“Nos ha pasado en algún momento de nuestras vidas que en una oficina (pública o privada) no recibes el servicio que esperabas. En ocasiones, hay largas colas mientras que los empleados parecen estar conversando felices uno al otro, o hablando por teléfono con sus amigos o hermanos acerca de sus asuntos personales. En tales situaciones, alguien comentaría: ¡es obvio que sus salarios no dependen de cuántos clientes ellos atiendan! Detrás de esas palabras, hay una fuerte crítica a la falta de incentivos que, algunas veces, se presentan en los acuerdos contractuales.” (Macho-Stadler y Pérez-Castrillo, 1997).
Dichos autores abordan lo que se denomina la economía de la información, la cual permite observar las asimetrías de esta en muchos mercados como, por ejemplo, en el sistema financiero, asegurador, entre otros. Pero, ¿qué es la economía de la información y para qué nos ayuda?
La economía de la información se dedica a investigar cómo ella impacta sobre las decisiones de los agentes económicos. En ella hay un individuo denominado el principal, que podría ser el contratista; mientras que hay otra persona denominada el agente o el contratado. Ambos toman decisiones día a día en función a sus conveniencias.
En dicha teoría, o hay una característica del agente no observado por el principal, encontrándose con menos información (selección adversa); o vía una acción oculta, donde el agente se aprovecha de una situación específica para obtener un beneficio a costa del principal (riesgo moral).
Los autores también mencionan que hay otro tipo de información asimétrica en el cual una de las partes conoce alguna variable importante antes del contrato, y que con su comportamiento puede influenciar a otros (señalización). Esto puede verse en el solo hecho de que una persona obtiene su grado universitario, añadiéndole un valor al ser evaluado.
Bajo esta perspectiva, continuamente se observa que existe en las economías informaciones asimétricas por doquier que, en el caso específico de la señalización, puede generar un bienestar social de ser aplicado correctamente.
Las señales que proyecte el Estado son claves para generar un mejor clima de negocios ya que influencia a los inversionistas a dar su mejor performance año tras año, contagiando al resto; apostando por un mercado que viene emergiendo; creando oportunidades laborales y rentabilidades de largo plazo. A su vez el Estado agranda su confianza, apostando en ellos en el tiempo. Esto lleva a la siguiente pregunta, ¿se viene logrando en el Perú?
Según el Ranking de Competitividad Mundial, preparado por el Instituto Internacional para el Desarrollo de la Gestión (IMD en sus siglas en inglés), en el 2021 el Perú se ubica en el puesto 58 de 64 países evaluados, cayendo 6 posiciones frente al 2020. Salvo Argentina y Bolivia (no debería sorprender), todos los latinoamericanos están por encima. Al hacer una revisión desde el 2017 hasta el 2021, la clasificación general del Perú desciende 3 posiciones, estando anteriormente en el 55.
Al analizar los 4 grandes factores en ese mismo período de tiempo, yace como primer factor el performance de la economía, donde Perú desciende de la posición 50 a la 60. Nada que deba conmoverlo estimado lector, ya que hay razones suficientes y bien explicadas por los expertos sobre el deterioro casi constante durante este último lustro.
El segundo factor es la eficiencia gubernamental, donde el Perú desciende del puesto 43 al puesto 48. La gestión pública también deteriorada por la carencia de cuadros capaces de mejorar el bienestar social, principalmente en los gobiernos subnacionales.
Sin embargo, tanto en el tercer factor que es la eficiencia empresarial como en el cuarto que es la infraestructura, el Perú mejora sus ubicaciones marginalmente, ascendiendo en el primer caso de 55 a 53; mientras que en el último del 61 al 60.
Por lo tanto, si hay un progreso en el clima de negocios en el Perú y eso es favorable pese a que la gestión pública y la economía no presentan mejoras en su andar. Las señales del Estado son muy importantes, pudiéndose mejorar poco a poco si el presidente continúa en dicha línea de separar cuadros que no aportan a las políticas públicas y alejarse de aquellos políticos que buscan arruinarla.