La idea de un pacto entre políticos siempre es sugerente, y las primeras preguntas cuando esto sucede son dos: si se trata de un pacto democrático, y si el propósito es avanzar.
Eso está en duda en el reciente pacto -léase también consenso o tregua, como se ha dicho- tramitado en pocas horas entre algunas bancadas parlamentarias enfrentadas violentamente en varios asuntos de la agenda pública. La primera impresión es que se trataría, esencialmente, de un pacto de no agresión extrema, un acuerdo para desmontar la guerra de denuncias y censuras a la que había desembocado la revelación de la revista Hildebrandt en sus trece sobre la reunión en un hotel de Lima el 9 de febrero pasado, donde se evaluó la vacancia del presidente Castillo.
En la epidermis de las cosas, ello tendría sentido. Luego de varias semanas, el Congreso perdió la iniciativa y a raíz de la revelación del Hotel Casa Andina fue puesto contra la pared y mostrado ante la opinión pública como un Parlamento golpista. Producto de esta incómoda situación se revelan nuevos entresijos legislativos, especialmente uno: no hay votos para una nueva vacancia. También se aprecia que, derrotada la vacancia en noviembre, la oposición vacadora no tiene plan B y se debate entre la renuncia, vacancia, acusación constitucional como vía para la suspensión de Castillo, reformas para nuevas causales de vacancia presidencial, y traición a la patria.
La celeridad del pacto tiene razones más profundas. Una de ellas es la encuesta de Ipsos Perú del 13 de febrero. Ante la pregunta abierta Independientemente de lo que señale la Constitución, en caso de que renuncien o sean vacados Pedro Castillo y Dina Boluarte, ¿qué preferiría que ocurra? el 74% respondió: que se convoque a elecciones generales, para Presidente, Vicepresidentes y Congresistas.
El número es grueso e inesperado, principalmente para el Congreso. Es cierto que en una crisis de la magnitud como la actual, la opinión pública se encuentra en constante reordenamiento, aunque ese 74% es consistente y muy dificil de revetir.
Este resultado es una derrota estratégica de la mayoría parlamentaria. Es el fin de los esfuerzos por ser distintos y mejores que el Gobierno. Hasta ese porcentaje, el Congreso se había organizado como una fuerza alternativa en el esquema de un gobierno dividido: allá el gobierno inepto, corrupto y extremista, y aquí nosotros, la eficacia, la transparencia y la democracia.
La opinión pública ha diluido el formato de equilibrio de poderes que se organizó desde el Congreso, sin cooperación y dispuesto a la ruptura. Rechaza con creciente mayoría al Gobierno de Castillo y acepta la posibilidad de que deje el poder. No obstante, quiere una tercera vuelta, una nueva elección porque abriga la esperanza de librarse de ambos poderes a partir de un razonamiento sencillo, ¿porqué debe durar este desorden 5 años?
Que se vayan todos refleja una esperanza. Es probable que, como pasó en el Perú en 2000, Argentina en 2002 y Bolivia en 2019/2020, al final no se van todos o no se va nadie. Sin embargo, es un estado de ánimo puro; luego de casi una década de crisis general, es la versión muy peruana de la modernidad líquida de Zygmunt Bauman.
Estos datos indican que no nos encontramos ante una competencia política clásica, en la que los puntos que pierde el Ejecutivo los gana la oposición. La secuencia es otra: el deterioro de uno arrastra al otro. El virus circula en el sistema y en el contacto permanente -la crisis de todos los días- se produce el contagio.
¿En qué momento se contagió, exactamente, el Congreso? Creo que fue cuando la opinión publica se convenció de que las expectativas de cambio y consenso democrático que dejó caer el Gobieno, no las recogió un Parlamento que imitó al Ejecutivo en indiferencia.
¿Pudo ser distinto? Creo que si, si la oposición radical no hubiese sido seducida por la ilusión de una vacancia express y si la voz cantante del Congreso no hubiese sido expropiada por un grupo de legisladores estridentes, abusivos y alborotadores. El vedetismo parlamentario ya había perdido al Congreso 2016-2019.
El pacto, ese tipo de pacto, parece tardío y no sabemos cuál será su duración. No se debe olvidar que este pacto no es el primero de estos días. Ya Castillo había hecho un pacto reservado con bancadas parlamentarias con el propósito de sobrevivir, es decir, lograr la confianza al gabinete. El nuevo acuerdo parlamentario de estos días, hará crujir tanto a los grupos que sostienen al gabinete como a los que lo rechazan, si en el Gobierno o en el Congreso no se fijan como propósito un compromiso distinto, democrático y para avanzar, de consenso para el cambio
Interesante la información. Considero que los tejes de los personajes involucrados en este proceso no es de politicos sino de politiqueros; esto debe ser claro.
Los que actúan así como señala este articulo son politiqueros.
Los invito a tratar el tema de lo que es politica y lo que es politiqueria. Proceso que se viene dando desde antes de Cristo