Dejando de lado los juegos de poder, la lucha ideológica, el ansia de mostrarse, la preocupación por recuperar lo invertido, el enfrentamiento con el otro que se considera enemigo político, la búsqueda de un cargo, la creencia que uno mismo o su grupo tiene la razón, la dificultad de dialogar con otros, la rabia de no poder realizar los propios proyectos, las formas diferentes de entender la acción política, etc., dejando de lado todo esto, los políticos toman decisiones concretas, donde —por lo menos en un breve momento— él o ella tomará la decisión desde su propia conciencia. Aunque sea por unos minutos tendrá que pensar y decidir. Así que es especialmente en ese momento que debiera hacerse estas preguntas.
Para agrupar las preguntas, tomaremos en cuenta los momentos de una reflexión ética enseñados por la filósofa Adela Cortina: el momento teleológico, el momento estratégico, el momento deontológico y el momento jurídico.
Momento teleológico: ¿Cuál es la finalidad que se persigue? ¿Se justifica éticamente esa finalidad? ¿Es esta compatible con la finalidad de la función política? ¿Esta decisión es el mejor medio para alcanzar dicha finalidad? ¿Existen otros modos posibles que sean éticamente mejores? ¿Cómo se podría realizar el justo medio, para así evitar los extremos que podrían causar más perjuicios que beneficios? ¿No será mejor deliberar con otros para tener más claridad en la decisión a tomar?
Momento estratégico: ¿De qué medios se dispone para realizar la decisión? ¿Se justifican éticamente? ¿Cuáles son las consecuencias que traerá tal decisión? ¿Cómo saber si esas consecuencias serán éticas? ¿Se está tomando los diferentes factores implicados en esta decisión? ¿Realmente las acciones y procedimientos están en armonía con el bien común?
Momento deontológico: ¿Se está tomando la decisión de manera autónoma? ¿O lo que guía son las pasiones, las ideologías e intereses particulares antes que la razón o lo razonable? ¿La decisión a tomar también la podría hacer otro, es decir, se puede universalizar la decisión? ¿Se está respetando la dignidad de las personas o las estamos usando como medios para los intereses propios? ¿Se está afectando o vulnerando el derecho de otros?
Momento jurídico: ¿Se enmarca la decisión dentro del orden jurídico? ¿Se está respetando el espíritu de las leyes o las estamos usando según intereses particulares? ¿No sería mejor escuchar o consultar a expertos juristas antes de tomar la decisión? ¿Es aceptable éticamente aprovechar los vacíos legales para tomar una decisión que conviene políticamente?
Luego de tantas preguntas, el político verá que es mejor tomarse un poco más de tiempo para estar consigo mismo y responder con sinceridad algunas de estas preguntas importantes. Y así tener verdaderas razones morales para defender su posición y no solo dejarse llevar por el impulso de defender a su grupo, ideología o intereses particulares, perdiendo de vista el bien mayor.
Coordinar el bien de la comunidad nacional con las normas morales y jurídicas siempre es un arte, que debiera poner en juego el diálogo, la deliberación, la responsabilidad ética, el encuentro con el otro que es diferente, la escucha atenta del otro y saber interpretar la realidad social. No hay un manual para el actuar concreto del político, aunque sí existen valores, principios y normas establecidos, por ejemplo, en la Ley 27815. Pero el ejercicio personal de esta moral política puede hacerse a través de preguntas que el individuo político debiera realizar a su propia conciencia y así, dejar de creer que la política solo es un juego de poderes, lucha de intereses personales y de grupo.
El realismo político como juego de poderes e intereses, sin consideración ética alguna, es una de las formas de pervertir el sentido de la política y se hace funcional a la corrupción, el desorden estatal y la desorientación como país. Así, una forma de salir de ellos es la práctica autocrítica hacia las propias decisiones que debe tomar el político.
Fidel Tubino, sostiene que el Estado “más que una solución es un problema”, y Aranguren dice que «la ética en la política aún está en pañales». La precariedad de la política es evidente en nuestro país, pareciera que los que ejercen el poder político solo se quedan en ese ejercicio instrumental del poder, pero ya pueden repensar la política, y ni repesarse como individuos políticos. La propuesta de Adela Cortina es valiosa, y las preguntas que complementa el Dr. Polo son de vital importancia para pensarnos políticamente, pero, parece que hay una renuncia a pensar y repensarse políticamente, cada quien carga su precaria verdad y se mofa con ella. Quizá si los políticos leyeran un 1% más de filosofía política, quizá, -digo- la política florecería en un 100%.