—Veamos —Fontana carraspea—. Lo de “un peso, un dólar” lo van a dejar como está, porque si lo tocan el país se [hunde]. Hay cualquier cantidad de gente que debe un montón de guita. En dólares. No lo van a tocar. La única es que sigan pidiendo guita afuera para tapar el agujero.
—¿Y les van a seguir dando? —dice Perlassi.
—Les van a dar cada vez menos guita, y cada vez más cara. Hasta que llegue un momento en que no les van a dar más. Y como el dólar está regalado están entrando un montón de cosas importadas por dos mangos. Y así no hay fábrica que aguante. Así que cada vez van a rajar a más obreros. Y cuanta más desocupación, menos consumo (“La noche de la Usina” por Eduardo Sacheri, 2016).
Esta novela describe los momentos duros que vive Argentina a inicios del siglo XXI, y que posteriormente lleva al gobierno dictaminar una restricción temporal para la libre disposición del dinero temiendo una corrida financiera. La imposibilidad de que un ciudadano pueda retirar sus ahorros del banco se acuña con la palabra célebre “corralito”. La continuidad de la crisis hace mella en la divisa norteamericana, la cual roza los $ 4 pesos por dólar en días. ¡Una catástrofe!
Esta situación emerge por la nula capacidad de los bancos para pagar a sus acreedores, entre ellos también los ahorristas, lo que conlleva a que el sistema financiero en su conjunto necesite la inyección de una enorme suma de capitales para poder rescatarlos, evitando su colapso.
Perú no es ajeno a estos problemas tras el estallido de la crisis financiera de 1998, donde toda Sudamérica tiembla ante la ola de incertidumbre. Así, un año más tarde, el Perú crea un “Programa de Consolidación Patrimonial” con la finalidad de fortalecer su sistema financiero tras el deterioro de la calidad de su cartera. Varios bancos peruanos se acogen a este, ya que, de no hacerlo, hubiese corrido la misma suerte de Argentina.
Pero, ¿por qué los agentes económicos, sabiendo que el Estado como garante de sus depósitos, quieren retirar sus ahorros lo más pronto posible? Más allá de la desconfianza y la incertidumbre que se genera; y lo que podría pasar con los depósitos de los ciudadanos tras posibles problemas económicos y/o financieros dentro del sistema, existen también las denominadas preferencias de los agentes por la liquidez. Contar con dinero el día de hoy, es preferible que mañana.
En economía se estudian las preferencias de los consumidores, denotando un factor de descuento o “β” que mide la impaciencia por consumir de las familias. A menor valoración de este, la familia prefiere consumir sus ingresos más en el presente y no dejar casi nada para el futuro. A ello se le suma la tasa de interés, que decide cuánto irá de ese ingreso al ahorro.
De otro lado, en los modelos de generaciones traslapadas los agentes económicos son guiados por su necesidad de ahorrar para su jubilación tras años de mucha productividad; y además por la convicción de dejar herencias. Sin embargo, la necesidad de consumir en el presente es sin duda, vital.
Por último, hay familias que son dependientes de un empleador; hay independientes, pero una mayoría también son informarles. Existen familias que tienen acceso al crédito; mientras que otras no. Al juntar ambas características y con datos de la Encuesta Nacional de Hogares – INEI, se observa que aquellas con acceso al crédito y dependientes consumen 60%; mientras los independientes 78%. En tanto, familias dependientes que no consiguen créditos consumen 71%, e independientes 80%.
Esto denota que familias independientes sin acceso al crédito no pueden ahorrar ni contar con fondos para el ahorro forzado (sistema previsional). Mientras familias con acceso a créditos y AFP, vienen endeudándose y retirándolos, respectivamente, para consumir diariamente lo básico.
Entonces, urge una medida por desarrollar un programa contra el desempleo. Muchas familias están sacrificando su futuro tras endeudarse y retirar sus fondos previsionales. Medidas populistas que motiven retirarlos y con un gobierno inoperante que no incentive al sector privado, motor del empleo, tiende a colapsar el sistema previsional, perjudicando a muchos peruanos que gozan actualmente de su pensión.