Una de las grandes revoluciones que vienen a buen galope es sin duda la tecnología de la información. En ellas se encuentra el acceso a una enorme base de datos que permite a los usuarios entender de la mejor manera el comportamiento económico; aspectos sociales de las personas; accionar político de los futuros gobernantes; entre otros, utilizando una gran masa de datos.
En relación con el Estado, ¿cómo puede generar una buena aplicación de las políticas públicas en economías digitales? En principio, hay que recalcar que no todas las instituciones públicas de un gobierno tienen datos abiertos. Sucede que muchos expertos solamente pueden hacer seguimiento a países subdesarrollados a través de variables indirectas. Por ejemplo, aquellos países del medio oriente que no generan variables relacionadas a la economía, pueden ser medidas a través de la generación de luz eléctrica vía satelital. Es el caso de la India que, con una muestra de 600 mil aldeas con cobertura eléctrica, predicen la pobreza.
Debido a este y otros grandes problemas de datos abiertos, instituciones como el Banco Mundial financian a aquellos proyectos que utilizan la Big Data, cuya finalidad es mejorar diversos aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos. Como lo mencionan Saldarriaga, Cornejo y Gershy – Damet (2017) en la Revista Moneda (BCRP), la utilización de esta herramienta muy poderosa permite desde mejorar los derechos de propiedad usando los datos geoespaciales; medir la pobreza a través de un satélite; entender cómo la distribución de la infraestructura afecta al crimen; hasta medir las condiciones de las carreteras; entre otros.
Así, el Big Data tiene un alcance a nivel micro para utilizarlo a nivel macro, con más precisión y que sirve para anticipar eventos en la sociedad. Por ejemplo, en varios países europeos y asiáticos se aplica para prever el nivel de desempleo a través de la lectura de diversos tweets que muchos usuarios envían diariamente sobre sus desánimos o quejas en encontrar un empleo o haberlo perdido.
En el artículo de Rodríguez, Palomino y Mondaca (2017) para el Banco Interamericano de Desarrollo, hacen una revisión de diversos trabajos donde se aplica la Big Data y sus impactos en algunos países de América Latina. Por ejemplo, presentan el estudio de la movilidad urbana sostenible, con datos masivos y políticas públicas para Argentina, estudiándose la movilidad de los ciclistas en relación con la infraestructura existente; o por ejemplo el análisis de algunas ciudades inteligentes (Smart Cities en sus siglas en inglés) como San Bernardo en Brasil, donde se crea una aplicación móvil que permite enviar quejas o sugerencias de los ciudadanos relacionadas a los servicios considerados no urgentes.
Pero también es oportuno señalar que existen aspectos sensibles en el uso de esta herramienta, tales como la seguridad nacional que tiene todo gobierno con sus habitantes; privacidad de los datos; así como un marco ético que delimite el accionar de los usuarios para que no cometan actos informáticos delictivos; entre otros.
En ese sentido, ¿cómo está el Perú frente a sus pares latinoamericanos? En la cola. Si se observa el ranking de competitividad digital realizado por el Instituto para el Desarrollo Gerencial (IMD en sus siglas en inglés), desde el 2015 al 2019 el Perú se encuentra en promedio en el puesto 61, solo por encima de Venezuela. Chile es el primer país con más digitalización, encontrándose en el puesto 42 en el último año. Si se mide por horas necesarias para concluir un trámite administrativo, en el 2019 el Perú se tardan casi 9 horas en concluirlo. Chile solamente 2 horas.
Si se observar el catálogo de los servicios en línea de la administración pública, se puede conocer los servicios en línea que brinda el Estado haciendo uso de las TIC. Sin embargo, al tratar de ingresar a sus datos, no todas las instituciones que se encuentran en ella presentan información; o simplemente te redireccionan a un portal desconocido. Justificada la explicación de nuestra posición en el ranking latinoamericano.
En conclusión, el Perú se encuentra muy retrasado aun en la conexión digital, perjudicándose al ciudadano. No se puede continuar con proyectos innovadores sin mirar la revolución de la economía digital mundial. ¡Otra tarea pendiente!