Por Eloy Espinosa
Muchos se preguntan cuál es la importancia de la OEA para el Perú. De primera impresión, mencionaría dos temas: la labor de Stein en el proceso de la salida de Fujimori del poder y la vuelta a parámetros democráticos; y la importancia labor de protección de derechos en el Perú a través de las tareas realizadas por la Corte y la Comisión Interamericana (el Perú ha sido el Estado que ha sido el Estado que ha tenido más condenas ante la Corte y más recomendaciones de la Comisión).
Pero el aporte de la OEA no se agota ahora en rigor marca la agenda política de la región. No por algo el Secretario General de la OEA, reclamó la defensa de reglas democráticas. Además, en el seno de la 52 Asamblea se programa una reunión con diferentes colectivos de la sociedad civil, la mayoría de ellos ubicados en una situación de indisimulable vulnerabilidad, para tratar de incluir en la agenda de los diferentes países de la región las demandas de sectores que se encuentran marginados o invisibilizados.
Con ello, y con lo contenido en alguna de las resoluciones emitidas, se está buscando que los Estados de la región desarrollen políticas públicas, programas, proyectos y actividades en favor preferentemente de estos sectores vulnerables; y si aquello se realiza con una dinámica de concertación y multilateralismo entre los Estados de la región, mucho mejor. Si se quiere, esto puede impulsar un formidable avance en la generación de capacidades para la atención de las necesidades humanas básicas y el desarrollo humano integral de quienes vivimos en esta parte del mundo.
Lo anterior, que no es poca cosa, no involucra, como bien señaló el Secretario General de la OEA, quedarse en identificar las causas de las diferentes expresiones de discriminación existentes en nuestros Estados, sino que apunta a generar más riqueza y no se limita a distribuir pobreza.
El ser el anfitrión de la Asamblea pone al Perú en un papel privilegiado en este proceso, pero ello no es lamentablemente entendido por la clase política nacional, quien confunde las disputas en el espacio interno con el establecimiento de acciones conjuntas de Estado que trascienden a los partidos políticos peruanos en su debate nacional.
Para muestra, dos botones: yo no tengo vinculación alguna con el Presidente Castillo, y menos aún simpatía con su ministro de Relaciones Exteriores, pero negarle la autorización al Presidente Castillo en mitad de la Asamblea de la OEA para que haga una necesaria incursión europea ( otro potencial comprador de nuestros productos frente al cual no se han desarrollado los esfuerzos suficientes para acercarle y buscar inversionistas en forma competitiva y estable).
Si a ello le agregamos la interpelación al ministro de Relaciones Exteriores justo cuando se viene desarrollando la Asamblea de la OEA, estamos ante una situación de quitarle margen de acción al anfitrión de la fiesta mientras la misma viene materializándose en Lima, y debilitar al interlocutor que el Estado peruano justamente está proponiendo como carta a encabezar las acciones post Asamblea. Hay temas que deben orientar la labor de un Estado, que deben verse con visión de bosque y no de árbol, sin mezclarse con decisiones de corto plazo o de efecto más coyuntural e interno, salvo mejor parecer.