La fragmentación de las candidaturas y partidos no es un sinónimo de estabilidad y madurez política de la democracia en el Perú; por el contrario, expresa crisis y lo que es peor una clara falta de voluntad en resolver este desencuentro; era de esperarse por tanto que los resultados expresaran un minimalismo, tanto así que el ganador de la primera vuelta no pasó el 20% y mucho más abajo la otra contendiente para el balotaje en la segunda vuelta.
En este caso, el artículo quiere dirigir su atención a los resultados y porcentajes electorales en el Gran Sur y en particular las tendencias políticas que se encaminan, en la perspectiva e influencia que tendrán en las elecciones regionales y municipales que se acercan en el calendario.
Es cierto que el endose electoral no funciona automáticamente o es vertical; sin embargo, la experiencia de los procesos electorales de las últimas décadas exige tener en cuenta esta realidad; la mayoría de los gobernadores y alcaldes en la región ganaron sus elecciones bajo el influjo de las tendencias e influencias de las campañas nacionales.
La recuperación de la democracia en 1980, con un Belaunde en el gobierno nacional permitió la llegada de Willy Monzón un Alcalde de AP; la irrupción de la Izquierda Unida permitió la presencia de Daniel Estrada en la Municipalidad del Cusco, así como en las municipalidades de Puno, Arequipa, Apurímac, entre otros. Años después fueron de izquierda también los gobiernos regionales en: Cusco, Puno, Arequipa, Junín, Moquegua, Cerro de Pasco, etc.
Con el voto aprista del 85, llegaron también alcaldes o aliados como Carlos Chacón Galindo a las municipalidades; con la influencia fujimorista accedieron por los 90 Raúl Salizar Saico y Carlos Valencia en el municipio, mientras que la dictadura cerraba la primera experiencia de los gobiernos regionales.
Relanzada la descentralización, Carlos Cuaresma empató su paso por el GORE con la llegada de Alejandro Toledo el 2001; Hugo Gonzales y Jorge Acurio cosecharon el alza de Ollanta Humala en dos campañas el primero con UPP el 2006 y luego con el Partido Nacionalista el 2011.
Luego vino el 2015, un receso en la armonía nacional y regional; en este caso Carlos Moscoso y su agrupación Kausachun auparon a Edwin Licona en la Región, una retroalimentación regional y local. Luego el 2019 vuelve AP con Jean Paul Benavente, bajo el influjo del renacimiento de dicho partido en las congresales y nacionales con la figura de Alfredo Barnechea.
Los primeros resultados del 2021 en el macro sur
En el Macro Sur, los votos presidenciales que consiguió Pedro Castillo (PC) de Perú Libre y Vero Mendoza(VM) por JPP, fueron un retorno progresista y una regresión relativa en la derecha (votos de Hernando de Soto, Jorge Aliaga y Fujimori); en Arequipa, PC consiguió un poco más del 32% y VM casi 7%, mientras que la derecha 31%; en Cusco PC 38% y VM 20%, y la derecha 14%; en Puno, PC 47% y VM 5%, y la derecha 7%; en Apurímac PC 53% y VM 9%, y la derecha 13%; en Moquegua, PC 34% y VM 7%, y la derecha 20%; en Ayacucho PC 51% y VM 9%, y la derecha 14%; en Madre de Dios, PC 37% y VM 6%, y la derecha 23%. Del mismo modo en las regiones del centro son similares o parecidas las tendencias del sur, tanto en la izquierda como en la derecha, con la excepción de Lima.
Con la polarización de la campaña para la segunda vuelta, subirán más significativamente los votos por Pedro Castillo, en tanto Keiko Fujimori reconcentrará nuevamente la votación de la derecha y extrema derecha; por lo menos eso es lo que afirman las diversas encuestadoras, que tampoco pueden ocultar los resultados en las regiones que son favorable a la balota de Perú Libre, a pesar de la tremenda guerra sucia en marcha por parte de los grupos corruptos del poder.
Las regiones frente al nuevo gobierno en disputa
Cualesquiera sean los resultados de la segunda vuelta, los espacios regionales y populares jugarán un rol importante en el desenlace de la crisis del régimen en marcha que está redefiniendo la nueva correlación de fuerzas y la hegemonía.
