“Sendero Luminoso intensificó sus operaciones en Lima, sobre todo con tácticas terroristas tales como los atentados con explosivos, una de las principales características de su guerra psicológica que buscaba desmoralizar a la población. El mayor impacto en las ciudades fue el paro armado, desarrollado primero en Ayacucho. La táctica giraba en torno a la amenaza de violencia contra cualquiera que intentase ir a trabajar después de que la organización hubiese declarado el paro. Esto resultó particularmente efectivo contra los choferes de ómnibus y colectivos, que temían sacar sus vehículos a las calles, frustrando así de los trabajadores de dirigirse al centro de trabajo” (Peter Klaren, 2000).
La economía peruana en dichos años pasa de ser débil a una muy precaria. Muchas de las economías de las urbes en las décadas de los setenta y ochenta se fundamentan principalmente en la fuerza laboral, motor y auge en ellas. Así, una de las tácticas que utiliza el terrorismo en dichas sociedades justamente se basan en paralizar a la promoción empresarial, es decir a la inversión privada, asfixiándola hasta que resurge un nuevo modelo económico de las ruinas, a costa de muchas pérdidas humanas y materiales.
Según Palacios Rodriguez (2005) la insania de Sendero Luminoso (SL) no queda limitada a subyugar a las poblaciones de las regiones con asesinatos selectivos, sino que tienen una visión de arruinar la precaria economía peruana. Para ello, focalizan esfuerzos para aniquilar plantas experimentales de agricultura y ganadería; destrozando las instalaciones y exterminado a centenares de vicuñas de la reserva de Pampa Galleras; saqueando a las cooperativas agrícolas del valle del Mantaro; asesinado a promotores agrarios del Ministerio de Agricultura, así como a los técnicos extranjeros que vienen al Perú en programas de cooperación y a pequeños agricultores.
En el caso de la minería, arrasan con prósperas iniciativas mineras que surgen como alternativa a la agricultura en las regiones, volando sus máquinas para que otras personas no las utilicen. Asimismo, cortan el flujo energético, principal insumo de muchas empresas fabriles, con atentados nocturnos muy focalizados como dinamitar torres de alta tensión, plantas hidroeléctricas, lo que deja en plena oscuridad a la sociedad para acometer sus atentados y paralizar a la fuerza laboral.
Del mismo modo, la voladura de carreteras con la finalidad de que no exista abastecimiento de alimentos a la capital, lo que origina una creciente alza de precios en los productos de primera necesidad y por consiguiente, pérdida de bienestar social principalmente en los márgenes de la ciudad donde residen economías muy frágiles y de alta pobreza.
Pero no solamente está la marcada violencia con armas, anfo y dinamita, sino también el copamiento de los sindicatos, colegios, universidades, pueblos jóvenes, cuyo fin es adoctrinar como a los jemeres rojos de Camboya y enseñorearse en la propia capital limeña, dejando estupefactos a las autoridades gubernamentales. Por lo tanto, el objetivo final del terrorismo es aislar y asfixiar a las poblaciones urbanas, siendo su principal destino de poder: Lima.
Las consecuencias económicas se observan en el marcado retroceso de varios indicadores, como el ingreso real, que según Klaren (2000) cae 22% entre 1987 y 1989, casi a niveles de 1960; observándose para ese momento un sueldo de subsistencia, cercano a los US$ 31 dólares americanos; mientras que el índice de desempleo llega a 70% de la fuerza laboral. Según el informe de la comisión de la verdad y reconciliación (CVR), SL hizo estallar 335 torres de alta tensión con un costo de US$ 2 millones de dólares americanos, generando pérdidas cercanas al 42.4% del PBI, es decir, US$ 9.2 mil millones de dólares americanos, desagregándose en 42% para industria y comercio; 21% para energía y minas; 20% para agricultura; 11% para Defensa, y 6% para transportes y comunicaciones.
No cabe duda que las economías se deterioran con el pasar del tiempo. Si a ello se le suma una amalgama perfecta de terror político, narcotráfico, delincuencia común y manifestaciones de índole social, con una respuesta débil, equivocada y lenta respuesta para frenarlas de parte de las autoridades, en los próximos años puede generarse un caldo de cultivo perfecto para nuevos rebrotes de terrorismo más sofisticado, con ansias de sometimiento y poder eterno.
muy importante recordar esta tragedia y sus números.
también es importante saber cuántos jóvenes fueron llevados a ser adoctrinados y murieron pues eso es un costo también para sociedad pues de otra forma podrían haber sido buenos ingenieros, economistas u otros profesionales pues muchos dejaron los estudios y se fueron a las armas