El fraude en mesa, la narrativa post segunda vuelta del fujimorismo, a estas alturas, cuando los jurados electorales no le dieron la razón, está claro: anular el proceso o dilatarlo para que Pedro Castillo no asuma la presidencia de la república. Por cierto, el JNE aún no proclama oficialmente los resultados electorales; sin embargo, la legitimidad del acto electoral favorece al candidato de Perú Libre.
El reciente pronunciamiento del Departamento de Estado de los Estados Unidos, en el sentido de que “estas recientes elecciones son un modelo de democracia en la región”, así como los informes favorables de las misiones internacionales de observación electoral que descartaron cualquier fraude, deja sin piso al fujimorismo y sus aliados. Aun así, el andamiaje construido está intacto, dispuesto a seguir con la campaña, sin importar los efectos colaterales contra la institucionalidad democrática.
El fraude sistemático cometido en el marco de la re reelección de Alberto Fujimori en el 2000, con la fábrica de firmas falsas al descubierto, o el caso del mal llamado huanucazo (1995), donde también se favoreció al fujimorismo, no son nada comparable con los hechos aislados de posibles irregularidades o errores en el actual proceso. En este contexto histórico se percibe nítidamente que se trata de crear condiciones psicosociales, como el fraude comunista, para luego deslegitimar el balotaje y tentar el poder a través de medios no democráticos. Ante esta situación fue oportuno el pronunciamiento del reciente Consejo de Estado en torno a estas pretensiones vedadas, reafirmando la vigencia de la democracia constitucional en el país y respetando la autonomía de las instituciones electorales, aunque no tuvo mucha cobertura en la tv corporativa como la que le dieron a Lourdes Flores aun con todas sus inconsistencias.
Como se advierte, se está haciendo toda una cuestión de estado para que la ONPE entregue el padrón electoral a Fuerza Popular a fin de que lo confronte con la base de datos de Reniec, en su propósito de verificar las supuestas firmas falsas en algunas actas electorales. ¿Poner en manos de terceros toda la base de datos de los electores peruanos no pone en riesgo la protección de datos personales? Por supuesto que sí, pues no se trata de acceder a la información pública, sino a datos protegidos por ley. Por su lado, el jurista y docente universitario en Derecho Constitucional, Rodolfo Espinoza Zevallos, advirtió que con este pedido también se vulnera el concepto del voto libre y secreto del ciudadano porque hay actas en las que ambos partidos obtienen la mayoría de votos, quedando al descubierto, de esta manera, la identidad y los votos de los electores. ¿Dónde cabe entonces la ciudadanía como base del sistema democrático y electoral para el fujimorismo?
José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch, se preguntó ¿hasta cuándo seguirá Keiko Fujimori jugando a ser Trump? Obvio que se trata de una crítica implícita a las argucias puestas en marcha por la candidata de Fuerza Popular para no reconocer su derrota. Pero más allá de la coyuntura ¿cuánto daño le viene causando el fujimorismo a la democracia en esta última década? Primero, cuando forzaron la renuncia del presidente Kuczynski con su mayoría parlamentaria y ahora con el cuento del fraude en mesa. ¿La derecha peruana o el centro político no tiene mayores opciones de liderazgo? ¿No creen que ya es tiempo de desfujimorizar la agenda política con miras al bicentenario con una mayor densidad institucional y democrática de los partidos políticos?
En la otra orilla, Pedro Castillo intenta tender puentes. El Departamento de Estado de los EE.UU, tras darle un espaldarazo al JNE, lo cual también se extiende al candidato de Perú Libre, le ha expresado un mensaje: “Estados Unidos espera continuar esta importante alianza con el candidato debidamente elegido por el pueblo peruano”. El contexto global, definitivamente es otro, respecto a la época de la Guerra Fría donde, al parecer, Cerrón está congelado. Una forma de que Castillo salga adelante frente a los nuevos escenarios lúgubres del fujimorismo, en alianza con una derecha retrógrada, es estableciendo consensos hacia el centro con una visión de ese nuevo marco, por supuesto, sin perder el pensamiento social por el que votaron la mayoría de los peruanos, fortaleciendo la institucionalidad democrática que está en riesgo.