En un primer escenario, si ganara Pedro Castillo como esperanza de millones de hombres y mujeres que buscan el cambio, tendrá que enfrentar una brutal muralla reaccionaria que se ha configurado y reorganizado desde los poderes económicos, mediáticos, militares y policías, mayoría congresal, sector de la iglesia, así como de los gobiernos derechistas del continente que tiene capturada la OEA.
Será un gobierno en crisis e inestabilidad permanente que solo puede resistir incluso intentos de golpe militar o congresal si basa su actividad articulándose a la movilización del poder popular y en un conjunto de iniciativas. Tarea, por otro lado, que no solo es responsabilidad del gobierno sino sobre todo de quienes tienen la conducción de las organizaciones sociales.
En otro escenario crítico, si volviera el fujimorismo al gobierno, estarían culminando el copamiento absoluto de los poderes del país, una clara restauración autoritaria del regimen que controlará la economía, la política y los medios, para ejercer la aplicación del modelo económico en crisis por la vía de la represión y liquidación de la oposición política y social, como en los tiempos de Alberto Fujimori, así como desarrollará una ofensiva contra la descentralización como anuncia Keiko Fujimori.
El fujimorismo es la máscara política de los grandes monopolios corruptos que buscan tener el poder ejecutivo a su mando para resolver su crisis económica con los fondos y recursos del Estado peruano; estos anti estatistas de fachada quieren la captura total del Estado para succionar los recursos de las reservas internacionales, abrir nuevos préstamos en la banca mundial para destinarlos al reflotamiento y reactivación de sus grandes negocios como ya empezaron a ejecutar con Vizcarra.
En este contexto, necesitamos fuerzas regionales y municipales con sus gobiernos, con capacidad de respuesta y movilización popular, en un caso para presionar el cumplimiento del cambio que formula Pedro Castillo, frente a cualquier vacilación o debilidad ante los poderes fácticos y la ultraderecha; o por otro lado como espacio de resistencia popular a la instauración de un nuevo gobierno dictatorial con el fujimorismo.
De ahí que las elecciones regionales y municipales serán un segundo tiempo entre las fuerzas del progreso y las fuerzas de la mafia corrupta. En cualquier asunto, una buena mayoría de gobiernos regionales serán una fortaleza para exigir y radicalizar el proceso de cambios con Pedro Castillo, o caso contrario para enfrentar desde las regiones y municipios al copamiento por parte del fujimorismo.
Coaliciones democráticas en las regiones
De tomar en cuenta los resultados de la primera vuelta que son los votos más comprometidos y escogidos entre tanta candidatura, existen las condiciones para que una adecuada coalición electoral democrática pueda ganar las elecciones en las regiones y municipios en el conjunto del país.
En dicha proyección se debe articular, construir y fortalecer los instrumentos del poder popular; examinar la capacidad movilizadora y operativa de las fuerzas sociales es un asunto de estos tiempos. Deberíamos aprender de Bolivia donde fueron las organizaciones populares las que rescataron la democracia, derrotando en las calles y en plena pandemia a la dictadura cívico-militar para luego ganar las elecciones con Luis Arce. En Ecuador, las fuerzas de izquierda encasillaron la lucha política a las elecciones, perdiendo en la segunda vuelta a manos de la ultraderecha, en tanto que un sector del movimiento indígena inclinó su accionar y sus votos para sus esclavistas.
Como se puede aprender de la experiencia internacional y de nuestra experiencia, solo una inteligente articulación de movimiento popular y lucha electoral puede permitir enfrentar adecuadamente a esta nueva ofensiva de la derecha y ultraderecha; por eso, a veces resulta preocupante la conducta vacilante de algunos dirigentes sociales que miran la disputa político desde el balcón, bajo el membrete de un discurso seudo radical y oportunista. El poder popular se construye en disputa permanente, en movilización y lucha, no en los papeles y comunicados.
Los resultados electorales son bastante similares en las regiones andinas y amazónicas, tendientes al cambio del modelo político y económico, vía movilización popular, electoral, constitucional, entre otros. Veremos si surgen iniciativas en dicha perspectiva.