Mientras escribo estas líneas sigue la incertidumbre alrededor de lo que ha podido ser una decisión del Jurado Nacional de Elecciones con respecto a la ampliación del plazo de recepción de solicitudes de nulidad, abriendo así la puerta a las presentadas fuera de fecha por Perú Libre y, principalmente, en centenares, por Fuerza Popular.
Todo el día viernes estuvimos en ascuas debido a esta potencial decisión. Se informaba como efectivamente tomada, se convocaba a ir a manifestarse frente al JNE por un “golpe de Estado”, mientras ningún comunicado oficial se emitía. Finalmente, se informó de una reconsideración y que no habría tal ampliación de plazos. Empezamos a respirar tranquilos, aunque aún no hay (8pm) todavía un comunicado oficial. Una explicación del JNE tal vez no sea obligatoria normativamente, pero sí necesaria para la tranquilidad de muchos peruanos y peruanas.
La de hoy (ayer) es, en muchos sentidos, una raya más al tigre, aunque claramente una bien gruesa. Resulta difícil condensar en breves líneas la cantidad de sucesos y emociones que las peruanas y peruanos llevamos viviendo desde hace semanas y, más aún, tras el domingo 6 de junio.
A las 7pm del domingo empezó la montaña rusa: el boca de urna, luego el conteo rápido de Ipsos y los primeros resultados de la ONPE provenientes de grandes ciudades. Vale recordar que esa noche algunos partidarios de PL protestaron en diversas ciudades. La mañana del lunes los resultados ya eran inversos y Pedro Castillo volvía a estar en el primer lugar, aunque con pocos votos de distancia.
Entonces vino quizás la peor parte. Un reclamo de “fraude en mesa” acusando con nombre, apellido y muchas difamaciones a ciudadanas y ciudadanos de ser parte de una conspiración para quitarle las elecciones a Fuerza Popular; 802 pedidos de nulidad de mesas que representan los votos de miles de peruanos y peruanas, principalmente de zonas rurales e indígenas, a quienes se pretendía (y pretende) quitarles su voto. La falta de fundamentos vaticina que estos pedidos no serán aceptados mayoritariamente, pero el daño ya está hecho.
Esta semana hemos alcanzado, además, mayores niveles de agresividad. Una campaña limeña para no viajar a Cusco, un amago de pelea de barras afuera de la ONPE y las cuatro noches que han pasado los partidarios de Fuerza Popular asediando, en un acto inaceptable, la casa del presidente del JNE acusándole de apoyar el supuesto fraude.
Lo tremendo es que esto aún no acaba. Quedan algunos días para que los JEE y el JNE terminen de revisar los pedidos de nulidad y luego, lo que es quizás la parte más difícil, declarados estos resultados. ¿Los aceptará el partido que no gane? ¿Podremos en algún momento empezar a pensar en lo que viene para el país?
Mientras tanto, peruanos y peruanas intentamos seguir con nuestras obligaciones al tiempo que ser parte de una ciudadanía vigilante en el proceso electoral más polarizado de los últimos años. Temo, sin embargo, que la exaltación de nuestros políticos se nos esté contagiando.
Me parece fundamental seguir siendo ciudadanía activa y vigilante, no solo hasta resolver este proceso electoral, sino siempre. Pero declarar un golpe de Estado del JNE por una decisión aún no cerrada solo nos coloca en un mayor estado de angustia. La presión social es constructiva, la histeria colectiva no.
Para poder llegar, ya no digo esperanzados, sino al menos enteros al 28 de julio y empezar a reconstruir apuestas colectivas, necesitamos nosotros también seguir apostando por nuestra democracia y sus instituciones, seguir optando por la serenidad y la responsabilidad. Para seguir cuidando de nuestra democracia, necesitamos ser distintos de aquellos que petardean la democracia en nombre de la democracia.