Las elecciones chilenas del 21 de noviembre presentan resultados que no deberían pasarse por alto. No son nuevos, sino recreados por los códigos tradicionales de la política cotidiana, sea como posibilidad o como límite (o las dos cosas al mismo tiempo). Es imposible leerlos sin las claves de la polarización entre la derecha pinochetista y la izquierda antipinochetista (Carlos Meléndez aquí) o sin la división terrorial y cultural (Daniel Matamala aquí) a la peruana.
Entre los datos duros se incluyen asimismo nueva claves en tono de preguntas que serán respondidas en la segunda vuelta del 19 de diciembre. Y también luego. Como sucedió con las elecciones de 2017, la segunda vuelta no resolverá la competencia política chilena. Será un hito que alimentará una batalla de fuerzas que empiezan a reducirse y desgastar los mecanismos institucionales. Algo pasa con las segundas vueltas en A. Latina (Colombia 2018, Brasil 2018, Ecuador 2017 y 2021, Perú 2016 y 2021) que han dejado de garantizar un mínimo de renovación de la democracia.
El primer dato es la diferencia entre el volumen social de la movilización de los últimos años y sus efectos políticos de entonces (Frente Amplio 20% en las elecciones de 2017, aumento de votos y elegidos del Partido Comunista, 78% a favor de la nueva Constitución en el plebiscito de 2020, y más del 50% de votos por el cambio político en las elecciones de convencionales constituyentes de Chile de 2021) con los resultados obtenidos por el canditado de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric (25.8%).
Las tres explicaciones más recurrentes señalan que Boric no le ha hablado a todos los chilenos y solo a un grupo generacional y “moderno”; que la izquierda se dividió, considerando que el Partido Socialista respaldó a la candidata de la DC y Nuevo Pacto Social Yasna Provoste (11.6%); y que la sociedad chilena ha reaccionado votando a favor del orden, contra Boric, el candidato de la incertidumbre.
Es probable que una parte de los votos que dejó de conquistar Boric se ubiquen en alguna de las explicaciones señaladas. Sin embargo, en una apreciación general, aún considerando que entre él y José Antonio Kast del Partido Republicano (27.9%) existe una diferencia de 2.1 puntos porcentuales (146 mil votos), la primera imagen de los resultados es de una ultraderecha más homogéneamente repartida nacionalmente frente a una izquierda menos densa, que ha parece haber perdido una parte de la representación simbólica que acumuló los últimos años, más que los votos en si mismos. Por ejemplo, Kast supera a Boric en 23 de las 25 comunas más pobres.
No se trataría solo de “no hablarle a todos”, sino de la identificación de las partes de un paisaje fragmentado, para representarlos y, esencialmente, movilizarlos. Es probable que, de acuerdo a esa matriz de imágenes electorales, el candidato de la izquierda representó adecuadamente la polarización, pero no tanto el abismo, y que como ha sucedido en otros países -como en el Perú en 2021- rotas las representaciones tradicionales, la sociedad se autorepresenta fuera de lo cánones conocidos o imaginados.
No es cierto que esta dimensión simbólica se encuentre influida y determinada por la matriz ideológica, de modo que la izquierda sea un obligado sinónimo de cambio. La relación entre la oferta electoral y la demanda es más compleja, de modo que habría que desentrañar, por citar un ejemplo, si la sociedad chilena, o más especificamente los grupos más excluidos, cifran todas sus expectativas en una nueva Constitución. Por lo mismo, fue una sorpresa que
en la Araucanía, Kast superara a Boric 42 % a 16%.
Los resultados están muy lejos de expresar a una ultraderecha representativa del Chile actual y sus demandas de igualdad. La irrupción de Kast resume procesos ubicados más allá de él, como la debacle de la coalición tradicional de la derecha Chile Vamos, antes Alianza por Chile. La radicalización de la derecha en A. Latina es un curso que en su camino ha encontrado en Chile al candidato del Partido Republicano. Lo histórico del giro en ese sector está por venir. Los liberales chilenos, orgullosos de su ideario político, votarán y llamarán a votar por un candidato que ofrece un país profundamente conservador, para garantizar la pervivencia del neoliberalismo.
Los «fachos pobres» que invadieron el Capitolio USA el 6 de Enero, después de haber votado por el perdedor Trump y no aceptar la derrota, Se mudaron a Chile?. Un 6 – 9 % adicional votara en este Balotaje y mayormente lo harán por Boric + coalición de Izquierda + DC , los votos de PDG se dividirán… Igual el Neoliberalismo/Modelo económico continuara aunque no sera tan Capitalismo Salvaje ni tan fiel Chicago Boys. U de Chile vs U Católica.