Por Jesús Manya
Los resultados electorales diversos y hasta contradictorios entre la capital y las regiones no deberían llamar la atención cada cinco años; por el contrario deberían ser parte de nuestra comprensión y entendimiento para aceptar que el país es multicolor, cultural, política, económica y territorialmente. Es evidente que todavía hay lecturas muy coloniales de los procesos político para las cuales las sociedades distintas al centro tienen que girar al compás de la elite que ejerce poder y construye su relato desde sus intereses, que no siempre son coincidentes con nosotros, los otros.
La plurinacionalidad, entendida esta como la pluralidad política, económica, social, cultural, territorial, lingüística, histórica, institucional, étnica, jurídica, etc. es una realidad en nuestras sociedades andinas, amazónicas y pueblos costeros. Tal vez no está aún visibilizada por las ciencias y especialistas políticos, pero es una tendencia que camina y se enriquece con nuevos peldaños más allá de pluriculturalidad, que es hasta donde llegan los estudios y las explicaciones desde la interculturalidad.
El concepto del “perro del hortelano” acuñado y sustentado por Alan García para desconocer e ignorar nuestra condición de ciudadanos peruanos, es la expresión más brutal y sincera del pensamiento colonial y centralista del neoliberalismo que desconoce nuestros derechos al territorio, agua, cerros, valles, identidad, lengua, tradición, acusándonos de pobladores sin deberes y conducta anacrónica frente a la supuesta modernidad que ofertaba con sus privatizaciones de entonces.
Las poblaciones andinas y amazónicas tienen una raigambre colectivista, comunal o participativa desde los inicios de nuestra propia civilización; el individualismo o la secta no tendría ninguna capacidad de afrontar los retos que impone el trabajo y la transformación de la naturaleza para sobrevivir y disfrutar de la vida en un territorio de grandes alturas y valles profundos. El Qhapaq Ñan construido en miles de años, no es solamente un sistema vial; es ante todo un sistema hídrico y productivo que articula a los pueblos andinos, amazónicos y costeros a partir de cada una de sus realidades geográficas.
Por supuesto que esta obra no podía ser de un solo pueblo o cultura; fue el resultado del aporte milenario de muchas naciones, territorios, tecnologías y generaciones, a quienes se les reconocía sus derechos y respetaba su diversidad, como parte de su expresión organizativa al interior del Tawantinsuyo, que hasta su nombre la gráfica como la confederación de cuatro grandes regiones. Esa realidad de entonces, incluso hasta ahora, es debatida por muchos historiadores que señalan que parte de la debilidad de los Inkas, fue aceptar esa diversidad por cuya razón a la llegada de los españoles, esas culturas terminaron por aliarse con los invasores. Mientras que para unos la diversidad es debilidad, para otros es fortaleza y oportunidad.
Este es nuestro origen que no ha podido ser mejorado y superado; en cambio existe una suplantación de un sistema altamente centralizado y excluyente proveniente de la Colonia y escasamente modificada en la República. Aasí por ejemplo, en la Guerra con Chile, mientras miles de comuneros, artesanos, estudiantes marcharon al sur a defender la Patria, Lima era el centro de disputas y golpes palaciegos, mesa de negocios privados con los propios chilenos, para finalmente terminar divididos y derrotados fruto de la traición corrupta de los gobernantes. Existe entonces una distancia histórica entre las regiones y Lima.
Las escuelas públicas del siglo pasado y las alfabetizaciones no fueron una extensión de políticas educativas del Estado Peruano; fueron iniciativas de comunidades y ayllus que construyeron sus locales y empezaron a exigir la presencia de maestros. En la década del sesenta las carreteras no nacieron de la articulación vial desde la capital; fueron igualmente construcciones a través de faenas y trabajo comunal; por los setenta y noventa los puestos policiales y las emisoras radiales y televisivas se hicieron con los aportes de las poblaciones. Ni Estado ni inversión privada.
Tal vez suene lejana las gestas de los Amaru; más cercanamente la recuperación de las tierras cultivables y pastizales no fue un regalo de Velasco Alvarado, sin regatear sus merecimientos; tampoco la actuación sobresaliente de Hugo Blanco que llegó a La Convención a última hora, ante una oleada campesina y comunera que se inició apenas concluida la guerra con Chile y que duró más de medio siglo en sublevaciones, insurrecciones, recuperación de tierras, derrotas y avances como todo proceso social.
En este sentido, falta también escribir la historia social de los peruanos desde la vertiente comunera y campesina.
Para nuestras sociedades, conquistar derechos fue y es una permanente disputa con el poder central que representa los intereses de un grupo económico; el canon gasífero por ejemplo por el cual un 50% se redistribuye en toda la región Cusco y el otro 50% se queda con el MEF, no fue un regalo o un presente de la modernidad neoliberal; la arrancamos con huelgas y marchas. Las regalías mineras no llegaron de la buena voluntad de los concesionarios; fueron producto de intensas luchas y negociaciones. A pesar de todo esto el Gobierno Nacional sigue fomentando la exoneración, evasión y elusión de impuestos que a diario ven pasar por la puerta de sus casas los comuneros, en la forma de tracto camiones que se llevan los minerales en millones de dólares, sin dejar transferencia tecnológica, empleo, inversiones locales y servicios básicos.
El turismo es una actividad económica altamente desarrollada en el Sur del Perú; los circuitos turísticos más dinámicos provienen de Argentina, Chile, Brasil y Bolivia y con pasajeros de Europa y Asia porque es mucho más barato que llegar vía Lima. Cientos de buses atraviesan Bolivia y Puno al Cusco; otros tantos desde Chile y Argentina vía Tacna y Arequipa, así como desde Brasil por Puerto Maldonado al Cusco; ese mercado es más dinámico, masivo y extensivo a quienes prestan servicios turísticos en todas esas regiones.
En cambio el otro paquete que viene de EEUU, Europa o Asia por la vía limeña; vienen empaquetados en monopolio: línea aérea, hotel, carros y tren; hasta los centros artesanales funcionan dentro de los hoteles. Ese mercado o la oferta de servicios turísticos del sur, entra en competencia con la centralidad monopólica. En el Cusco cerca de 200 mil habitantes tienen alguna relación con el turismo masivo y transversal, vía servicios profesionales, artesanales, movilidad, restaurantes y bares. Ellos son los que más sufren con el secuestro monopólico de Machupicchu por los costos del hotel y el tren en manos de Rafael Pardo Aliaga. Tal vez por ello, el voto de este empresario apenas llegó al 4% a en esta región, a pesar de la tremenda inversión publicitaria y movilidad propagandística que hablaba de sus virtudes empresariales en el turismo.
Es natural por tanto que el voto de protesta y rebeldía surja de este clima de conflicto permanente; las regiones desconfían de la representación y la burocracia política del centralismo, por razones histórico-culturales y hechos fácticos como la corrupción de los tiempos actuales, cuyo rostro más emblemático es el fujimorismo. La clase política y económica del país no ha logrado construir una hegemonía cultural y política en las sociedades diversas que componen el Perú. Sin embargo el desencuentro desde abajo y las regiones tampoco ha logrado elaborar una alternativa a lo descontituyente de la crisis; esa es la tragedia irresuelta que se expresa electoralmente en el voto de protesta. El Perú de todas las sangres es una agenda pendiente aún. Toledo y Humala que cosecharon esos votos, no lograron articular el proyecto y sucumbieron a la subordinación de los perdedores. Pedro Castillo tiene el reto de poner la voz de los contestatarios y ganar las elecciones a una derecha afiebrada y en guerra sucia.