Por Juan De la Puente
Los resultados de las elecciones regionales y municipales del 2 de octubre son leídas en varias claves, dos de las cuales suenan radicalmente incompletas. La primera anota el triunfo de la ultraderecha en Lima, pero subestima la debacle limeña y nacional de la izquierda y de la derecha, y hasta se atreve a sugerir que el gobierno no ha perdido. La otra, sobreestima el desempeño conservador en Lima y evade un balance nacional del 2 de octubre y su efecto en la larga crisis que padece el sistema.
Acaso la primera conclusión no sea ideológica y coyuntural, sino social y estructural. El país ha revelado con más fuerza que hace 4 años que carece de un voto nacional, una señal que defina un horizonte político. Los resultados, especialmente fuera de Lima, arrojan una vasta fragmentación de tendencias de muy corta duración, al punto que llamar “movimientos regionales” a los grupos que ganaron en las regiones -y a los que perdieron- es un exceso, al punto que la categoría “coaliciones de independientes” ensayada hace años para explicar algunos de estos agrupamientos debería se repensada en la dirección emprendimientos políticos caudillistas (EPC) en cuyo seno se cobijan ahora sin rubor varios proyectos criminales estatales (PCE).
Lo político ya no puede definir todo lo que ha ocurrido en las elecciones. Lo político -candidatos, elecciones internas, listas y campañas- se inscribe en un proceso más amplio y propio que ya no es democrático sino delictivo, como la formación de redes clientelares antipolíticas, financiamiento ilegal, compra de candidaturas, pago de publicidad violatorio de la ley, respaldo de economías ilegales, y pago de sobornos adelantados.
Rotular todo eso solo como “elecciones” es cínico. Los grandes resultados nos llevan a los grandes ganadores del 2 de octubre, que son la antipolítica en su estado más acusado y las mafias subnacionales.
Forman parte de los resultados el efecto barrido de lo que todavía son llamados “partidos nacionales”. Según datos del JNE, los partidos habían cubierto solo el 26% del territorio del país y en los resultados aparece que ganarían en 9 regiones y en 6 de ellas en primera vuelta. Lo cierto es que en casi todos los casos, los “partidos” fueron vientres de alquiler con candidatos que ya habían probado suerte con otras franquicias, de modo que, ironías de la antipolítica radical, el único candidato de partido ganador de una gobernación fue César Acuña.
Ambos elementos, emprendimiento político caudillista y partidos nacionales de alquiler, nos interpelan sobre los grupos y votos de la izquierda y derecha en territorios donde lo tradicional ha dejado de serlo[1], especialmente fuera de Lima (en IEP de marzo 2022, 24% se declaraba de izquierda, 37% de centro y 39% de derecha), una pregunta que solo puede ser respondida con las categoría de debacle, liquidación o fin de una larga representación, agravada en el caso de la izquierda con el duro castigo a esa izquierda que se quedó pegada a Castillo con la ilusión de “relanzarlo”.
📢📊📝¿Cómo se distribuye el éxito electoral de los movimientos y partidos a nivel de las alcaldías provinciales? Abro 🧵con algunos datos importantes y casos particulares de algunas regiones. pic.twitter.com/CV3coiY9a6
— Manuel Ponte (@MPonteTorrel) October 4, 2022
Esta es la hora más baja de las tradiciones políticas fuera de Lima, una tierra arrasada que apenas ha producido antivotos, adhesiones populistas, y en muy pocos casos -Arequipa, provincias del Cusco, Apurímac y Huancavelica- votos de protesta. La actual política de izquierda, en este caso incluyendo Lima, solo tiene una alternativa: un nuevo discurso de radicalización de la democracia, transparencia, derechos y libertades, defensa de los territorios y refundación de la descentralización, un ideario totalmente contrario al relato de la identidad fascistoide que seduce a las masas desde la derecha e izquierda. Podría ser que la derecha ya no pueda liberarse de ese sino, pero la izquierda si.
Las regiones han votado distinto a Lima, pero no necesariamente contra Lima. La capital ha demostrado nuevamente ser un microclima. La política brutal, la radicalización derechista y la dispersión de la derecha han operado como variables de un resultado complejísimo en donde se puede hablar de la reconstrucción relativa de una representación conservadora multiclasista[3] nueva en actores y relatos, cuyo núcleo se ubica en los distritos mesocráticos, “la Lima antiderechos”, pero que se adentra en la periferia, en un contexto donde se entiende que lo conservador no es igual a rico, y donde se acrecienta la demanda de orden no democrático, pero donde también resisten redes clientelares populistas (y claro, corruptas), populares y democráticas, que están todavía a la búsqueda de una representación, varios microclimas dentro del gran microclima limeño. Pocas veces como el 2 de octubre se ha cruzado tanto el voto en Lima y pocas veces se ha mostrado con tanta claridad dónde se encuentra afincado el núcleo antiderechos capitalino.
🧵con algunos datos + ideas de las elecciones locales en Lima
1) Siguen patrones de división territorial en elección metropolitana
2) A RLA le fue mejor en los distritos donde Urresti fue más votado que al revés
3) Gobiernos locales entre muchos partidos => más difícil coordinar pic.twitter.com/LJHAm0JDbE— Tomas Dosek (@tomdosek) October 3, 2022
La ultraderecha ya intenta usar la plataforma municipal para vacar a Castillo lo que grafica el intento de López Aliaga de constituirse en el líder de la oposición, desafiando a Keiko Fujimori y César Acuña. Será un mal negocio. La estela de López Aliaga, ahora con solo 26% de votos, crecerá (si hay una coalición formada, es esa), porque lo que ha conseguido no es poco, pero el uso de lo municipal para este propósito será contraproducente, y ahí colisionará con los tiempos del Congreso. El principal adversario del nuevo alcalde de Lima es él mismo.
Finalmente, no estamos ante resultados radicales y terminantes. El 2 de octubre es un resultado relevante pero atenuado. López Aliaga es alcalde de Lima, pero con 26%; Lima es más conservadora, pero su derecha es dispersa; las regiones votaron distinto a Lima, pero no esta vez contra Lima; la izquierda ha sido barrida, pero no hay un predominio nacional de la derecha; hay nuevos liderazgos alternativos, pero devienen de caudillos con bajas votaciones; hay nuevos rostros, pero también han regresado rostros conocidos y algunos claramente corruptos. La crisálida del país nuevo parece cómoda en los pliegues de la vieja piel.
[1] Ver datos de Manuel Ponge en Twitter (@MPonteTorrel)
[2] https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2022/03/Informe-OP-Marzo-2022-completo.pdf
[3] Ver datos de Tomas Dosek en Twitter (@tomodosek)