Vladimiro Montesinos no es el pasado, es el presente. Su irrupción en la trama electoral posterior a la segunda vuelta patentiza su vigencia como teoría y práctica en el sistema político. Dos décadas después de su salida del poder, él esta ahí, como una noria que asiste y actúa -revisita la política peruana- ante un estado de cosas que ha permanecido inalterable.
Los audios que acaban de ser revelados tienen una importancia que supera la cuestión electoral. Echa por la borda la narrativa construida los últimos 20 años desde las sucesivas experiencias fujimoristas cuyo discurso partía de un firme deslinde con los métodos e inspiración montesinistas, las regularidades del poder oscuro que gobernó ocho años.
Las tres experiencias del fujimorismo se organizaron alternativamente sin contar con Alberto Fujimori (2016) o contando con él (2011 y 2021); ambos esquemas permitieron distintos grados de apertura, aunque la reciente fue la más exitosa, al punto que luego del 11 de abril logró que acabara su enemistad personal con el núcleo liberal democrático que combatió el golpe del 5 de abril y la alianza gubernamental entre Fujimori, Montesinos y la cúpula corrupta de las FFAA de entonces. Otras reconocidas personalidades proveniente de la antigua oposición al régimen 1992-2000 y connotados líderes del ámbito municipal, regional o empresarial también se sumaron a esta ampliación política, uno de cuyos supuestos era la asepsia respecto al ex asesor.
El activismo VM de cara a la segunda vuelta (IDL Reporteros reveló que, entre el 2 y el 24 de junio, llamó 17 veces a Pedro Rejas desde el mismo número de la Base Naval1) plantea por lo menos dos cuestiones para la democracia; la primera, que el fujimiorismo no puede ser tal sin una cuota sustantiva de prácticas montesinistas; y, la segunda, que este -el montesinismo- es más que el mismo Vladimiro, un producto más normal y cotidiano, que el problema no es solo él, sino nosotros, es decir, una forma de la política que no ha cambiado en dos décadas. Así, la antipolítica son los pequeños fujimoris y montesinos que todos llevamos dentro, algunos más grandes que otros.
La revisitación del ex asesor es cuestionable por los métodos que propugna (soborno, atajos ilegales, evasión de la justicia y manipulación de las embajadas), pero también por las reacciones que suscita. Su franqueza es clara; su propósito no es defender la democracia, sino el poder sea cual fuese el modo de obtenerlo. Es la misma franqueza que exhiben los medios de comunicación que silenciaron la denuncia por 24 horas y gran parte de la elite política y económica que pasó por alto su presencia electoral. El ex asesor, como hace 20 años, provoca el mismo consenso y silencio en las clases altas limeñas porque sus métodos les permite llegar a sus fines o conservarlos. La cuestión no es solo el método, es el hombre.
Un Montesinos tolerado por los medios, la derecha y una parte sustantiva de los poderes económicos, a pesar de los delitos por los que fue sentenciado, nos devuelve a un punto de partida que se creía superado, lo que termina proyectando un símbolo de los viejos/nuevos tiempos. La democracia se ve seriamente impactada con la imagen del exasesor implicado en una lucha que se dice democrática, fortaleciendo la sucesión de oxímoros políticos de estas semanas: despedir a periodistas para defender la libertad de expresión, sobornar a la autoridad electoral para impedir un fraude electoral, o propiciar un golpe de Estado para salvar a la democracia.
1. https://www.idl-reporteros.pe/conspiraciones-telefonicas/
Excelente articulo amigo aunque da pena por el país tanta división, por personas que no quieren perder privilegios y terminan apoyando a una familia corrupta, mafiosa y sin patria y valores, en la política se debe exigir ética.
Muy lamentable, pone en tela de juicio muchas cosas, también vemos que ciertos grupos se aferran con uñas y dientes defendiendo el «modelo», que es bueno para unos y para otros lo contrario,ya que la vida transcurre sin que pase nada!!
Con su última puesta en escena, Montesinos nos advierte que siempre está dispuesto a no desperdiciar una buena crisis. Si las fuerzas progresistas desean ser la antítesis del montesinismo, deberán hacer de esta crisis una excelente posibilidad del cambio.