres de saco azul o negro, nos habla de una suerte de “mismocracia”. Si todos nuestros candidatos se ven igual ¿no será que piensan también bastante igual? O peor aún, si no se ocuparon de hasta el último detalle de su presentación ¿se toman en serio su responsabilidad con nosotros y nosotras? Claro, si tenemos en cuenta que la mayoría de las presentaciones pareció carecer de una preparación en propuestas concretas y viables, esa pregunta quedaría respondida incluso sin mirar al traje.

Siendo fundamental contar con propuestas y planes de gobierno viables y que mejoren nuestras condiciones de vida, no debemos despreciar la importancia de la comunicación, verbal y no verbal de quienes gobiernan, y quizás haya que poner aún más agudeza en qué nos dicen de cada uno de ellos y ellas los detalles de su actuación. Necesitamos políticos y políticas que se tomen en serio su cargo y su deber para con el país.

[1] https://www.patamarilla.com/2021/03/autoexigencia-femenina-y-la-autoconfianza-masculina/

[2] Centeno, Patrycia (2012). “Política y Moda). Ed. Península

[3] Ibid

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