Un cuaderno nuevo, un lapicero: escribir un libro sin ningún plan. Que se vaya haciendo solo, se dice a sí mismo, Luis Landero, reconocido escritor español. El resultado: “El huerto de Emerson”. Una suma de historias, variadas experiencias, otras tantas reflexiones acerca de la inspiración para escribir, no pocos recuerdos, la concepción sobre la esencia de la literatura, la filosofía del escritor, en síntesis, el oficio de vivir.
Landero repasa sus lecturas, hace memoria de los sentimientos que le suscitaron sus autores predilectos, desde filósofos como Platón o Spinoza, pensadores como Montaigne o Rousseau y narradores como Cervantes, Borges, Kafka o Faulkner, entre otros muchos que ha visitado en su prolífica vida. Declara, sin arrobo ni vergüenza, haber derramado algunas lágrimas con algunas memorables páginas, haberse exaltado con otras y haber tenido la vivencia sensorial propia en no pocas. Es la vocación de lector que luego escribe, como él.
Y mientras Luis Landero va haciendo que el cuaderno se llene de palabras con sentido, y el libro por ello vaya asomándose para tomar forma, aparecen algunas historias personales. Es el recuerdo de una solitaria familia de su pueblo natal: un padre, una madre y sus hijos. Él se llama Manuel Pache. Dedicados a sembrar la tierra, como lo hacían las generaciones anteriores, el padre se inquieta por el futuro de sus hijos, quienes se estaban perdiendo conocer el mundo, como le ocurrió a él. Hasta que un buen día decide instalar un comercio en su casa. La familia entonces empieza a vender de todo a todos. El sitio no tendría nombre, pero se conocería como “donde Pache”, y Luis Landero lo recordaría desde niño como un lugar de referencia. Creció escuchando “vamos donde Pache”.
Pero, ¿por qué el libro se titula “El huerto de Emerson”? Luis Landero, con la pericia típica de quien es buen lector y, por talento propio, mejor escritor, nos lo cuenta en tono de confesión. Dice que teniendo 18 años llegó a sus manos el libro “Ensayos escogidos”, del escritor norteamericano, Ralph Waldo Emerson, y utilizando sus propias palabras: “… la lectura de aquellos ensayos trastornó mi visión del mundo y de mí mismo para siempre”. Ese libro, pues, fue el parteaguas, el punto de inflexión en la vida de Luis Landero. Señala que Emerson desarrolla la idea de que cada uno debe aceptarse a sí mismo tal cual es, y hacerlo contento y orgulloso. De ahí el concepto de huerto, lugar que hay que cultivar para sentirnos nosotros mismos, auténticamente. El título del libro no es más que un tributo que Landero le rinde al escritor que le cambió la vida, a tiempo, además, siendo joven, para dedicarse a aquello que hace con notable calidad: contar historias, reflexionar en voz alta, transmitir experiencias, compartir enseñanzas.
Así como esa anécdota de los ensayos de Emerson, hay otras en el relato de Landero. Referencias a escritores que le dejaron huella; lecturas poéticas; contemplaciones culturales, vivencias íntimas. También viajes, recuerdos, dictado de clases, más historias. Hay una que, además de divertida, confirma su vocación literaria. Su primer trabajo es en una oficina de abogados. En algún momento, su jefe lo cita a una reunión y le dice seriamente y mirándolo de frente que él tenía otras habilidades diferentes a la de ser un oficinista con un horario rutinario, vestimenta formal y maneras aprendidas. Por cierto que coincidió plenamente con el jefe.
“El huerto de Emerson”, de Luis Landero, está magníficamente escrito, es un deleite por su estilo elegante y preciso, por sus sinceras confesiones, por sus divertidas y otras tantas dolorosas historias, por su humanidad, en fin, porque nos demuestra que la literatura es el oficio de vivir.