Por Eloy Espinosa
El 16 de septiembre de cada año se celebra el Día Mundial de la Alimentación, probablemente en el momento más difícil en nuestra historia reciente. La crisis para obtener los mejores fertilizantes (tema que en el Perú se manejó en forma lamentable, como lo demuestran las tres fracasadas compras), el creer que con el guano de la isla se cubría la crisis, y un largo etcétera. Pero allí no quedaba la cosa.
Y es que algunos de los alimentos que se asumen abundantemente en el Perú son elaborados con insumos extranjeros: a pesar de tener papa, camote y otros insumos para comer pan, nos empecinamos en comer un pan de trigo extranjero que nos eleva los costos de la canasta familiar.
Y por si no fuera suficiente, los y las peruanas, con una gran dispensa de pescados y mariscos, prefieren fervientemente comer un pollo que se alimenta de un maíz extranjero. Y así podría referirme a cientos de ejemplos que, con crisis o sin ella, los peruanos y peruanas, aprovechamos mal lo que deberíamos comer. Se habla de trece millones mal utilizados. Si a esto le vamos a añadir la falta de capacidad en gestión, gobernanza, seguimiento de proyectos, programas ya tildadas a nivel regional y local, el cuadro que nos presenta nada fácil, sino todo lo contrario, desafortunadamente .