Llegamos a esta fecha, doce días después del arbitrario e inaceptable ataque de Vladimir Putin a Ucrania. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados calcula que hasta el momento 2 millones de personas han abandonado el país[1] en un éxodo que se prevé podría alcanzar hasta los 4 millones. Dado que, al día siguiente del ataque ruso Ucrania prohibió la salida de los hombres de 18 a 60 años para organizar su defensa, los rostros que vemos predominantemente en esta tragedia son los de mujeres, niñas y niños. Pero en un país de 44 millones de habitantes los rostros de las mujeres están también en las fuerzas armadas, en la defensa civil organizada de sus territorios, en los bunkers donde se refugian de los ataques, en la ayuda humanitaria y entre las 406 víctimas civiles mortales que según Naciones Unidas (ONU) ya se han producido.
En el año 2000, la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad adoptada por el Consejo de Seguridad de la ONU, reconocía que “las mujeres y los niños, constituyen la inmensa mayoría de los que se ven perjudicados por los conflictos armados” ya sea como personas refugiadas, desplazadas internamente o como víctimas de ataques. E instaba a cualquier parte en conflicto a adoptar “medidas especiales para proteger a las mujeres y las niñas de la violencia por razón de género, particularmente la violación y otras formas de abusos sexuales”, así como otras situaciones de violencia.
Ha sido en democracia cuando los derechos de las mujeres más han avanzado. Un avance mejorable, con retrocesos, resistencias y todavía con muchos pendientes que resolver. Construyendo sobre un sistema que se suele dar por sentado hoy amenazado por el más oscuro de los escenarios: una guerra a la que ha sido arrastrada Ucrania pero que tiene el riesgo de escalar a un conflicto mundial sin precedentes. Está en juego la soberanía ucraniana y el destino de sus ciudadanos y ciudadanas. Pero, además, las acciones, amenazas y condiciones de Putin ponen en cuestión valores esenciales de una democracia liberal que, aun siendo imperfecta en términos de igualdad de género, tiene como bases a la libertad individual, la libertad de prensa e información, el pluralismo político, las elecciones periódicas libres y justas, el estado de derecho y el imperio de la ley.
Pensar que este momento tan grave solo atañe a Europa y a Estados Unidos, su aliado en la OTAN, es equivocado. Este es un momento que traza una línea entre aquellos países dispuestos a defender la esencia de los sistemas democráticos y aquellos que prefieren mirar(se) en el espejo del autoritarismo. En la votación de la resolución de la Asamblea General de la ONU de condena a la invasión de Ucrania apoyada mayoritariamente por 141 países, entre los 35 que se abstuvieron hubo cuatro latinoamericanos (Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua) y uno que ni siquiera asistió a la sesión (Venezuela).
En parte del mundo occidental, y en particular en América Latina, los esfuerzos se han encaminado a corregir déficits y avanzar hacia el logro de una democracia en la que las mujeres puedan ejercer todos sus derechos en igualdad efectiva con los hombres contando con iguales recursos y oportunidades para ello. Todavía no salimos de la gran crisis global generada por la pandemia de la COVID_19, que sigue mostrando mayores impactos sobre la vida de las mujeres. Menor acceso a un trabajo digno y desigualdades salariales; incrementos de los casos de violencia de género y una irresuelta co-responsabilidad en los hogares, así como la falta de políticas estatales en materia de cuidados.
A ello se superpondrán más consecuencias de la guerra en múltiples dimensiones algunas de las cuales ya estamos viendo, como el freno a la recuperación económica y el aumento de la inflación y los precios por la dependencia energética de una Rusia a la que se le imponen sanciones económicas, pero de quien se depende energéticamente. Situación a la que las mujeres entran ya con diversas desventajas. Se ha dicho, y se seguirá diciendo, que sin mujeres no hay democracia. Habrá que recordar además que, sin democracia, no hay derechos.
[1] Crisis en Ucrania | eACNUR