Trabajar por un país que necesita reducir la desigualdad entre sus ciudadanos definitivamente no es una tarea sencilla, sino ardua y posiblemente injusta para muchos sectores socioeconómicos quienes observan anonadados los pocos beneficios de la política económica. Uno de los economistas que ha estudiado por varios años la desigualdad es sin duda Thomas Piketty, quien llega a la conclusión que la desigualdad es producto de ideologías y políticas, y no de fundamentos económicos ni tecnológicos.
Esto cobra vigencia en el análisis de muchas sociedades tan desiguales como el caso noruego, una de las sociedades con los más altos estándares de educación escolar y con una alta producción de petróleo a nivel mundial; en comparación al caso venezolano, también con una producción importante de crudos en el orbe, pero con una carencia tremenda en educación.
¿Cómo conocer que existe desigualdad en una sociedad?, ¿las familias cuentan con información tan detallada de lo que significa cerrar brechas sociales? Posiblemente no y, de hecho, no todos contamos con el conocimiento teórico y práctico – estadístico para entender este amplio concepto, algunas veces considerado irrelevante o etéreo.
Para entenderlo un poco más, veamos más a fondo las cifras microeconómicas en el Perú, y no las macroeconómicas usualmente conocidas y mostradas en redes sociales. La idea es que centremos el análisis en cifras que presenten el nivel de consumo de servicios básicos de familias peruanas.
Una típica familia que vive en una zona urbana tendría muchos servicios que le permitiría no solamente contar con una tranquilidad de que sus hijos están en una sociedad que les provee un servicio de salud considerablemente buena. Pero, ¿todos los peruanos tenemos los mismos beneficios?, ¿y las zonas rurales? Veamos.
Según la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) – INEI, en el 2020 el 83% de las familias peruanas obtiene el agua potable del grifo dentro de la vivienda, permitiéndoles mantenerse con una higiene adecuada. Nada mal si lo comparamos que, en el 2008, solamente el 64% tenía esa condición, habiendo casi 15% que obtenía el agua de un manantial o puquio, donde claramente no llega en las mismas condiciones de salubridad que nos proporciona la empresa proveedora.
A ello también le sumamos que solo el 16% de los peruanos pueden conservar sus alimentos en una refrigeradora, siendo Lima la que más utiliza este artefacto electrodoméstico (23%); mientras que Puno o Huancavelica son las que menos la utilizan (3%) por lo que la compra de sus alimentos es diaria sin la posibilidad de conseguir alimentos al por mayor.
No es de extrañar dicha cifra, ya que Lima es uno de los principales consumidores de energía eléctrica y de balón de gas (GLP) (21%) para cocer sus alimentos; mientras que Puno y Huancavelica los preparan con bosta o estiércol; además de leña (20% y 35%, respectivamente).
Si uno observa también el tipo de alumbrado que consume en su hogar, el 28% de la población peruana consume energía eléctrica en la mayoría de los departamentos. Sin embargo, resaltan regiones como Amazonas, Huancavelica, Huánuco y Loreto que aún consumen velas u otros tipos de alumbrados para sus viviendas.
Por último, al analizar los hogares que consumen servicios de telecomunicaciones, la mayoría de la población peruana consume un teléfono celular (52%); secundándolo muy de lejos el consumo de internet (21%) y televisión por cable (17%). Departamentos como Cusco, Huancavelica muestran un bajísimo consumo de internet, con apenas 4% de su población, lo que ocasiona que su población no se haya adecuado rápidamente a las clases virtuales en plena pandemia.
Por lo tanto, es importante reconocer que existen aún brechas sociales que cerrar solamente observando la forma de vida de muchos pobladores peruanos, en zonas urbanas y rurales, su consumo de alimentos, la forma de prepararlos, el acceso al agua potable, el tipo de alumbrado de su vivienda y la conectividad a internet con que cuentan los hogares que les permite insertarse a un mundo más desarrollado y de oportunidades. Este nuevo gobierno tiene una tarea muy fuerte y debe trabajar muy duro sin hacer alarde que también los fines de semana trabajan. Eso es una obligación desde que llegaron al poder, no un pago de horas extras.
Cierto Renzo. Hay desigualdades estructurales en nuestro país al cual no me atrevería llamarle sociedad. Es una situación demasiado compleja dado que transota por lo cultural, social y el emprededurismo. Sin embargo de ello, el dactor mæs caro es la corrupción que roba oportunidades y desalienta a la población que en un afán de supervivencia cambia los valores morales para adecuarse y autoorganizarse para hacer frente a esa corrupción no con una actitud correctiva, sino con una acción competitiva en un nuevo circulo vicioso para ganarlr siendo más corruptos que ella, configurando una situación que, al decir de Berlo: «si no haces el mal, estás mal». Sandel también nos alerta de ee desánimo producto de la impotencia despersonalizante y masigicadora qie produce anarquía y «delega» el poder no en quien pueda resolver sus problemas básicos sino en quien pueda vengarse o ejercer violencia y vondicta. Es lo que hay amigo.
Creo interesante el análisis qué haces a la data que publica ENAHO, siendo ello una realidad, lo que faltaría es analizar la situación del Perú de la zona rural, en donde se genera básicamente la producción agrícola y ganadera, creo que ahí debe también debe tener data para conocer mejor los indicadores menciones por el colega Renzo.