Los países desarrollados han logrado crecer sostenidos básicamente en la confianza para invertir que logran generar. Es en realidad lo más importante. Todas las personas que deciden hacer empresa lo hacen confiados en que van a poder vender el producto o servicio que ofrecen. Por tanto, la confianza en un libre mercado es lo que los hace decidir invertir.
Como lo sostiene Ricardo Carrión, Camisea existe porque alguien decidió invertir US$5,000 millones, asumiendo un altísimo riesgo (y en el camino generó como 40,000 puestos de trabajo). En 15 años ha generado US$10,000 millones en regalías y hoy el 40% de la energía eléctrica se sustenta en Gas Natural, motivo por el cual, no se ha disparado la tarifa eléctrica. Según un candidato populista, el gas es del «pueblo» y tiene que nacionalizarlo ya que él lo va a manejar mejor; la pregunta que habría que hacerle es ¿cómo? ni él mismo lo sabe.
Los principales proyectos mineros en el Perú existen porque algunos decidieron invertir miles de millones de dólares, lo que se hace asumiendo importantes riesgos a su vez, lo que puede, si se maneja profesional y técnicamente, generar regalías y Canon a favor de las zonas donde se realiza la explotación minera. Evidentemente, dirigir negocios de tremenda envergadura es muy complicado para los grandes grupos económicos; sin embargo, un candidato populista sostiene que manejaría mejor esa operación de gran envergadura. La pregunta que habría que hacerle nuevamente es ¿cómo? tampoco lo sabe.
Si se pretende estatizar o nacionalizar este tipo de empresas, alguien se quedará a seguir invirtiendo en el Perú. Si hay menos empresas cómo se va a aumentar la recaudación. Sin recaudación cómo se va a poder mejorar la salud, la educación o la seguridad. La pregunta sin respuesta es siempre ¿cómo? Para ello lo fundamental es fomentar la inversión nacional o extranjera y la actividad económica no espantarla.
Si ya el gobierno revolucionario de los años 70 nos dejó una deuda de unos 17,000 millones de dólares por nacionalizaciones irresponsables y el desastroso «manejo empresarial» que tuvieron en las empresas públicas, que hoy debieran ser del pueblo, cabe preguntarse cuál y cuánto es lo que los peruanos vamos a tener que pagar como indemnización por tremendos estropicios, pues esto no lo hace el gobernante irresponsable que genera estos incalculables perjuicios; esto lo asumimos todos los ciudadanos de nuestro país que más temprano que tarde asumiremos las consecuencias de no emitir un voto pensado responsablemente.
Si esto ocurre, la actividad económica se verá seriamente afectada; ello generará evidentemente una contracción en el número de puestos de trabajo. Si, como con absoluta irresponsabilidad se propone, dejamos de pagar la deuda externa, adiós confianza, el crédito sostenido en ello desaparecerá y por tanto en consumo se contraerá sustancialmente. Ello generará sin lugar a dudas mucho más desempleo, más pobreza y más hambre, justamente aquello que se quiere evitar y reducir, que es en lo único en lo que todos estamos de acuerdo.
Si queremos salir adelante no podemos destruir la confianza, debemos incrementarla. Años de lucha, trabajo y esfuerzo costaron lograr la confianza que como país hemos recobrado, luego de gobiernos populistas irresponsables que dejaron más pobreza, hambre y desnutrición.
Hay que escuchar y votar por propuestas que puedan cumplirse y no perjudicarnos, para ello es fundamental votar por los cómo se va a hacer, no por odios, rencores y falsa dignidad. No es el momento, el Perú no puede ni debe retroceder. Hay que votar con convicción por lo que nos hará más grandes, más fuertes y más desarrollados, el Perú y su futuro lo reclama.