Lo que está en disputa ahora, en la fase final de la campaña, es la amplitud del margen. Esto es, la distancia entre el ganador y el perdedor en las elecciones del 6 de junio. Todas las encuestadoras dicen que los resultados finales serán ajustados, pero no es lo mismo que este margen sea de uno o dos por ciento, a que sea de cinco o más.
Esta distancia será determinante en la gobernabilidad del nuevo periodo. Si el margen es chico, dejará en vilo al país mientras se resuelve la votación en mesa y se puede dar espacio al clásico pataleo. Ya sabemos lo que esto puede significar: la no aceptación de los resultados por el o la perdedora puede costarnos todo un quinquenio. En el otro caso, si el margen es grande a favor de uno de los candidatos, este ganador ingresaría con mayor capital político inicial a definir la gobernabilidad del periodo.
La ley del margen electoral no funciona automáticamente. En este contexto polarizado es probable sólo se postergue un tanto la crisis de gobernabilidad. Si ganara la propuesta de énfasis en la defensa del modelo sin énfasis en la redistribución ni en el saneamiento de la institucionalidad, y no lo modifican, el quinquenio será un infierno social. Si ganara la propuesta de cambio del modelo a secas, que abarca ese amplio abanico que va desde la refundación de todo hasta una suerte de social-laborismo andino, este ganador deberá primero identificar que cosas quiere y puede cambiar, y armar un gobierno con un centro de gravedad, que pueda operar el Estado y salvarlo de la sombra de la vacancia que lo perseguirá todo el periodo, si lo aguanta.
Como dirían los economistas duros, se ha elevado el costo de la gobernabilidad. Ya habrá tiempo para debatir cómo llegamos aquí, a este mismo punto de siempre cada cinco años, pero es evidente que el conservadorismo, siempre tosco y termocéfalo, hizo todo lo que pudo para colocarnos en este escenario, subordinando al ala liberal y terruqueando a las propuestas de centro, hasta encontrarse, cara a cara, con su extremo opuesto. Todos sabíamos que los del centro puro apelan siempre a la racionalidad de sus auditorios y cosechan todo el tiempo algunas clases medias urbanas. Pero hay una variedad de centros, unos hacia un lado y otros hacia el otro, y éstos funcionan como bisagras que amortiguan a los extremos, es el caso del liberal-mercantilismo de PPK, o la posibilidad de un neodesarrollismo de bienestar con Juntos por el Perú. Pero los trumpistas criollos no entienden de matices y avientan a todos al otro lado. Ahora, ya una vez aquí, en este nuevo punto muerto, esto se podría resolver desempatando la segunda vuelta con holgura. Pero sólo Dios sabe si el pueblo peruano sabe producir triunfos netos últimamente, parece más bien una fábrica de empates catastróficos, que son al final el ingreso a quinquenios cada vez más pantanosos. El costo podría ser un periodo ingobernable o muy poco gobernable, que se regirá más por la fuerza que por la construcción de consensos, acuerdos o pactos mínimos. Tú no puedes, no importa si yo tampoco. Misma tragedia de los comunes de Hardin.
Para mala suerte del conservadorismo, hoy, a apenas quince días de las elecciones, todas las encuestadoras dicen que se viene ampliando el margen a favor del profesor Castillo. El IEP habla de una distancia de casi 10 puntos, DATUM de 6 e IPSOS de casi 5 puntos. Sabemos que todo puede pasar en este país de maravillas en estos quince días. Todavía no sabemos el efecto de los debates de los equipos técnicos y de los candidatos presidenciales. Pero ya el sólo hecho de que casi la mitad del país sostenga, casi cerrando los ojos, la candidatura de Pedro Castillo, pese a todos sus errores en campaña, revela un error en el planteamiento general de la campaña de Fuerza Popular, que ha estado planteada a la bruta, entre el no cambio vs el cambio, en un contexto desastroso en que la enorme mayoría de la gente ha sufrido mucho empobrecimiento y muerte de familiares y amigos, por ese Estado minusválido que surgió tras treinta años de menosprecio de lo público. A esa mayoría ya no le importan los discursos ni los papeles, sólo actualiza en su memoria las trayectorias. Y cuando ve a toda la plana mayor del continuismo bajo el membrete de plan de gobierno, cuando lee en los kioskos la defensa cerrada de una sola propuesta en las portadas de los periódicos, cuando se informa de que botan a los periodistas independientes y los independientes de antes se convierten en teleprompters, cuando se eleva el tono y se asume un aire de arrogancia y superioridad “yendo hasta Chota o Huancayo” a buscar a sus opositores, cuando se terruquea a la mismísima Flor de Retama, ya no le queda otra que el lápiz. Lección aprendida: la resiliencia, mecanismo de disenso pasivo, puede llegar a un punto en que no da más y se convierte en disenso activo, en resistencia electoral. No tienen, por tanto, derecho a quejarse de los monstruos que fabrican. Se ganaron su Cerrón. Y si ya son tres las ocasiones en que a un candidato se le quema el pan en la puerta del horno, hay además de la desconexión de un sector con el país, un problema del candidato mismo. No es que Raffo no tenga imaginación y deba cargar con todas las culpas, que las tiene, pero no puede sanear en cinco meses lo que se arruinó con tantos años de farra y lo que el mal carácter de su patrocinada deja ver podrían ser los años venideros.

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Muy bien planteado. Lo triste es que el costo de la mayor ingobernabilidad lo acaba pagando el pueblo.