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jueves, marzo 20, 2025

Brasil: De Imperio a República. Lula y Bolsonaro

Por Luis Popa

Es Brasil el único Estado-nación en Sudamérica, que antes de ser independiente, fue un imperio; producto del azar y principalmente las guerras napoleónicas, cuando los franceses ocuparon Portugal en 1808, esto produjo forzosamente que la monarquía lusitana se estableciera en su mayor colonia en esta región tropical. Con más de 10 mil nobles se embarcaron custodiados por una flota de guerra británica. Convirtiéndose en el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. Siendo su capital Río de Janeiro.

Pero una vez derrotados los franceses, vino el retorno; pero curiosamente, tan solo 4 mil acompañaron a su rey Juan VI en 1822.

Su hijo, el príncipe regente, en ese mismo año, proclama la independencia de Brasil como Pedro I, coronándose emperador en 1822.

Para 1888, el hijo de éste, Pedro II, es coronado emperador a los catorce años; era algo liberal para los aristócratas y poco liberal para los intelectuales, esta ambivalencia, es la que provocó que fuera derrocado por un golpe de Estado, encabezado por el general Deodoro de Fonseca, convirtiéndose en el primer presidente del país. Brasil se convirtió en los Estados Unidos de Brasil, en 1889, además se abolió la esclavitud.

En la Guerra del Pacífico el Perú perdió 120 mil km cuadrados. A través de tratados y la debilidad del Perú, por distintas problemáticas el Perú perdió frente a Brasil 267,703 km cuadrados

Hay que señalar que Brasil, desde el mismo inicio de su independencia, ya tenía claro su geopolítica (incluso hay quienes opinan que antes que los Estados Unidos de América). Su figura cimera José María da Silva Paranhos Junior, conocido como el Barón do Rio Branco, historiador y diplomático. Su figura e influencia fue durante cuatro mandatos presidenciales, orquestando la política exterior del Brasil e impulsando su hegemonía regional, dándole ese lugar preferencial y fama que tiene la cancillería brasileña (Itamarati). Por lo tanto, es considerado el patrono de la diplomacia brasilera, su nombre está inscrito como uno de los héroes de la patria, creando una suerte de identidad y orgullo del brasileño ante el mundo.

Para 1889 hasta 1930, es el periodo conocido como la Vieja República. Es la etapa del líder populista y hombre fuerte, nos referimos a Getulio Vargas; quizás junto al argentino Juan Domingo Perón, son los fundadores del populismo latinoamericano, claro cada uno con sus diferencias y matices en sus respectivos países. Perón es odiado por sectores de la derecha argentina, no así en el caso de Vargas. Se puede decir que no hay ciudad o pueblo por pequeño que sea en Brasil, que una calle o avenida no tenga su nombre. Su figura es más cimera en Brasil.

Es él, el artífice de la modernidad del Estado brasileño, el Estado Novo. Fue cuatro veces presidente de su país hasta su suicidio en 1954. Es probablemente el más importante político brasilero del siglo XX. Su legado político es reclamado por dos partidos políticos: el Partido Democrático Laborista y el Partido Laborista Brasileño.

Con la muerte de Vargas, continúa el proceso democrático en Brasil, con los presidentes Juscelino Kubitschek (1956-1961), Janio Quadros (1961) quien renunció por fuertes presiones políticas de la derecha, siendo sustituido por su vicepresidente Joao Goulart, el cual fue derrocado por un cruento golpe de Estado, en cierta medida por sus simpatías con la Revolución Cubana, y el llamado “abrazo del Che Guevara” en su paso por Rio de Janeiro en donde se reunió con Goulart. Éste pretendía hacer varias reformas populistas, entre ellas la reforma agraria.

La dictadura militar de 1964 a 1985, es considerada una de las dictaduras más horrendas de Sudamérica e íntimamente ligada a los Estados Unidos, por lo que fue considerada como el sub gendarme de la región. Es la que va ocupar el liderazgo de la famosa “Operación Cóndor”; alianza de los regímenes castrenses sudamericanos contra la izquierda de los años 70 y 80.

Pero en este sentido hay que reconocer que la dictadura brasileña, busco la modernización e industrialización del país, fin, según ellos, ubicar al Brasil dentro del concierto de naciones lideres del mundo y en especial en nuestra región. Tuvieron cierto éxito por ejemplo en el sector aviación, entre otros, buscando de cierta manera la sustitución de importaciones, que, hasta hoy día el Estado, mantiene el esfuerzo.

