Se han preguntado, ¿por qué existen los sistemas de salud y por qué las sociedades invierten en tener uno?
Para la gran mayoría, la respuesta es como una verdad de Perogrullo, vale decir demasiado evidente. ¡Para sanar!, ¡para curar! Serían las respuestas inmediatas. Y, efectivamente, esa parte de la respuesta es la obvia… hasta demasiado obvia.
Sin embargo, los resultados de la pandemia, al igual que otros indicacores de salud (en la mayoría de los cuales nos encontramos a la cola de América Latina), demuestra que la precariedad de nuestro sistema de salud es tal que no puede garantizar la protección de la salud y reducir el dolor y la muerte que en otras condicones serían evitables. Por ejemplo, en el año 2015, el Perú registró una razón de mortalidad materna (RMM) de 88 por 100,000 nacidos vivos, casi 7 veces más que Chile (que registró una RMM de 13) y 11 veces más que el promedio de la OECD (RMM: 8). En otras palabras, la gran mayoría de las gestantes que perdieron la vida, se hubiesen salvado de vivir en otras condiciones, lo que incluye un servicio de salud efectivo y de calidad.
Pero existen otras razones, aparte de las puramente sanitarias, que justifican que las sociedades y los estados inviertan en sistemas de salud.
La primera, es que las ciudadanas y los ciudadanos que utilizan el sistema de salud estén satisfechas y satisfechos con los servicios recibibidos (como otros servicios financiados total o parcialmente por los impuestos). Pacientes que tienen que levantarse en la madrugada para hacer una cola con la esperanza de obtener un cupo para su atención, tener que presentar varias veces su documento de identidad y llenar formularios interminables en donde tienen que llenar una y otra vez el mismo dato, correr de una ventanilla a otra, ya sea para reservar la atención médica o para dejar la muestra de laboratorio o para que le tomen la placa de rayos x o la farmacia y, en el camino, recibir trato indiferente o llamados de atención, dista mucho de ser una experiencia satisfactoria. Siendo lo peor la frialdad, la indiferencia o la falta de interés del médico; “ni me miró”, “ni siquiera, me tocó” son quejas muy frecuentes.
En su trabajo de tesis de bachiller, el médico Daniel Rojas Bolivar, usando las series históricas de la Encuesta Nacional de Hogares, demuestra que la baja calidad de atención es una de las principales razones por las que las personas no acuden a los servicios de salud, un fenómeno que se ha ido incrementando año tras año. Si en los 90s, la principal causa para no ir al servicio era su costo (público y privado), hoy la principal barrera es la baja calidad, maltrato y demoras.
Otra razón de importancia mayúscula en tiempos normales y muy especialmente en tiempos de crisis económica, social o de eventos catastróficos como el que estamos viviendo con la pandemia, es que el sistema de salud debe ser parte del sistema de protección social de la ciudadanía. Nadie debería empobrecerse por el hecho de enfermar. El sistema de salud debe ser capaz de entregarle todos los servicios y bienes que la persona requiera, para que esta no tenga que sacrificar sus ahorros, endeudarse y perder sus bienes, sacrificando así su futuro y el de las siguientes generaciones.
Debido a su precariedad financiera, su fragmentación, la débil gestión y la corrupción, el sistema de salud peruano se financia hasta en una tercera parte del gasto directo de bolsillo. Esto es muy superior a lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud de no más del 20%. En otras palabras, el cuidado de la salud en el Perú, empobrece. Se conoce, inclusive, que la mitad de este gasto de bolsillo es dirigido a la compra de medicamentos, espacio en el cual el Estado todavía tiene amplio márgen de mejora.
Finalmente, otra razón, no menor, es que el sistema de salud tiene como finalidad corregir la distribución inequitativa de las oportunidades de acceso a bienes y servicios; vale decir, corregir las desigualdades injustas.
Esta es otra de las grandes deudas de nuestro sistema de salud. Los ejemplos de la injusta distribución de los bienes y servicios abundan, así como los resultados diferenciados en materia de bienestar y salud. Solo para poner algunos ejemplos, mientras Lima y el Callao tienen la más alta concentración de médicos o médicas por cada 10,000 habitantes (entre 20 y 223), Cajamarca solo tiene 6,5; mientras el 99% de los partos ocurridos en la costa son atendidos por personal calificado, en las zonas selváticas del país es menor al 80%; y, mientras la desnutrición crónica afecta a 7 de cada 100 niñas y niños menores de 5 años de zonas urbanas, esta cifra es superior al 25% en la zona urbana, vale decir, 1 de cada 4. En este último caso, la situación empeora aún más si la madre no registra ningún nivel de educación, llegando a afectar a 1 de cada 3.
Como se puede ver, enfrentamos retos enormes. Construir un sistema de salud que responda con efectividad a las necesidades de la población, hacerlo con calidad y respetando la dignidad de la ciudadania, protegerlos del empobrecimiento financiero que una enfermedad puede acarrear y reducir las las desigualdades evitables e injustas, requiere de mucha capacidad, conocimiento e inversión, pero, sobre todo, de liderazgo político claro y comprometido, un liderazgo que no recae solamente en los hombros de quien asuma la cartera ministerial de salud, sino en quien encarne la nación, la Presidencia de la República.
Transformar la salud significa transformar el país. Es, por tanto, una tarea de largo plazo. Así lo entendieron y lo entienden los líderes de diferentes naciones que han emprendido esta ruta y han logrado cambiar significativamente la vida de sus conciudadanos.
Lamentablemente, el Perú de hoy anda a la deriva sin el liderazgo transformador que nuestra salud requiere. Es más, por primera vez en su historia, el Ministerio de Salud carece de titular designado por algunos días, luego que el saliente fuera censurado por el Congreso.
Aún así, no debemos perder la esperanza; la construcción de un sistema público único de salud es técnicamente posible y es financieramente viable; nos falta, como en otros campos, ponernos de acuerdo y avanzar.