Es cierto que todavía no hay una identidad y personalidad del Gran Sur, aun cuando se advierte una tendencia muy similar en sus respuestas, acciones y voluntades electorales; ni la derecha ni la izquierda han trabajado por articular este espacio como un espacio geopolítico de contrapeso a la capital; diestra y siniestra tienen también el pecado y la práctica acentuada de centralismo y burocracia.
Sus votos también son aluvionales como sus emociones; auparon a Belaunde en su retorno al gobierno en 1980, el mozallón García encandiló en su primera ocasión del 85; fueron masivos los votos también por el “chinito” Fujimori el 90, combativa sus acciones para deponerlo y recuperar la democracia en el nuevo siglo; Toledo fue beneficiario y sumó electores con su discurso rupturista; Humala dos veces engaño con su nacionalismo y amplió sus votos el 2011; Verónika cosechó el humor del cambio el 2016, pero administró limeñamente esos votos y no hizo nada por participar en las elecciones regionales y municipales, que siempre son el segundo tiempo de los partidos electorales nacionales.
En los últimos 20 años el Gran Sur vota masivamente por las propuestas del cambio y a cualquiera de sus temperaturas, sea moderada, populista o radical; ese pulso se ha vuelto a confirmar en esta primera vuelta, en el voto por Pedro Castillo; junto a las razones culturales existen la fractura con el modelo y el centralismo en el terreno económico y social.
Las batallas políticas y sociales más importantes en el país y en el Gran Sur, en las últimas tres décadas contra el modelo económico se focalizaron principalmente en las regiones; sin desconocer las grandes movilizaciones de los jóvenes y la sociedad civil de Lima, frente a al golpismo congresal dominado por el fujimorismo y sus aliados.
Las regiones fueron uno de los bastiones desde donde surgió la Marcha de los Cuatro Suyos para la derrota y renuncia de Alberto Fujimori; posteriores jornadas enfrentaron procesos privatistas de Toledo, Alan García, Humala y a las últimas gestiones. Mientras Lima rechaza las formas políticas de administración y gestión política, una mayoría sigue simpatizando con la política económica; en las regiones y en particular en el Gran Sur los procesos políticos y económicos son concurrentes:
Fue en las regiones donde el desencanto con el fujimorismo, empezó a surgir tempranamente; primero para rechazar los procesos de privatización corrupta de las empresas regionales públicas como las generadoras eléctricas, el tren y aeropuertos e infraestructura turística, entre otros. Existieron también movilizaciones en defensa de los derechos humanos y el rechazo a la política represiva que se generalizaba al conjunto de la sociedad, bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo.
Luego de la recuperación de la democracia y la transición democrática paralizada o incompleta tras la derrota de la dictadura, capturada por la OEA y los partidarios de la continuidad del modelo, solo tuvo un avance reformista con la instauración de los gobiernos regionales en el periodo de Alejandro Toledo; sin embargo, este avance no fue motivo para dejar de accionar frente a nuevas medidas privatistas promovidas desde el gobierno nacional, como fueron los casos de la resistencia en Arequipa y Cusco al intentar concesionar sus centrales y empresas eléctricas.
En el segundo gobierno de Alan García, los focos de tensión se trasladaron a los pueblos amazónicos, cuyo caso emblemático fue Bagua, que puso al desnudo la famosa política del “perro del hortelano” por el cual se pretendía privatizar los recursos naturales y territoriales de las comunidades. Del mismo modo, desde esa fecha empiezan los conflictos por la defensa del agua, en las regiones como el Cusco, Arequipa, Puno, Moquegua y Tacna. Secar los andes para favorecer proyectos agro exportadores de la costa, era la prioridad del régimen y fue enfrentada en el sur peruano.
Con el gobierno de Humala, Cajamarca detonó la crisis de Conga y cambió de color al nacionalismo hacia la derecha; Espinar por la defensa del Agua en la Cuenca del Apurímac; La Convención exigiendo la construcción del Gasoducto Gasífero para el Macro Sur; así como el Aymarazo en Puno, fueron escenarios de confrontación política y cuestionamiento a la prolongación del modelo.
La crisis permanente tras la asunción de PPK, Vizcarra, el Golpe de Merino y la transición con Sagasti, concentraron los focos en el Gobierno Nacional, pero fundamentalmente la pandemia y la crisis económica han terminado por dinamitar la estabilidad y gobernabilidad en el país y en las regiones. Con resultados incierto en el actual proceso electoral.
Por otro lado, las sociedades regionales y sus representaciones han mejorado su presencia nacional en el escenario político y social; tienen agendas regionales más precisas y articuladas; los gobiernos regionales, con todas sus limitaciones y corruptelas lograron consolidar su institucionalidad como gobiernos intermedios frente al accionar mediocre e ineficiente de los ministerios y el gobierno central; en muchos casos su capacidad de gestión e inversión es mejor que el gobierno nacional.
Las plataformas financieras y económicas provenientes de las regalías mineras y el canon gasífero, el desarrollo del turismo, la construcción y la agricultura, abrieron oportunidades para la consolidación del mercado regional y macro regional, originando un importante sistema de redes de medianos y pequeños empresarios.
Existe también ahora una tecnocracia y aparato profesional un poco más experimentado y con creciente calidad académica; el crecimiento profesional de los aparatos de los gobiernos regionales y fundamentalmente municipios, es por ahora uno de los receptores principales de la oferta laboral de la clase media o tecnocracia; todos estos sectores se multiplican con cierta autonomía de la tutela profesional del centro, aunque las burocracias ministeriales no entiendan, y pretendan todavía manejar las direcciones regionales y municipales como un brazo extendido de su poder, desconociendo la autonomía de los gobiernos regionales y municipales.
Estas tendencias económicas, políticas, sociales, profesionales no siempre se perciben desde el centro y los resultados electorales no cuadran con los parámetros de nuestros especialistas. Alguna vez un poeta dijo que Jr. de la Unión es Lima y Lima es el Perú. Creo que ese ciclo está cerrado, aunque la señora Fujimori anuncie la recentralización, ahora las regiones son un nuevo rostro de la realidad peruana, ese voto tiene rostro de profesor en el Macro Sur, más allá de que gane o pierda las elecciones nacionales.