Con la llegada de la democracia en 1985, y después de algunos tropiezos para su plena instauración; hay que destacar la presencia de dos líderes: Fernando Cardoso y Luiz Ignacio Lula (calamar en portugués) da Silva. Cardoso gobernó dos periodos consecutivos, estabilizando la economía con el real como moneda con cierta fortaleza. Impuso la política económica del neoliberalismo. Curiosamente, él había escrito junto al sociólogo Enzo Faletto, el texto “Teoría de la Dependencia” (1969), que resultó un best seller en la academia e intelectualidad latinoamericana de los 70’. Aquel planteo fue todo lo contrario que Cardoso hizo una vez que fue presidente. Cuando se le pregunto el por qué cambio de rumbo contesto “olvídense de lo que escribí”.

Pero, llegaría Lula en el 2003, después de su cuarto intento, dada la insistencia de Fidel Castro que lo convenció que postulará para ese periodo.

Lula no quería. Triunfó, y gobernó con éxito por dos períodos, e incluso ayudó decisivamente (gracia a sus resultados gubernamentales) a que el 31 de octubre del 2010, Dilma Rousseff fuera su sucesora, convirtiéndose en la primera mujer presidenta de la nación.

Ella también tuvo buena gestión, en especial cuidando la economía brasileña con su política de “blindaje”, frente a la llamada “Guerra de Divisas” impulsada por Estados Unidos y la Unión Europea. Dilma contó con el apoyo del Mercosur y el poderoso BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Su administración se vio manchada por actos de corrupción de algunos de sus ministros, en especial su jefe de gabinete. Ella, como recordaremos, va a ser destituida por el Senado de Brasil en agosto del 2016. Siendo reemplazada por su sinuoso vicepresidente Michel Temer.

En las elecciones del 2018, que fue decidida en una segunda vuelta, entre un ex militar (capitán retirado) y diputado, Jair Bolsonaro, que en la primera vuelta había ocupado el primer lugar con 46% de los votos frente a Fernando Haddad, el candidato de Lula, del Partido de los Trabajadores. En esta segunda vuelta se impuso Bolsonaro.

Lula, acusado de corrupción por el juez Sergio Moro, hizo que se devaluara su figura política a pesar de su gran lucha contra la pobreza, el hambre cero y la inclusión social, de los afrodescendientes y de los más humildes del país.

Él no pudo trasladarle sus seguidores al candidato del Partido de los Trabajadores, el señor Haddad. El resultado fue de 59% Bolsonaro, 41% Haddad.

Para algunos observadores y analistas políticos, la conclusión fue que: “el repudio a Lula venció el temor a Bolsonaro”. Eso fue el 2018. Hoy la realidad es otra.

Bolsonaro no sólo fue un negacionista en su gobierno con el tema de la pandemia del Covid 19. Él fue una suerte de Donald Trump brasileño en su forma déspota de dirigir la política del país, frente a los medios, los opositores y la población en general, con un lenguaje, xenófobo, homofóbico, racista, enemigo del cambio climático. Su consigna era: ¡hay que limpiar el país de los rojos! Planteando incluso que el error de la dictadura, es que torturo, pero no mato.

En estas elecciones del 2022, Brasil tendrá que ir a una segunda vuelta el domingo 30 de octubre. Se enfrentan Lula y Bolsonaro. Se espera una campaña dura y violenta. Lula ganó la primera vuelta con un 48%, frente al 43% de Bolsonaro. Para la segunda contienda entre ambos se está peleando el voto a voto.

Ambos están en la búsqueda de aliados, y captando a los sectores de los indecisos. Bolsonaro tiene el apoyo de cierta forma de los evangélicos y de gobernadores de algunos Estados, como el de Mina Gerais, que del tamaño de España y con una población igual que la Argentina.

Lula cuenta con el apoyo de algunos candidatos presidenciales de la primera vuelta que van desde el centro hasta la izquierda. Un voto católico (es el país de más católicos en el mundo), y obviamente de las clases más desposeída del país.

No olvidar que la población brasileña es de 170 millones de habitantes. En tiempos de Lula llegó a ser la novena economía del mundo, con un territorio de 8.547,404 kilómetros cuadrados. Su PIB es cerca del 45% de América Latina. Es un país con un potencial incalculable. Ofrece desde la mayor riqueza hasta la más deprimente miseria. Un país fragmentado con una gran desigualdad. Una nación con un gran parque automovilístico, una gran industria aeronáutica, una potente tecnología de prospección de petróleo y otros renglones tecnológicos, productivos y en el área de avances científicos.

¿Qué le espera a la América Latina una victoria de algunos de los dos candidatos?

Bolsonaro inclinaría la balanza de los regímenes de izquierda, que se beneficio con el triunfo de Petro en Colombia, que se une al kirchnerismo en Argentina, la pareja presidencial en Nicaragua, Cuba, Venezuela, Bolivia y Boric en Chile. De ganar Lula la izquierda y el progresismo latinoamericano se fortalecería.

¿Quién ganará? Lo sabremos el próximo domingo 30 de octubre. Lo que suceda marcará parte del acontecer de América Latina, y obviamente del Brasil.

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