Dos noticias aparecidas en los últimos días han marcado nuevos hitos en la relación entre fútbol y política, un añejo vínculo que ha vuelto a manifestarse, sobre todo, en relación con la selección peruana. Dos muestras que nos dan cuenta de cuestiones delicadas en torno a la Federación Peruana de Fútbol.
En un país que sufrió un Vacunagate apenas hace algunos meses, el pasado jueves se filtró un anuncio bomba: la Federación Peruana de Fútbol solicitaba al Estado peruano que se le dotara de un lote de las vacunas de Pfizer, dado que Sinovac, la empresa china que ha donado dosis contra el Covid 19 a la Conmebol para darle mayor viabilidad a las competiciones oficiales de dicha confederación, no tiene autorización vigente en nuestro país. En apenas unas horas, en medio de la protesta general en redes sociales, tuvieron que dar marcha atrás, cuando ya había futbolistas y dirigentes en la sede de la Videna.
Como reveló el ministro de Salud, Oscar Ugarte, el gobierno quitó cualquier respaldo a este donativo una vez que se conoció que no era una condición para poder participar en las competiciones de Conmebol. Este evento ya ha generado un escándalo que viene siendo investigado por la Contraloría General de la República y el Ministerio Público.
La suspicacia ha sido aún mayor en estas semanas cuando nos encontramos en año electoral en el fútbol. En diciembre, Agustín Lozano deberá definir si se presentará a la reelección o si, como indican algunas versiones, será Richard Acuña quien lo suceda en el cargo. Ambos están ligados al partido Alianza Para el Progreso que, además, es aliado de Keiko Fujimori en la segunda vuelta electoral. Precisamente, este último punto ha llevado también a una serie de cuestionamientos sobre el uso de la camiseta de la selección peruana de fútbol por parte de la candidata Keiko Fujimori. Frente a los mismos, frente a las preguntas de algunos medios de comunicación, la FPF no ha tenido un pronunciamiento oficial.
Y cruzando una línea aún mayor, ayer varios jugadores de la selección hicieron pública su adhesión a la candidatura de la señora Fujimori a través de una campaña denominada “Ponte la Camiseta”. Los videos han sido sumamente criticados, más allá del endoso a una postulación en particular, por tomar como emblema un símbolo que, para muchos, representa lo poco de unidad nacional que tiene nuestro país. De hecho, varios han señalado que dicha crítica sería válida sin importar quién es el candidato al cual estas personas expresan su respaldo. Sin duda, como cualquier persona, los miembros de la Selección Peruana de Fútbol tienen el legítimo derecho de expresar su apoyo político. Pero también deben saber que el mismo puede ocasionar, sin duda alguna, críticas, algunas más apasionadas que otras. Sobre todo, en contextos de polarización como los que caracterizan a las campañas políticas contemporáneas.
Pero el uso de la camiseta oficial tiene otra connotación. Dos expertos en los vínculos entre deporte y política han sido muy claros en ello en sus cuentas de Twitter. La socióloga Gisselle Vila indica que “Los mensajes «contra el comunismo» de los jugadores hoy deben ser entendidos en esa trayectoria: la de un emprendedurismo sin norte programático que se encuentra con un gobierno FPF con agendas extra-deportivas. Estos mensajes no son una expresión más de la relación entre fútbol y política. No hay proyecto político deportivo detrás. Solamente coaliciones extra-deportivas que pinchan al deporte para cultivar capital político, económico, electoral”. Mientras que el politólogo Jaime Cordero expresa que: “Apelar a la camiseta de la selección para promover una opción política en un contexto electoral es una movida riesgosa. No para el político, sino sobre todo para los mismos futbolistas. Es fácil quedar en offside. Supongo que habrán evaluado el riesgo”.
Juzgue usted, entonces, cuál es la respuesta a la pregunta hecha al inicio de esta columna.